[En este mapa, se puede seguir el recorrido de las prendas hasta la fecha y permanecerá abierto para que cualquier persona interesada pueda consultarlo en el futuro].
Las prendas seguidas por Greenpeace también han sido localizadas en África. En concreto, han aparecido en Egipto, Togo y Marruecos. Cabe destacar que, según la Agencia Europea del Medio Ambiente, el 46 % de los textiles usados exportados desde la UE tienen a países africanos como destino, donde son revendidos alrededor del 60 %, mientras que el resto es desechado, muchas veces directamente en el medio ambiente como Greenpeace pudo comprobar en otra reciente investigación. Cabe destacar que esta práctica, aun pareciendo buena, es muy perjudicial para las economías locales que ven cómo la ropa usada “barata” europea, que inunda los mercadillos de numerosos países, impide el desarrollo de una industria textil local. Otra de las prendas ha llegado a Chile, a pesar que América no es un destino habitual de la ropa usada que se genera en España. Chile posee uno de los casos mundialmente más reconocidos de contaminación textil por las montañas de ropa usada que se acumulan en el desierto de Atacama.
Según las investigaciones de Greenpeace, la ropa usada procedente de España que se envía a países europeos, suele tener un valor económico muy superior a la que se envía a países como Marruecos o Emiratos o Pakistán (que son de los principales destinos de las exportaciones), lo que también indicaría una peor calidad, lo que le resta posibilidades de una segunda vida y un mayor riesgo de acabar siendo desechada, con el consiguiente impacto medioambiental.
Un sistema que no funciona
Durante el desarrollo del trabajo, la organización ecologista también ha detectado la presencia de un circuito irregular de gestión de residuos textiles, es decir, que se escapan a la gestión autorizada por los ayuntamientos, que tienen la competencia de la recogida selectiva de residuos.
Alrededor de la mitad de los dispositivos de seguimiento no han salido de España, aunque sí se han movido una o varias veces de lugar. Esto es debido a que los cuatro meses de investigación que han transcurrido hasta ahora no son suficientes para realizar el seguimiento completo hasta el destino final de la prenda de ropa que se deposita en un contenedor. Por esta razón, Greenpeace permite que desde su web se realice el seguimiento de los trackers que aún no han llegado a destino actualizando diariamente su localización o hasta que se confirme que las limitaciones de la metodología no han permitido conocer correctamente su localización.
Greenpeace cree que la investigación pone de manifiesto la necesidad de cambiar radicalmente el modelo de producción y consumo de ropa y evitar caer en falsas soluciones o parches que retrasen este cambio. La gestión efectiva de la ropa usada para que no suponga un problema medioambiental y social cada vez mayor, a la que las marcas de ropa estarán obligadas a partir de 2025 tiene que estar acompañada de una reducción drástica de la producción, un aumento de la durabilidad y la calidad de las prendas.
El coste de la "fast fashion" vs. la ropa sostenible
El precio es uno de los principales argumentos que favorecen el consumo de "fast fashion" frente a vestirse de forma sostenible. Greenpeace ha comparado 10 prendas básicas de marcas de "fast fashion" con prendas equivalentes de moda sostenible, tomando como referencia el presupuesto medio de ropa y calzado por persona al año según datos del INE 2022. Partiendo de la reducción del consumo como primer paso de compra sostenible, se ha comprobado que es posible vestirse de forma sostenible sin salirse del presupuesto medio, combinando prendas nuevas de marcas sostenibles con alternativas de consumo circular (como el alquiler y la reutilización) y evitando así los costes ambientales y sociales de la "fast fashion".
Performances en 10 ciudades de España
Por otro lado, activistas de la organización ecologista han realizado actividades reivindicativas en 10 ciudades del estado, en las que han denunciado la relación existente entre la llamada “fast fashion” y sus implicaciones en el medioambiente y la sobreexplotación de personas, principalmente mujeres. Para ello, realizaron una pasarela ficticia en la que se mostraba a modelos desfilando y quitándose la ropa sobre una alfombra negra, como un símbolo de que esta forma de hiperconsumo genera una obsolescencia que no dura ni el tiempo que llevaba a las y los modelos, desfilar por la pasarela. Con lemas como “La moda rápida destruye el planeta y explota a mujeres” o “La mejor oferta es salvar el planeta”, la organización ha querido llevar al corazón comercial de las calles de las principales ciudades del estado, un mensaje para la ciudadanía en general y una llamada a que se repiense esta forma de hiperconsumo que genera impactos ambientales y sociales.
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