La renuncia de Íñigo Errejón tras una acusación de acoso sexual pone el foco en el poder devastador de las redes sociales para linchar sin pruebas y en la línea borrosa entre feminismo y pseudofeminismo.
La renuncia de Íñigo Errejón ha caído como una bomba en el panorama político español. No solo porque se retira un líder joven y carismático, sino porque lo hace bajo la sombra de una denuncia pública, impulsada más por testimonios anónimos y voces en redes sociales que por procesos judiciales. El detonante fue una acusación de acoso sexual presentada por la actriz Elisa Mouliaá, sobre un supuesto incidente ocurrido en 2021. Desde entonces, la red se ha convertido en un tribunal inapelable, donde la vida privada y pública de Errejón ha sido desmenuzada en comentarios sin filtro y testimonios sin firma. ¿Estamos ante una "Inquisición Digital"?
Denuncias en redes: ¿Justicia social o linchamiento público?
La denuncia de Mouliaá no llegó acompañada de un proceso judicial inmediato. En su lugar, el caso se difundió en redes, y en cuestión de horas, surgieron numerosos testimonios anónimos y comentarios sin verificar que no se limitaban a la denuncia inicial, sino que profundizaban en aspectos de la vida privada de Errejón, su círculo íntimo y hasta sus supuestas prácticas personales. ¿Dónde queda la presunción de inocencia cuando la sentencia se dicta en la esfera pública? ¿Es suficiente una acusación sin pruebas para arruinar una carrera política?
Testimonios como el de Raquel Jiménez, usuaria en redes, ejemplifican la polarización del debate: “No digo que las denuncias de las mujeres no deban escucharse, pero aquí nadie ha presentado pruebas, y aun así ya lo están lapidando en redes”. Otros, como @AmeliaVozFeminista, argumentan que “la palabra de una mujer vale y las redes son el único lugar donde nos escuchan sin filtros; si no fuera por esto, muchos casos jamás saldrían a la luz”. La diferencia entre una denuncia formal y un testimonio en redes es clara, pero su impacto en la reputación y vida de los acusados es, en muchos casos, devastador.
Del Santo Oficio a la red social X: La historia se repite
En la Edad Media, la Inquisición juzgaba a los acusados por “pecados contra la moral”. Hoy, el tribunal de X lanza acusaciones, muchas veces sin pruebas verificables, y las víctimas del linchamiento se encuentran indefensas. La diferencia es que ahora, en lugar de ser enviados al cadalso, los acusados enfrentan la muerte civil: se les retira el apoyo, se cancelan sus contratos, y en algunos casos, se ven forzados a abandonar la esfera pública.
“La Inquisición del siglo XXI es digital, y las hogueras están en los comentarios de cada post viral,” dice Pilar García, socióloga experta en dinámicas de redes. “El problema no es la denuncia en sí misma, sino la falta de pruebas y el juicio sumario en redes, que rápidamente puede arruinar la vida de una persona”.
Casos como el de Errejón se han dado en otras ocasiones. Desde directores de cine hasta actores y deportistas, muchos han sufrido la condena pública por hechos que nunca llegaron a los tribunales o que fueron desestimados. Algunos se reponen, pero otros ven sus carreras terminar abruptamente.
¿Daña el pseudofeminismo al feminismo real?
Mientras la mayoría de usuarios en redes defienden la importancia de escuchar a las víctimas, otros advierten que las acusaciones sin pruebas pueden dañar la credibilidad de las denuncias genuinas. “El pseudofeminismo está haciendo un flaco favor a la causa. Las mujeres que realmente hemos sufrido acoso vemos cómo casos como este ensucian la lucha por justicia e igualdad,” comenta Patricia Ramos, abogada y activista feminista.
Por otro lado, Marta López, una usuaria de Instagram, ofrece otra perspectiva: “Es fácil decir que una mujer miente, pero pocas se atreven a denunciar porque la justicia no las ampara. Las redes son nuestra forma de hacer justicia social, de hacernos escuchar”. La frontera entre feminismo y “pseudofeminismo” es uno de los puntos de mayor debate, y la tensión entre ambos afecta tanto a mujeres como a hombres, llevando a un choque ideológico que polariza cada vez más a la sociedad.
El rol de los medios: ¿informar o amplificar?
Los medios de comunicación tradicionales también juegan un papel fundamental en estos linchamientos. ¿Deben los periodistas amplificar los testimonios en redes sin confirmar su veracidad? “Los medios están saltándose la verificación y lanzando información sin contrastar”, señala el periodista Carlos Suárez. “Esto no solo daña al acusado, sino también a la credibilidad del periodismo”.
En una era en que los titulares se convierten en virales en minutos, muchos medios optan por la inmediatez en lugar de la investigación profunda. La opinión pública, por tanto, se alimenta de información que a menudo no ha pasado por el debido proceso de verificación, y esto contribuye a aumentar el linchamiento mediático.
¿Hacia dónde vamos? Propuestas para un debate ético
Este caso abre una reflexión necesaria. ¿Debería regularse la forma en que se manejan las acusaciones en redes sociales? ¿Habría que proteger de alguna manera la vida privada de los personajes públicos en temas que no constituyen delitos?
Algunas voces sugieren que plataformas como X o Instagram deberían implementar normas para evitar la difamación y proteger tanto a las víctimas como a los acusados. Otros creen que es responsabilidad de los usuarios no caer en el sensacionalismo y ser críticos con la información que consumen y comparten. Este caso marca una línea divisoria que exige a la sociedad encontrar formas de equilibrar la transparencia, la justicia y la protección de la reputación personal en la era digital.
En el tribunal de las redes, todos somos jueces y jurados. ¿Estamos preparados para asumir esa responsabilidad?