El grupo de investigación del Laboratorio de Genética Forense y de Poblaciones de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) investiga sobre nuestros antepasados a través del análisis genético de restos humanos antiguos con el fin de comprender mejor una de las revoluciones más importantes de la historia de la humanidad: la llegada de la agricultur
Existe cierto consenso en cuanto al origen de la agricultura, por lo menos en lo que se refiere a nuestro continente. La agricultura y la ganadería se desarrollaron en Próximo Oriente hace unos 10.000 años, en la región del Creciente Fértil. Esta nueva cultura se conoce hoy como Neolítico, edad de la “piedra nueva”, puesto que también se mejoran las técnicas de tallado respecto al período anterior, el Paleolítico o era de la “piedra antigua”. Sin embargo, los rasgos más característicos del Neolítico son la adopción de la agricultura y de la ganadería (que sustituyen a la recolección y caza, respectivamente), el asentamiento en poblados en lugar del nomadismo y el empleo de recipientes cerámicos.
La llegada y el desarrollo de la agricultura constituyeron una verdadera revolución ya que implicaron la producción de alimentos, la generación de excedentes y un crecimiento demográfico vertiginoso. Además, ya no era necesario moverse para la búsqueda de alimentos. Como era de esperar, todas estas condiciones favorables incrementaron la natalidad.
Pero, ¿cómo se difundió la agricultura en Europa? Ésta es sin duda la pregunta más debatida a lo largo de los últimos 50 años, en diferentes disciplinas que van desde la arqueología hasta la genética. Se sabe que se difundió desde Próximo Oriente hacia Europa. Sin embargo, se desconoce si se trató de un fenómeno homogéneo y gradual o de diferentes difusiones independientes y arrítmicas. Tampoco se sabe si se trató de un movimiento poblacional masivo, empujado por el aumento de la población, o si simplemente lo que viajó por toda Europa fue la nueva cultura y los nuevos hábitos de vida, considerados ventajosos.
Asimismo, existe un largo debate acerca de los mecanismos de difusión del Neolítico –y de la agricultura, como parte de las nuevas adopciones adquiridas con la llegada del mismo- en la Península Ibérica. Desde la arqueología se han propuesto diferentes respuestas a lo largo de las últimas décadas que implican influencias norteafricanas o próximo-orientales. Esta última es la hipótesis más acreditada, aunque no se sabe hasta qué punto implicó un movimiento poblacional. Para la Península Ibérica se han propuesto diferentes alternativas, esencialmente basadas en la llegada de colonizadores de Próximo Oriente a lo largo de las costas y en la adopción cultural por los pobladores paleolíticos previos en el interior.
El ADN ayuda a comprender cómo pudo ser la difusión
El grupo especializado en ADN antiguo del Laboratorio de Genética Forense de la UCM está llevando a cabo una investigación, que se publicará próximamente en la revista Molecular Ecology, encaminada a determinar cuál es la contribución del ADN antiguo en la comprensión de la difusión de la agricultura.
La información genética recuperada a partir de restos humanos de los primeros pobladores neolíticos del noreste de la Península Ibérica (yacimientos de Can Sadurní - Barcelona, Chaves - Huesca y Sant Pau del Camp – Barcelona) destaca por sus elevadas diferencias respecto a la población actual de esa región. Esto se debe a la presencia de variantes genéticas que actualmente no se encuentran en Europa pero sí en Próximo Oriente. Este dato, junto con la detección de rituales funerarios parecidos entre una de las muestras estudiadas y las tradiciones neolíticas próximo-orientales, apunta a una conexión entre las dos regiones. Para analizar estos resultados se han empleado modelos computacionales que sugieren elevados cambios en las dimensiones poblacionales de los primeros neolíticos. Esto habría implicado la pérdida de determinadas variantes genéticas por azar, según el fenómeno conocido como deriva genética. Estos mismos análisis apuntan a la llegada de pequeños grupos de agricultores a la región estudiada a principios del neolítico. Este tipo de movimiento poblacional se define como colonización pionera y está apoyada por datos arqueológicos.
“En su conjunto este estudio multidisciplinar representa una contribución importante para la interpretación de los mecanismos de difusión del Neolítico en nuestra Península y resalta la importancia de la sinergia entre diferentes disciplinas para la comprensión de nuestro pasado”, explica Cristina Gamba, miembro del Laboratorio de Genética Forense y Genética de Poblaciones de la UCM y coautora del estudio publicado en la revista Molecular Ecology.
FOTO: ¿Cómo se difundieron la agricultura y la ganadería en la Península Ibérica? Fuente: Cristina Gamba