Por Eva Roríguez.SINC.-Mantener a la gente en el mundo rural a pesar de las dificultades, esa es la máxima de Marta G. Rivera para un sistema agrícola sostenible en el tiempo. La investigadora de la Universidad Autónoma de Barcelona, que es miembro del equipo que prepara el próximo informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) alerta de los problemas que supone el actual modelo de agricultura industrializada y los múltiples factores que provocan las crisis de hambruna en el mundo.
¿Qué labor desarrolla el equipo de trabajo en el que participa dentro del IPCC?
Lo que hacemos es recopilar toda la información de nuestros compañeros científicos y ponerla toda en un único documento para tener la opción de hacer recomendaciones políticas a los legisladores.
¿Cuáles son las claves para la sostenibilidad agrícola?
Para tener una agricultura sostenible y que pueda sobrevivir a los tiempos que vendrán, es fundamental que haya gente en el medio rural. Los países occidentales tienen un modelo de agricultura industrial que expulsa a la gente del campo. Es un modelo muy intensivo en capital, pero no en mano de obra, ni en los conocimientos de la gente.
¿En qué se basa entonces?
Es muy empresarial, de arriba abajo. Por poner un dato, en España entre 1999 y 2005 habían desaparecido 800.000 explotaciones agrarias. Otro elemento fundamental es tener una agricultura de pequeña a escala, que se base en elementos locales, independiente de otros insumos de otros países que hace que la agricultura sea muy vulnerable. De hecho, lo que se busca en el ámbito del cambio climático es aumentar la denominada “resiliencia”, es decir, la capacidad que tiene el sistema agrícola para volver a un estado original cuando sufre un fuerte impacto.
¿Qué papel le otorga a las cumbres del clima como la que se celebra estos días en Durban?
El papel de las cumbres y el papel del IPCC son importantes porque se hace un esfuerzo por entender las evidencias que se van recogiendo a nivel científico. Es el paso previo para poder legislar. El problema está que incluso a nivel científico, puede no haber consenso en la interpretación de los datos.
Como experta en ciencia de los alimentos, ¿qué impacto tienen los transgénicos en el mundo rural y en la agricultura en general?
Yo personalmente no estoy a favor de los transgénicos. Es un ejemplo claro en el que no hay consenso científico. La mayoría de la gente que trabaja en ciencias sociales, como es mi caso, estamos en contra porque analizamos los impactos que tiene en el modelo agrícola y las personas que viven en el medio rural. Aquellos que trabajan en el ámbito de las ciencias naturales y solo ven la tecnología en sí –no la tecnología y su impacto en el entorno –, separan su dimensión social de la dimensión técnica, sin analizar que los transgénicos profundizan en una agricultura industrial.
Pero quienes los defienden hablan del beneficio que tiene para poder acabar con el hambre en el mundo…
Hoy día existen 1000 millones de personas que pasan hambre y se prevee que la población aumente para el 2050 hasta los 9000 millones de personas. Además nuestra agricultura contamina, agota los suelos, es mala para la salud por el excesivo uso de pesticidas y genera crisis alimentarias cada dos por tres. A cada una de estas problemáticas le puedo poner un parche, o puedo ver cuáles son las causas reales que las originan y cambiar de modelo. Cuando aparecieron los transgénicos dijeron que iba a ser la herramienta para eliminar el hambre y obviamente en lo que se ha convertido es en una herramienta de profundización de un modelo agrícola industrial que, como nos dice el relator de las naciones unidas para el derecho a la alimentación precisamente por entenderla como un negocio, y no como un derecho humano, genera más hambre. Es más barato y eficiente abordar la problemática del hambre desde otras opciones que incluyan a la agricultura campesina.
Y en el proceso de generación de biocombustibles, ¿qué lugar deberían ocupar los agricultores?
Creo que tienen un papel importante que jugar, siempre y cuando el derecho a la alimentación esté garantizado. Existen muchos agricultores que podrían ser autosuficientes energéticamente si dentro de su cosecha tuvieran excedentes que pudieran transformar en una planta local para producir agrocombustibles en su territorio. El problema que tienen los biocombustibles es si los producimos con modelos intensivos, con alta dependencia del petróleo, utilizando pesticidas y pensando en modelos energéticos de gran escala, que igualmente ponen el negocio por encima de las necesidades energéticas de las personas.
