En las entrañas del bullicioso Madrid, donde la modernidad abraza la tradición, descubrimos una joya oculta: Casa Hortensia, un santuario de la gastronomía asturiana que se alza con orgullo en la segunda y tercera plantas del Centro Asturiano. El edificio, cuya fachada se confunde con la de los vecinos residenciales, guarda en su interior un oasis de sabores y hospitalidad norteña.
A nuestra llegada, la perfecta señalización nos guió hacia un portal que parecía la puerta a otro mundo. Subimos las escaleras, dejando atrás el bullicio de la calle Farmacia, y nos adentramos en el corazón de Asturias en Madrid. La sidrería de la tercera planta, con su promesa de raciones generosas y sidra espumosa, nos tentaba y además teníamos una misión: explorar la aclamada calidad culinaria de la sidrería de Casa Hortensia.
Sergio, el maestro de ceremonias de la sidrería, nos recibió con una mezcla de profesionalidad y calidez que nos hizo sentir como en casa. Pese a la plenitud del lugar, su gesto resuelto nos aseguró un asiento donde los manjares asturianos nos esperaban. Con la eficiencia de un director de orquesta, orquestó nuestra experiencia culinaria, presentándonos a los camareros, que, aunque no todos asturianos, compartían una pasión genuina por la tradición que servían. Pero antes, nos contó la historia de Casa Hortensia, un poco resumida, claro...
Un poquito de Historia de Casa Hortensia:
Casa Hortensia, un destacado restaurante asturiano en Madrid, tiene una historia interesante. Fue fundado en 1985 por José Luis Núñez y Adela Besteiro, quienes no son asturianos pero lograron hacerse un nombre en la capital, especialmente por su fabada y fabes con almejas, merluza rebozada, un pastel cuya receta tiene más de 40 años, y su arroz con leche. Originalmente ubicado en el barrio de Lavapiés, Casa Hortensia se mudó a su actual localización en el Edificio Asturias, en la calle Farmacia, situado entre los barrios de Malasaña y Chueca hace unos 15 años. Este cambio les permitió expandir de un pequeño salón de apenas 55 comensales a uno con capacidad para más de 130 personas.
El restaurante, junto con una sidrería, ocupa dos plantas en el Edificio Asturias, que también alberga el Centro Asturiano de Madrid. El restaurante se encuentra en la segunda planta y la sidrería en la tercera. Para acceder a cualquiera de los dos espacios, los clientes deben entrar por el portal y subir en el ascensor o por las escaleras.
Esta evolución de Casa Hortensia desde su fundación hasta convertirse en una parte integral del Centro Asturiano de Madrid ilustra su compromiso con la preservación y promoción de la cocina asturiana en la capital española.
Pero dejemos la historia y sigamos con nuestro relato en el presente...
El interior de la sidrería rebosaba de calidez: madera pulida, murmullos de conversaciones y el aroma inconfundible de la cocina asturiana en pleno apogeo. En nuestra mesa, una robusta roca de pan, dorada y crujiente, presagiaba el festín que se avecinaba.
El aperitivo fue un abreboca celestial: una crema de queso de cabrales que nos introdujo suavemente al paladar asturiano. Acompañado de un verdejo blanco, fresco y afrutado, cada bocado preparaba el escenario para el acto principal. El escanciador mecánico, una maravilla de la innovación, se encargó de verter la sidra asturiana con la precisión de un artesano, asegurando el perfecto acompañamiento para los platos que seguirían.
El pastel de cabracho, majestuoso en su presentación, fue una revelación de sabor, su textura suave y su rico sabor marino conquistaron nuestros sentidos.
Pero el cachopo fue la estrella de la noche: una imponente obra de arte culinario, crujiente por fuera y tiernamente rellena por dentro, un plato que desafiaba la ley de la saciedad y nos invitaba a rendirnos ante su grandeza.
Apenas teníamos espacio para más, pero nuestra camarera asturiana nos susurró un secreto: la tarta de queso al orujo era una experiencia que no podíamos dejar pasar. Y no se equivocaba. La tarta, con su equilibrio perfecto de dulzura y un sutil toque de orujo, fue el epílogo soñado para una cena que ya había trascendido lo gastronómico para convertirse en una experiencia sensorial completa.
Los digestivos de crema de orujo, ofrecidos por la casa, fueron el broche de oro, ayudándonos a digerir no solo la comida sino la magnitud de la experiencia. La cuenta, reflejo justo de la calidad y el servicio inmaculado, fue el último intercambio de una noche que recordaríamos con cariño.
"Sergio, reserva una mesa en las alturas para la próxima vez", fueron nuestras palabras al despedirnos, con la promesa de un retorno. Casa Hortensia no es solo un restaurante, es un pedazo de Asturias en Madrid, un lugar donde cada cena se convierte en una celebración de la vida misma.