La Santina teje los hilos del destino: la mágica coincidencia del Día de Asturias, Covadonga y la Fundación de San Agustín

La Santina teje los hilos del destino: la mágica coincidencia del Día de Asturias, Covadonga y la Fundación de San Agustín

El 8 de septiembre, en la antigua tierra de Asturias, parece que el tiempo y el espacio se detienen, como si las montañas que rodean Covadonga guardaran un secreto ancestral. En este día, las estrellas parecen alinearse de manera mística, trazando líneas invisibles entre la fe, la historia y la identidad de un pueblo. No es solo el Día de Asturias o la festividad de la Virgen de Covadonga, sino también el aniversario de la fundación de San Agustín, Florida, la ciudad más antigua de Estados Unidos, creada bajo el amparo de la Santina. Este entrelazamiento, esta coincidencia de eventos, va más allá de lo racional, empapándose de una magia que solo se encuentra en los relatos más profundos de la mitología asturiana.

La Santina: Señora del destino

La Santina, pequeña y modesta en su cueva, tiene un poder que atraviesa el tiempo. Desde su silencioso refugio en los Picos de Europa, su influencia ha sido testigo de los momentos más cruciales de la historia de Asturias. Durante la Batalla de Covadonga, en el año 722, fue su imagen la que inspiró a las fuerzas cristianas a vencer a un ejército muy superior. No era solo un ícono religioso, sino una fuerza viva, casi palpable, que guió a los asturianos hacia la victoria y forjó la primera piedra de lo que sería la Reconquista.

En Covadonga, las piedras parecen susurrar su nombre. Las aguas que caen en cascada desde la cueva emiten un brillo sobrenatural, y se dice que quien beba de ellas encontrará el destino que la Santina le ha asignado. Este 8 de septiembre, miles de peregrinos caminan hacia Covadonga no solo para rendir homenaje, sino para sentir esa conexión mística que trasciende lo visible.

El Día de Asturias: Una fiesta que late con la tierra

Cuando en 1980 se decidió que el Día de Asturias se celebraría el mismo día que la festividad de la Virgen de Covadonga, muchos vieron una unión simbólica entre lo divino y lo terrenal. No fue solo una cuestión de calendario; fue una revelación de que la historia de Asturias está íntimamente conectada con la Santina. Cada 8 de septiembre, la región cobra vida de una manera especial. Oviedo, Gijón, y todos los pueblos costeros y montañosos se llenan de actividades festivas: gaitas que resuenan con el viento, bailes tradicionales que rememoran tiempos pasados, y, sobre todo, el murmullo constante de un pueblo que se sabe protegido.

La procesión hacia la Basílica de Covadonga, con ofrendas florales y plegarias, tiene un aire de misterio que trasciende la religiosidad convencional. La atmósfera es casi etérea, como si la naturaleza misma se arrodillara ante la Virgen. Y al caer la tarde, cuando el sol se oculta detrás de los picos montañosos, la fiesta sigue con una sardinada al aire libre, un banquete en el que el alma asturiana se manifiesta a través de su comida: la fabada humeante, el sidra que fluye como un río y el cachopo que comparte la mesa entre risas y brindis.

San Agustín: Un eco de Asturias en el Nuevo Mundo

La tercera pieza en este entrelazado de magia es la Fundación de San Agustín, Florida, un hito que podría parecer desconectado a primera vista, pero que está unido a Asturias por un lazo invisible. Pedro Menéndez de Avilés, hijo de estas tierras verdes y brumosas, llevó consigo algo más que colonos cuando fundó la ciudad el 8 de septiembre de 1565. Llevó la fe en la Santina. Se cuenta que Menéndez, antes de zarpar hacia el Nuevo Mundo, visitó Covadonga para pedir protección a la Virgen. Y fue bajo su amparo que él y su tripulación sobrevivieron a tormentas y peligros en alta mar, hasta llegar a las costas de Florida.

Hoy en día, en San Agustín, las campanas de la catedral resuenan el mismo día que las de Covadonga, como si el océano Atlántico no fuera una barrera, sino un puente. Los descendientes de aquellos primeros colonos asturianos todavía celebran este día, recordando que, aunque están a miles de kilómetros de distancia, sus corazones laten al ritmo de la misma devoción que los asturianos sienten por la Santina.

El poder invisible que une ambos mundos

Este entrelazado de eventos no puede ser visto simplemente como una coincidencia. Es como si el 8 de septiembre estuviera destinado a ser un día en que lo sagrado y lo histórico se encuentren. La Santina, desde su cueva, parece haber tejido un hilo dorado que une no solo a los asturianos entre sí, sino también a sus hijos e hijas dispersos por el mundo.

En esta fecha, el tiempo parece detenerse. Asturias, San Agustín y Covadonga vibran en sintonía, como si fueran parte de un mismo corazón latiendo en diferentes lugares. La Santina, protectora de lo tangible y lo intangible, parece estar detrás de cada uno de estos eventos, moviendo los hilos del destino con una mano invisible, pero poderosa.

Las leyendas cuentan que aquellos que miran al cielo la noche del 8 de septiembre pueden ver una estrella que brilla con más intensidad sobre Covadonga. Se dice que es la señal de la Santina, recordando a los asturianos que, pase lo que pase, siempre estarán bajo su protección, ya sea en las montañas sagradas de los Picos de Europa o en las costas lejanas del Nuevo Mundo. Y así, en esta fecha mágica, lo sagrado y lo profano, lo antiguo y lo moderno, se unen en una danza infinita, bajo la mirada amorosa de la Virgen de Covadonga.

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