La reciente crisis que enfrenta Sumar, desencadenada por el escándalo que involucra a Íñigo Errejón en presuntos casos de acoso, ha desatado una tormenta dentro de la izquierda española, dejando en evidencia la fragilidad de un proyecto político ya debilitado por divisiones internas y enfrentamientos ideológicos. La respuesta de los dirigentes de Sumar y Podemos ante el caso de Errejón ha sido diversa y, en algunos casos, contradictoria, evidenciando la falta de cohesión y liderazgo en el espacio político de izquierdas.
Por un lado, la respuesta de Yolanda Díaz, que continuó su agenda en Colombia sin dar explicaciones públicas inmediatas, ha generado desconcierto y críticas tanto dentro como fuera del partido. Para algunos dirigentes del PSOE, la postura de Díaz fue “incomprensible” y “un error de cálculo”, ya que dejó al liderazgo de Sumar vulnerable en el momento en que más se requería claridad y acción decidida para apoyar a las víctimas y salvaguardar la reputación del movimiento político.
Además de la crisis en torno a Errejón, los conflictos entre Podemos y Sumar también están generando tensiones adicionales. Mientras Podemos refuerza su discurso de distanciamiento de la socialdemocracia y plantea una estrategia más alineada con posturas de izquierda radical en el Parlamento Europeo, los líderes de Sumar temen que esta separación solo aumente la fragmentación y complique la unidad frente a las próximas elecciones. La escisión en la izquierda se ha hecho visible no solo a nivel nacional sino también en el ámbito europeo, donde Podemos ha comenzado a marcar sus propias líneas ideológicas, lo que despierta incertidumbre sobre la viabilidad de una alianza estable a medio plazo.
Internamente, Sumar también enfrenta tensiones con sus propios socios, en particular Izquierda Unida, con quienes las discrepancias sobre la estructura y dirección del partido han retrasado la integración de sus diferentes corrientes en una estructura cohesiva. Este problema de fondo refleja una falta de visión y coordinación en la que cada grupo intenta salvaguardar sus intereses, generando una percepción de desorganización y falta de transparencia ante el electorado.
La situación para Sumar es delicada. La presión por resolver la crisis y restaurar la confianza en el partido no solo se hace sentir entre sus propios miembros, sino también desde el Gobierno. Pedro Sánchez, consciente de la repercusión que este escándalo puede tener en su propia coalición y en la percepción pública de la izquierda en general, ha manifestado públicamente su apoyo a Díaz y ha reiterado la importancia de promover políticas de igualdad y respeto. Sin embargo, el desafío de retomar el rumbo y resolver estas fracturas queda en manos de Sumar, que necesita urgentemente mostrar una respuesta unificada y creíble.
Este complejo panorama expone la creciente descomposición de la izquierda española, que, al borde de una importante elección, muestra signos de desgaste y falta de unidad. A menos que se tomen medidas firmes para restablecer la cohesión, el caso Errejón podría pasar de ser un escándalo puntual a un símbolo de la desintegración de un proyecto político que surgió con promesas de cambio y justicia social, pero que hoy parece atrapado en una espiral de conflictos internos y desorientación estratégica.