Un legado compartido entre dos continentes
El proceso histórico que conocemos como la "conquista de América" fue mucho más que la llegada de unos pocos cientos de conquistadores. Fue el violento encuentro entre dos mundos completamente aislados que, a través de la guerra, las alianzas y el intercambio cultural, generaron un mestizaje único que dio lugar a la creación de nuevas identidades. Este es el enfoque que toma Juan Miguel Zunzunegui en su conferencia “Al día siguiente de la conquista”, donde desmitifica muchas de las ideas convencionales sobre el proceso de conquista de México y destaca la complejidad cultural que resultó de este encuentro.
Zunzunegui comienza su relato recordando cómo en la educación tradicional de México, Cortés es retratado como el villano por excelencia, y los aztecas como una civilización gloriosa que estaba a punto de conquistar la galaxia, hasta que llegaron los españoles a destruir todo. Sin embargo, el ponente invita a reflexionar sobre la verdadera naturaleza de la conquista: la imposibilidad de que un grupo de 400 "barbajanes", como llama irónicamente a los conquistadores, pudiera destruir una civilización de miles de años por sí solos. Aquí radica el primer gran mito de la historia.
Alianzas y colaboración indígena: la verdadera conquista
Lo que realmente permitió la caída del imperio mexica no fue el poder militar de los españoles, sino las alianzas con los pueblos indígenas sometidos por los aztecas. Como muestra el mapa de América del Norte de 1784, la región controlada por los aztecas era solo una fracción de un vasto territorio habitado por múltiples culturas, muchas de las cuales veían en los españoles la oportunidad de liberarse de la dominación mexica. Los tlaxcaltecas, por ejemplo, jugaron un papel fundamental al unirse a Cortés con más de 10,000 guerreros. Estos pueblos, y no los europeos, fueron la verdadera fuerza detrás de la conquista.
Zunzunegui señala que esta colaboración no fue algo circunstancial ni breve. Tras la caída de Tenochtitlán, el mestizaje cultural y biológico fue la clave para la creación de una nueva sociedad. Los tlascaltecas, texcocanos y otros pueblos indígenas participaron activamente en la construcción de la Nueva España, como queda reflejado en la fundación de México-Tenochtitlán el 14 de agosto de 1521, solo un día después de la rendición mexica.
El legado cultural y religioso: el sincretismo de dos mundos
Uno de los aspectos más interesantes que resalta Zunzunegui es el proceso de evangelización que siguió a la conquista. En 1524, tan solo tres años después de la caída de Tenochtitlán, llegaron a México los primeros 12 frailes franciscanos, quienes jugaron un papel clave en el proceso de conversión religiosa. Sin embargo, esta evangelización no fue una imposición absoluta. Hubo un sincretismo, una integración gradual de las creencias indígenas en el cristianismo que permitió la coexistencia de elementos prehispánicos y europeos. La devoción a la Virgen de Guadalupe, por ejemplo, tiene raíces profundas en las tradiciones indígenas, lo que facilitó la aceptación de la nueva fe.
Aquí es importante tener en cuenta el mapa de las universidades fundadas por España en América y Filipinas, donde se puede visualizar el legado educativo que dejó la corona española en toda América Latina. Desde la fundación de la Universidad de San Marcos en Lima (1551), hasta la de Santo Tomás de Aquino en Bogotá (1580), estas instituciones no solo sirvieron para formar a las élites, sino que también fueron clave en la difusión de la cultura y religión católica, adaptada a las particularidades de cada región. En muchos casos, las universidades españolas en América promovieron el estudio de las lenguas indígenas y fomentaron el mestizaje cultural.
Aspectos económicos y territoriales: la expansión y los límites del imperio español
Durante los 300 años que duró el virreinato en América, el impacto económico de España fue considerable, pero no siempre en los términos que suelen contarse. Un dato revelador que menciona Zunzunegui es que, durante todo este período, los españoles solo extrajeron el 7% del oro de México, mientras que el 93% restante fue explotado por el México independiente. Este hecho subraya la idea de que, si bien la explotación de recursos fue una parte importante del proceso colonizador, la relación entre España y sus colonias fue más compleja y menos depredadora de lo que muchas veces se cree.
El mapa de los "Estados Unidos Españoles", nos recuerda también el extenso control territorial que tuvo el imperio español en lo que hoy conocemos como los Estados Unidos. Territorios como Florida, Texas, Nuevo México y California fueron colonizados y administrados por los españoles, quienes fundaron ciudades, misiones y rutas comerciales que sentaron las bases de la sociedad contemporánea de esos lugares. Sin embargo, Zunzunegui enfatiza que los españoles no lograron conquistar todo el continente, como muestra el hecho de que vastas regiones del norte permanecieran bajo el control de las tribus nativas americanas hasta bien entrado el siglo XIX.
La integración de dos mundos: El futuro de la hispanidad
Al final de su conferencia, Zunzunegui plantea una reflexión sobre el legado de la conquista y el mestizaje. "El que odia a Cortés, se odia a sí mismo", dice citando a Octavio Paz, subrayando la idea de que México y América Latina son el resultado de la fusión de lo mejor de ambos mundos: el indígena y el europeo. Este mestizaje, según Zunzunegui, debe ser motivo de orgullo, no de vergüenza. Lo que conocemos como hispanidad es una civilización única, forjada en el crisol del conflicto y la colaboración.
La hispanidad, como sugiere Zunzunegui, no es simplemente el dominio de un imperio sobre otro, sino la creación de una nueva cultura compartida. Es la mezcla de las tradiciones indígenas con el cristianismo, la lengua española y los avances científicos y educativos que España trajo consigo. Un ejemplo claro de esta integración son las misiones y ciudades fundadas por los españoles en América del Norte y el resto del continente, muchas de las cuales aún conservan sus nombres y su arquitectura colonial, siendo testigos de una historia que se extiende a ambos lados del Atlántico.
Hacia una nueva narrativa histórica
Zunzunegui finaliza con una invitación a reescribir la narrativa histórica que nos contamos sobre la conquista. Si bien es cierto que hubo violencia, destrucción y dominación, también es innegable que hubo colaboración, mestizaje y creación conjunta. La historia, tal como la vivimos hoy, es una mezcla de ambos procesos, y nuestra tarea es reconciliarnos con nuestro pasado para entender mejor nuestro presente.
Este extenso y rico legado hispano, representado no solo en los territorios que alguna vez pertenecieron a España, sino en la cultura, religión y educación que hoy compartimos, es el verdadero fruto de esa conquista. Una historia de violencia, sí, pero también de integración cultural y creación de una identidad común.
Si deseas ver completa la conferencia de Juan Miguel Zunzunegui te la dejamos aquí: