En medio del escándalo que ha llevado a Íñigo Errejón a abandonar la política, nuevas voces se han sumado a las acusaciones contra el exdirigente de Sumar, entre ellas la de Aída Nízar, famosa por su participación en programas de televisión y su perfil provocador. Nízar ha asegurado que Errejón se comportó de forma inapropiada con ella hace años, relatando un incidente en el que él, presuntamente, habría realizado avances no deseados durante un evento en Barcelona, donde también estaban presentes otras figuras políticas conocidas. Este nuevo testimonio ha generado aún más controversia, dividiendo la opinión pública entre quienes la creen y quienes cuestionan su credibilidad debido a su pasado mediático y su estilo sensacionalista.
Este caso plantea preguntas importantes sobre cómo la sociedad debe abordar las denuncias de acoso. En el contexto actual, en el que movimientos como #MeToo han visibilizado el problema del acoso, la cultura de "creer siempre a la víctima" ha ganado terreno como principio de apoyo y solidaridad. Sin embargo, los críticos de este enfoque sostienen que el simple hecho de ser mujer no debería bastar para considerar cualquier acusación como una verdad incuestionable, especialmente cuando el testimonio proviene de figuras polémicas como Nízar. Para ellos, la participación de Nízar podría trivializar un tema tan serio, convirtiéndolo en un espectáculo mediático que mina la credibilidad de otras mujeres que denuncian situaciones similares.
Por otro lado, las defensoras del movimiento feminista insisten en que cuestionar a Nízar por su perfil público puede interpretarse como una forma de desacreditar a todas las denunciantes, sugiriendo que solo ciertas mujeres, con perfiles menos públicos o polémicos, son dignas de credibilidad. En este sentido, personalidades políticas como Yolanda Díaz y Elizabeth Duval han reiterado la necesidad de tomar en serio todas las acusaciones y de realizar investigaciones exhaustivas antes de emitir juicios.
Así, el caso Errejón nos lleva a un dilema profundo: ¿debemos creer a todas las mujeres independientemente de su historia pública o debemos ser críticos para evitar posibles abusos de esta credibilidad? La participación de Nízar en este caso desafía los principios del movimiento feminista y obliga a la opinión pública a replantearse dónde se traza la línea entre la solidaridad con las víctimas y la responsabilidad de evaluar cada testimonio de manera objetiva y cuidadosa.