ÁFRICA: LA SEQUÍA ES SOLO UN PROBLEMA MÁS
En el Cuerno de África, países como Kenia viven una situación de hambruna y sus fuentes de subsistencia agrícola y sobre todo ganadera se han vuelto insostenibles. ¿Cómo se deben gestionar estas zonas?
Estuve en Kenia justamente hace un mes trabajando en un proyecto sobre agricultura y cambio climático. Lo que ocurre allí, que es extensible al resto del Cuerno de África, es que el cambio climático ha empeorado una situación grave de por sí.
¿Por qué es diferente esta sequía a otras que han sufrido anteriormente?
La comunidad de los turkana, la tribu con la que estamos haciendo el estudio, antes vivía dentro un sistema de ganadería nómada y su ecosistema mantenía a toda la población (800 mil personas distribuidas en un territorio bastante amplio). Además, las sequías se producían cada diez o quince años y ahora son cada uno o dos años. En nuestra estancia hicimos entrevistas a pastores nómadas, a otros investigadores o trabajadores de ONG y de la administración pública. Si uno profundiza en el problema, el cambio climático es grave, pero aún existen zonas donde los animales domésticos podrían pastar. El principal problema que tienen y que afecta a su seguridad alimentaria es político, el cambio climático empeora esta situación, pero no la genera.
¿Qué les impide acercarse a esas zonas de pasto?
Por ejemplo, allí hay una reserva natural y como la sequía también está afectando a los animales salvajes, se ha cerrado el paso. Todo esto se agrava por políticas que debilitan las instituciones tradicionales y los sistemas de gestión tradicional de los pastos, de manera que, si bien antes el consejo de sabios planificaba entre comunidades la gestión del pastoreo, cada vez las acciones del gobierno debilitan más este tipo de instituciones. El pastoreo, en momento de sequía como ahora, se vuelve en algunos sitios una actividad no planificada. Otro conflicto que nos encontramos es entre las tribus. Hay que tener en cuenta que en África se hicieron fronteras en la época postcolonial de forma totalmente artificial y las fronteras no respetan los territorios de las diferentes tribus. Así, si en el gobierno hay personas de una tribu y no de otra, se pueden generar diferencias de trato.
En esa zona, las tribus tienen como tradición robar el ganado para la dote. El gobierno, entre los cuales había miembros de la tribu “enemiga” de los Turkana, no actúa para terminar con el conflicto y, por miedo a ser atacados, encontramos zonas con abundante pasto que no eran pastoreadas por falta de seguridad. Estos no son problemas de cambio climático, aunque la sequía obviamente agrava la situación. Eso sin contar, que a algunas tribus, como los turkana, la simplificación en las estrategias políticas (que no valen nunca para entender la complejidad, y menos en países tan diversos como los africanos), no han apostado por respetar sus costumbres, sino que les obligan a adaptarse a las nuevas instituciones.
También se escuchan voces que se oponen a la ayuda humanitaria. ¿Cómo se justifican?
Así es, la ayuda alimentaria supone otro problema. Las tribus de la zona antes contaban con su ganado para alimentarse de carne, leche, sangre y frutos silvestres. Con el cambio climático los frutos no nacen y, por diferentes motivos, venden el ganado mermado por la sequía y el no acceso a pastos. La ayuda alimentaria es otro factor más que dificulta la práctica del nomadismo, dado que ahora son dependientes de dicha ayuda (que no les gusta) y que además llega a sitios concretos. Poner una barrera a la práctica del nomadismo supone una barrera a la adaptación al cambio climático.
Existen muchas evidencias que demuestran que este tipo de pastoreo, en el que se desplazan allí donde los recursos no están agotados, es una estrategia de adaptación muy importante. Sin embargo, el nomadismo se considera como primitivo y por temas políticos se le pone trabas. En este sentido, las ONGs y los donantes también tienen mucho que ver. Hay que ser consciente que en África, y en el caso concreto de Kenia, el pago de la deuda externa o las políticas de ajuste estructural han dejado a los estados muy debilitados. Un porcentaje muy elevado de sus políticas están pagadas directamente por donantes, con lo que no hay una política fuerte de estado, sino políticas que dependen de los donantes de turno.
FOTO: Marta G. Rivera en Turkana (Kenia). Imagen cedida por la autora.