"Los argentinos no olvidaremos lo que Juan Pablo II hizo por nosotros"

"Los argentinos no olvidaremos lo que Juan Pablo II hizo por nosotros"
Desde el Vaticano el canciller Héctor Timerman valoró el rol del Papa Juan Pablo II en la mediación con Chile, que evitó la muerte de millones de personas cuando ambas naciones estuvieron a punto de ir a la guerra. En ambos países gobernaban entonces dictadores.

El canciller Héctor Timerman aseguró esta tarde en el Vaticano que los argentinos jamás “olvidaremos lo que hizo por nosotros Juan Pablo II”, al presidir junto a su par chileno, Alfredo Moreno, un homenaje conjunto al ex Pontífice.

“Hoy recordamos la providencial intervención de Juan Pablo II en 1978, que logró evitar un enfrentamiento armado entre la Argentina y Chile e iniciar el proceso de mediación a cargo de su representante especial, el Cardenal Antonio Samoré. Por eso Juan Pablo II es para nosotros el Papa de la paz, el héroe de la guerra que no fue”, acotó Timerman.

En un acto que tuvo lugar en la Casina Pío IV, sede de la Pontificia Academia de Ciencias, donde transcurrieron la mayor parte de las negociaciones entre ambos países, y donde la Presidenta, Cristina Fernández, y la entonces Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, colocaron en noviembre de 2009 una placa conmemorativa al cumplirse 25 años de la firma del Tratado de Paz y Amistad.

En aquella histórica visita, el Papa Benedicto recibió en el Palacio Apostólico y mantuvo -por primera vez en la historia del Vaticano- una audiencia privada con dos mandatarias al mismo tiempo.

“El 29 de noviembre de 1984 la causa por la paz en el mundo dio un paso decisivo con la firma del “Tratado de Paz y Amistad” entre Argentina y Chile, producto del esfuerzo diplomático de la Santa Sede, iluminado por la autoridad moral de Su Santidad”, explicó el canciller argentino.

Fue un 2 de mayo, coincidiendo con la fecha de la ceremonia de hoy, de 1985, cuando la Argentina y Chile ratificaron el Tratado de Paz y Amistad firmado 6 meses antes.

“El Tratado logró reencauzar la relación bilateral y los históricos vínculos de amistad y confianza entre nuestros pueblos”, sostuvo el jefe de la diplomacia argentina. Recordó que el 30 de octubre de 2009 las Presidentas de la Argentina y de Chile, ratificaron esta política con el Tratado de Maipú de Integración y Cooperación.

“El segundo Tratado, aprobado por unanimidad por ambas Cámaras del Congreso, complementa el de 1984 y profundiza los vínculos que nos unen con Chile, luego de más de dos décadas de trabajo conjunto”, manifestó Timerman.

El ministro resaltó que “Juan Pablo II fue sin duda una de las personalidades más destacadas de nuestra era, desde el punto de vista religioso y también por relieve internacional de su liderazgo moral”. Agregó que el Papa fue un actor decisivo en la “conformación del mundo que hoy vivimos y la huella de su pensamiento y de su obra ha de ser profunda y duradera”.

El canciller afirmó que la Argentina basa su política exterior en el fortalecimiento del multilateralismo, el respeto al Derecho Internacional, la promoción de los Derechos Humanos, la integración regional y la lucha por un mundo más justo. Por lo tanto, “la excelente relación que hoy tenemos con nuestros hermanos chilenos es motivo de orgullo y satisfacción”.

El canciller recordó “aquellos meses finales de 1978, cuando un Papa ‘venido de lejos’, cómo él se presentó, se encontró a las pocas semanas de iniciar su pontificado con una situación de guerra inminente entre dos países con millones de feligreses católicos. Conocedor en carne propia de los males del autoritarismo, no dudó en utilizar todo el peso de la legitimidad moral que inspiraba en la población argentina y chilena para evitar una guerra propiciada por almirantes y generales”.

Sobre el final de sus palabras, Timerman aseguró que las “páginas escritas a sangre y fuego suelen recordarse más que aquellas de paz”. Por tanto, llamó no olvidar que Juan Pablo II “salvó miles de vidas con su rápida y valiente intervención. Siguieron luego años de un memorable trabajo diplomático llevado a cabo por el mediador papal, coronados por el Tratado de Paz y Amistad, luego de una consulta en el amanecer democrático argentino que obtuvo un masivo apoyo popular. En ocasión de su beatificación, consideramos que esta mención es la mejor conmemoración que podemos hacer a Juan Pablo II”.

Finalmente, el canciller puntualizó que el pueblo argentino tiene un reconocimiento especial a Juan Pablo II por sus visitas al país. La de junio de 1982, para “suplicar por la rápida terminación del conflicto con el Reino Unido en las Islas Malvinas, y la de 1987, cuando unió en un mismo derrotero a la Argentina y a Chile. En esa ocasión, recorrió 10 ciudades argentinas y clausuró la Jornada Mundial de la Juventud en la ciudad de Buenos Aires, que contó con la participación de alrededor de un millón de personas”, agregó.

