Nombrar a los huracanes es una práctica que comenzó con un toque de humor y cierto despecho. Fue el meteorólogo británico Clement Wragge quien, en el siglo XIX, decidió dar nombres femeninos a las tormentas tropicales, en parte por diversión y en parte, según algunos, para canalizar su aversión hacia ciertos políticos y quizás también hacia alguna dama que le causara problemas. Wragge utilizaba nombres de políticos para las tormentas más feroces y dejaba los nombres femeninos para las tormentas tropicales ordinarias, lo que marcó un precedente curioso y algo caprichoso en la ciencia meteorológica de la época.
Un toque de “feminismo meteorológico”
Durante la Segunda Guerra Mundial, meteorólogos militares en el Pacífico comenzaron a nombrar tormentas con nombres femeninos, tal vez inspirados en novias o esposas. Pero no fue hasta 1953 que Estados Unidos adoptó oficialmente esta práctica para los huracanes, y durante las siguientes décadas todos los huracanes recibieron exclusivamente nombres de mujer, lo cual reflejaba una visión popular —y no poco sexista— de que las tormentas eran impredecibles y "tormentosas" al igual que los estereotipos femeninos de la época. Sin embargo, el desagrado de algunas mujeres no tardó en emerger, y una figura sobresaliente en este cambio fue la feminista Roxcy Bolton.
Roxcy Bolton, activista de Florida, comenzó a presionar a las autoridades en la década de 1960, argumentando que las mujeres no deberían ser asociadas únicamente con desastres naturales. Bolton incluso propuso que los huracanes llevasen nombres de senadores y políticos, argumentando que ellos “gozan al ver sus nombres en todas partes”. Gracias a la tenacidad de Bolton y a la presión pública, en 1979 se implementó un sistema alternativo que incluía nombres masculinos y femeninos en las listas de huracanes. Así fue como, en ese año, el huracán Bob se convirtió en el primer huracán masculino en la historia de Estados Unidos.
Un dato curioso: nombres y percepción del riesgo
Un estudio realizado en 2014 reveló una sorprendente consecuencia del cambio de nombres: los huracanes con nombres femeninos han tendido a causar más muertes que aquellos con nombres masculinos. ¿La razón? La percepción de que las tormentas con nombres femeninos eran menos peligrosas, lo que resultaba en una preparación insuficiente de la población. Este hallazgo subraya cómo los estereotipos de género pueden influir, incluso en contextos tan inesperados como la meteorología y la gestión de emergencias.
El proceso actual de nombramiento
Hoy, el proceso de asignar nombres a huracanes es un asunto serio, gestionado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Cada año se prepara una lista rotativa de nombres para las distintas regiones, excluyendo ciertas letras del alfabeto y retirando permanentemente los nombres de huracanes particularmente destructivos, como Katrina o Andrew. Actualmente, el sistema equilibra nombres masculinos y femeninos, y en temporadas de huracanes intensas, se recurre incluso a alfabetos alternativos para evitar repetir nombres en un mismo año..
Con un pasado curioso y lleno de anécdotas, la evolución de los nombres de huracanes nos recuerda que incluso los sistemas aparentemente técnicos están impregnados de historia social y cultural. Hoy, los nombres de huracanes son mucho más que una etiqueta: son un recordatorio del impacto de las tormentas, y del progreso de la igualdad de género, incluso en las prácticas meteorológicas.
Pie de foto: Líder feminista Roxcy Bolton deja gran legado en la meteorología tropical. Fue la responsable de que hayan nombres alternos de huracanes: hombre/mujer.