En Gijón, las gaviotas no solo sobrevuelan la costa; también se han convertido en visitantes frecuentes y no siempre bienvenidas en áreas urbanas. Esto fue evidente la semana pasada, cuando una gaviota irrumpió en el recreo de un instituto, atacando a un joven que disfrutaba de un trozo de empanada. El alumno, que cursa la ESO, pensó que sus amigos le gastaban una broma cuando sintió un golpe en la cabeza. Sin embargo, no era un compañero juguetón, sino una gaviota decidida que le quitó la empanada y, de paso, le dejó una marca en la barbilla.
Según la madre del menor, la situación es preocupante. “Estas aves se agrupan a la hora del recreo, y a los más pequeños ya les han tenido que hacer comer dentro de las aulas para evitar este tipo de incidentes”. Y no es para menos. En varias zonas de Gijón, especialmente en terrazas de bares y restaurantes, estas aves son conocidas por su agresividad: “Salió volando con mi lubina una que parecía un dinosaurio”, relataba una clienta en una terraza local. Los hosteleros llevan tiempo pidiendo al Ayuntamiento de Gijón que actúe con mayor contundencia para controlar la población de gaviotas, que se considera en aumento desde hace varios años.
El Ayuntamiento de Gijón realiza una campaña anual para retirar nidos, pero las restricciones ambientales no permiten una eliminación total. “No las asustas, se han humanizado. Te roban comida y hasta en tu propia cara,” comenta Rubén Sánchez, camarero de la zona. La madre del menor atacado no piensa quedarse de brazos cruzados y ya ha presentado una queja formal. “Cualquier día puede haber una desgracia”, advierte.
El incidente, aunque anecdótico, pone sobre la mesa un problema más amplio de convivencia entre las gaviotas y los habitantes de Gijón. ¿Será posible encontrar una solución que satisfaga a todos? Mientras tanto, estudiantes y vecinos deberán cuidarse de estos modernos “piratas” aéreos que han hecho de las calles su nuevo coto de caza.