Adrián Barbón lidera la cruzada por el "oro líquido" de Asturias en el Festival de Nava
En un día soleado que parecía hecho a medida para el evento, el Festival de la Sidra de Nava se convirtió en el escenario perfecto para que el presidente del Principado de Asturias, Adrián Barbón, alzara no solo su vaso, sino también su voz en defensa de uno de los tesoros más preciados de la región: la sidra.
Un brindis por la historia
"La sidra no es solo una bebida, es la esencia líquida de Asturias", declaró Barbón ante una multitud entusiasta en la 47ª edición del festival. Con la pasión de quien defiende un legado familiar, el presidente recordó a los presentes que "nuestros antepasados, los astures, ya disfrutaban de una bebida fermentada de manzana mucho antes de que Roma siquiera soñara con el imperio".
Esta afirmación no es mera retórica política. Recientes estudios arqueológicos han encontrado residuos de bebidas fermentadas de manzana en vasijas datadas del siglo V a.C. en yacimientos asturianos. "Estamos hablando de un patrimonio que ha sobrevivido a imperios, guerras y revoluciones", añadió el Dr. Álvaro Fernández, arqueólogo de la Universidad de Oviedo.
Más que una bebida: Un estilo de vida
Pero la sidra asturiana es mucho más que su antigüedad. Es un complejo cultural que abarca desde la plantación de los manzanos hasta el ritual del escanciado. "Cuando escanciamos sidra, no solo servimos una bebida, realizamos un acto de comunión social", explicó María Luisa García, presidenta de la Asociación de Escanciadores de Asturias.
El festival, que atrae a más de 30.000 visitantes cada año, es una muestra viviente de esta cultura. Desde concursos de escanciado hasta catas guiadas, pasando por exhibiciones de tonelería tradicional, el evento es un microcosmos de la riqueza cultural que rodea a la sidra.
El impacto económico: Un sector en efervescencia
La importancia de la sidra trasciende lo cultural. Según datos del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida "Sidra de Asturias", el sector genera más de 5.000 empleos directos e indirectos en la región.
"En los últimos cinco años, hemos visto un aumento del 20% en la exportación de sidra asturiana", señaló Juan Carlos Martínez, presidente del Consejo Regulador. "El reconocimiento de la UNESCO no solo sería un honor, sino que podría catapultar estas cifras".
La carrera hacia el reconocimiento mundial
La mención de la UNESCO por parte de Barbón no fue casual. Asturias se encuentra en la recta final de un proceso que podría ver la cultura sidrera declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
"Estamos más cerca que nunca", afirmó Barbón. "La sidra no es solo asturiana, es un tesoro de la humanidad que merece ser protegido y celebrado a nivel mundial".
El expediente, que se ha trabajado durante más de una década, incluye no solo la bebida en sí, sino todo el ecosistema cultural que la rodea: desde las prácticas agrícolas tradicionales hasta los rituales sociales asociados a su consumo.
Innovación y tradición: un matrimonio perfecto
Pero la sidra asturiana no vive solo de su pasado. La región ha visto un auge en la producción de sidras premium y ecológicas en los últimos años. "Respetamos la tradición, pero no tememos innovar", comentó Luisa Fernández, propietaria de Sidra Moderna, una de las nuevas marcas que están revolucionando el mercado.
Esta combinación de respeto por la tradición e impulso innovador es, según muchos, lo que hace única a la sidra asturiana y lo que podría inclinar la balanza a su favor en la decisión de la UNESCO.
Un futuro efervescente
Mientras el sol se ponía sobre Nava y los últimos acordes de la gaita se desvanecían en el aire, quedaba claro que el Festival de la Sidra era mucho más que una fiesta local. Era la celebración de una cultura milenaria que mira con optimismo hacia el futuro.
"Independientemente de lo que decida la UNESCO, la sidra seguirá siendo el corazón líquido de Asturias", concluyó Barbón. "Pero con su reconocimiento, podríamos compartir este tesoro con el mundo entero".
Y con estas palabras, el presidente alzó su vaso una vez más, en un brindis que parecía abarcar no solo a los presentes, sino a generaciones pasadas y futuras de asturianos. Un brindis por la sidra, por Asturias y por un patrimonio que, con o sin reconocimiento oficial, ya es verdaderamente universal.