El 31 de julio de 1999, el científico Eugene Shoemaker alcanzó un hito único: sus restos fueron depositados en la Luna, convirtiéndose en la primera y única persona enterrada en otro cuerpo celeste. Shoemaker, un renombrado geólogo y astrónomo, dedicó su vida al estudio de cráteres de impacto y fue pionero en el campo de la astrogeología, además de ser uno de los co-descubridores del Cometa Shoemaker-Levy 9, conocido por su colisión con Júpiter en 1994.
Aunque Shoemaker siempre soñó con caminar en la Luna, una enfermedad médica en los años 60 le impidió convertirse en astronauta. Tras su trágica muerte en 1997 en un accidente de coche en Australia, la NASA decidió honrarlo de una manera sin precedentes. En 1999, sus cenizas fueron enviadas a la Luna a bordo de la sonda Lunar Prospector. El destino final de la sonda era impactar la superficie lunar como parte de una misión de investigación, llevando con ella los restos de Shoemaker en una cápsula especial.
La cápsula contenía una envoltura de latón grabada con imágenes del Cometa Hale-Bopp y el Cráter Barringer, uno de los cráteres de impacto que Shoemaker estudió durante su carrera. También incluía una cita conmovedora de "Romeo y Julieta" de Shakespeare: "Y, cuando él muera, tómalo y córtalo en pequeñas estrellas, y hará tan hermosa la cara del cielo...".
Este gesto no solo inmortaliza a Shoemaker en la historia de la exploración espacial, sino que también resalta la importancia de su legado científico. Su papel en el entrenamiento de astronautas del programa Apollo y sus contribuciones a la geología lunar dejaron una huella imborrable en la ciencia espacial.
Su "entierro" en la Luna es un tributo a su vida y sus logros, y marca un precedente en la historia humana.