Además de Timerman y Moreno, participaron de la ceremonia monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, obispo argentino que dirige la Pontificia Academia de Ciencias; y monseñor Dominique Mamberti, secretario de la Santa Sede para las
Relaciones con los Estados.

Junto a autoridades eclesiásticas, funcionarios y representantes diplomáticos de ambos países, estuvieron, entre otros, el secretario de Culto de la Nación, Guillermo Oliveri; el embajador argentino ante la Santa Sede, Juan Pablo Cafiero y la embajadora Susana Ruiz Cerutti, Consejera Legal de la Cancillería y miembro de aquella delegación argentina ante el Vaticano, que en su momento se encargó de las negociaciones en el marco de la mediación papal.

Histórica mediación

El 22 de diciembre de 1978, en ocasión del tradicional encuentro con los cardenales y la Curia Romana para los saludos por las fiestas navideñas, el Papa Juan Pablo II anunció: "Frente a las noticias siempre más alarmantes que van llegando respecto del agravamiento y sobre la posible, es más, temida por no pocos, precipitación de la situación (entre la Argentina y Chile), he hecho conocer a las partes mi disposición -más aún, el deseo- de enviar a las dos capitales un representante especial mío, para tener informaciones más directas concretas sobre las respectivas posiciones y para examinar y buscar juntos la posibilidad de una solución pacífica de la controversia".

El 23 de diciembre de 1978, el Pontífice designó como su Representante Especial al cardenal Antonio Samoré, quien arribó a Buenos Aires el 26 de diciembre.

Luego se trasladó a Santiago de Chile y regresó a la capital argentina el 30. La tarea de Samoré duró 17 días. Según lo señalado por el propio Juan Pablo II, la misión de su representante era meramente de Buenos Oficios. Este método de solución de controversias no apunta a que el tercero que los ejerce realice propuestas concretas a las partes, sino a acercarlas, sin participar directamente en las negociaciones, es decir, sin proponer soluciones. No se puede hablar aún, en esa instancia, de mediación papal.

Como consecuencia de las gestiones de Samoré, el 8 de enero de 1979, la Argentina y Chile firmaron en la ciudad de Montevideo, y en presencia del cardenal, el Acuerdo sobre el Diferendo en la Zona Austral («Acta de Montevideo»), donde acordaron solicitar a la Santa Sede que actuara como mediadora para «guiarlos en las negociaciones y asistirlos en la búsqueda de una solución del diferendo».

Ese mismo mes, el Papa aceptó la solicitud de mediación, proceso que comenzó poco después, en abril de 1979, conducido por Samoré, acompañado en los primeros años por monseñor Faustino Sainz Muñoz y más tarde también por monseñor Gabriel Montalvo.

El 3 de febrero de 1983 falleció el cardenal Antonio Samoré, quien no pudo ver los resultados finales de su misión. Le sucedió al frente de la Oficina para la Mediación el Arzobispo Gabriel Montalvo, acompañado por Sainz Muñoz.
A partir de octubre de 1983, con el regreso de la democracia a nuestro país y el compromiso del gobierno constitucional de Raúl Alfonsín, los trabajos de mediación tomaron gran impulso.

El 23 de enero de 1984, la Argentina y Chile suscribieron en el Vaticano la "Declaración Conjunta de Paz y Amistad", por iniciativa y por invitación de Juan Pablo II.

Allí refrendaron “el significado que reviste la iniciación de la fase conclusiva de los trabajos de la mediación con la elaboración del tratado final, aceptable para ambas partes”.

De esta manera, ambos países ratificaron su decisión política de llegar a un acuerdo definitivo a través de la mediación. Así, durante 1984 se desarrollaron intensas y decisivas negociaciones.

En octubre de ese año, las delegaciones de Argentina y Chile inicialaron en el Vaticano el texto del proyecto de Tratado de Paz y Amistad, el que, por decisión del gobierno de nuestro país y previo a su firma, fue sometido a un plebiscito nacional.

La opción del “sí” (a favor de suscribir el Tratado con Chile) obtuvo un 82%.

El 29 de noviembre de 1984, en presencia del Cardenal Agostino Casaroli, secretario de Estado, los cancilleres de la Argentina, Dante Caputo, y de Chile, Jaime del Valle, suscribieron en la Sala Regia del Palacio Apostólico, Ciudad del Vaticano, el Tratado de Paz y Amistad.

Este instrumento internacional no sólo estableció la definitiva delimitación en la Zona Austral sino también sentó las bases para la integración y cooperación de ambos Estados.

También instauró un procedimiento de solución pacífica de controversias que es hoy un modelo dentro del Derecho Internacional y que ha permitido posteriormente la resolución pacífica de otro diferendo limítrofe entre ambos países: la cuestión de Laguna del Desierto.


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