Con el reciente desplazamiento de Jaume Roures, fundador de Mediapro, por el fondo chino Orient Hontai, que ostenta un dominio del 80% a través de Southwind Group, se aviva el debate sobre el control chino en la industria audiovisual española y, quizás, global. Esta maniobra da un nuevo giro a la hegemonía en el sector, alimentando las especulaciones sobre si la influencia de China es, o no, peligrosa para la pluralidad y diversidad en los medios.
La destitución de Roures viene marcada por desacuerdos y divergencias con los intereses chinos. A pesar de que Roures tiene un 5% del capital (y su socio, Benet, otro 5%), la inyección de 650 millones de euros en 2021 por parte del fondo chino a la empresa, redujo significativamente su peso. Con un predominio tan contundente del 80%, uno podría cuestionar: ¿quién tiene realmente el poder de decisión y dirección en la compañía? ¿Es prudente dejar el control de una entidad mediática tan grande en manos de intereses extranjeros?
Roures y Benet, distanciados en opiniones, tienen en juego mucho más que una empresa; se juega la identidad y orientación de la producción audiovisual que Mediapro representa. A pesar de que un comunicado oficial asegura que el rumbo de la compañía permanecerá intacto y que los valores fundacionales se mantendrán, es inevitable preguntarse si, en realidad, no se cederá ante las presiones y visiones del gigante asiático.
Mediapro ha sufrido en su trayectoria intentos fallidos de expandir su negocio de derechos de televisión por Europa, perdiendo terreno en países como Francia e Italia. Ahora, su contrato de derechos internacionales de la liga española y la necesidad de diversificar su oferta, lo ponen en una posición delicada y, quizás, vulnerable a las influencias y objetivos de sus principales accionistas.
Con Telefónica y DAZN dominando los derechos de emisión en televisión de la liga española y la Champions League, Mediapro está en una encrucijada. ¿Se convertirá en un mero instrumento de las aspiraciones chinas en la industria del entretenimiento global? El control chino, con su vasto poderío económico y aspiraciones globales, podría ser una señal de alarma para aquellos que valoran la diversidad y autonomía en los medios. Es un escenario que requiere una profunda reflexión sobre el futuro del panorama audiovisual español y, por extensión, mundial.