En una jornada extraordinaria que quedará grabada en los anales del deporte y la cultura popular, Bilbao experimentó un fenómeno sin igual. Ayer 11 de abril, la ciudad se transformó en un mar humano tras la victoria del Athletic de Bilbao en la Copa del Rey de Fútbol, congregando a nada menos que 1,200,000 personas, cifra que excede en 3.448 veces su población habitual de 348,000 habitantes. Este evento no solo celebró un triunfo deportivo, sino que también demostró una pasión y un espíritu comunitario raramente observados en cualquier otro lugar del mundo.
Para entender la magnitud de este acontecimiento, es útil compararlo con lo que significaría algo similar en otras ciudades del mundo donde el fútbol es más que un juego; es casi una religión.
Barcelona, España, con una población de aproximadamente 1,664,182, vería sus calles abarrotadas por 5,738,099 personas si se replicara el fenómeno de Bilbao. Imaginemos la Diagonal y el Paseo de Gracia inundados en una marea de camisetas blaugranas.
En Buenos Aires, Argentina, donde el fútbol late con el corazón de cada porteño, una población de 3,075,646 multiplicada en tal magnitud resultaría en 10,604,827 aficionados celebrando en la Avenida 9 de Julio, creando un evento de una escala apoteósica.
Río de Janeiro, Brasil, conocida por su carnaval y su amor al fútbol, podría ver 23,267,104 personas en las calles, más de tres veces su población de 6,748,000, si ocurriera un evento similar al de Bilbao.
Milán, Italia, una ciudad de 1,378,689 habitantes, podría esperar un conglomerado de 4,753,719 tifosi, llenando cada espacio desde el Duomo hasta San Siro.
Y no menos impresionante sería Madrid, España, donde sus 3,266,126 habitantes podrían transformarse en una multitud de 10,937,707 personas, llenando el Paseo del Prado, la Gran Vía y más allá, en una celebración que colapsaría incluso una ciudad acostumbrada a grandes eventos.
Otras ciudades como Manchester, Múnich, Lisboa, Ciudad de México, y Estambul también mostrarían cifras astronómicas que varían desde casi 2 millones en Manchester hasta más de 53 millones en Estambul, demostrando la universalidad del fútbol como un fenómeno capaz de mover masas más allá de cualquier expectativa razonable.
Este análisis pone en perspectiva no solo lo que ocurrió en Bilbao, sino lo que podría suceder en cualquier ciudad del mundo con una profunda afinidad por el fútbol. Lo de Bilbao no solo es un testimonio del amor por el fútbol, sino también del espíritu de una comunidad que se une en momentos de triunfo, estableciendo un precedente que será difícil, si no imposible, de replicar.