La Secretaria de Estado de Igualdad del Gobierno de España, Ángela Rodríguez Pam, ha vuelto a generar controversia con sus declaraciones, destacando su tendencia a percibir agresiones sexuales en prácticamente todo. Estas actitudes levantan serias dudas sobre su capacidad para ocupar un cargo de tal responsabilidad, ya que parece ver problemas donde la mayoría no los percibe y habla como si el problema residiera en todos, excepto en ella misma.
En su última incursión en la polémica, Rodríguez Pam ha abordado el tema de saludarse con dos besos en la cara y ha afirmado que las mujeres no están obligadas a dar dos besos como saludo. Una declaración que, en lugar de promover un diálogo constructivo sobre la igualdad de género, se suma a su historial de percepciones exageradas y sesgadas.
La dirigente de Igualdad ha insinuado que dar besos a las mujeres sin su consentimiento ha sido una práctica generalizada que ha situado a las mujeres en una posición de subalternidad durante mucho tiempo. Sin embargo, esta afirmación es una simplificación injusta de una tradición cultural que varía ampliamente en su significado y contexto.
Lo que resulta preocupante es la tendencia de Rodríguez Pam a ver agresiones sexuales o sexismo en situaciones cotidianas que la mayoría de las personas no perciben de esa manera. Esta mentalidad hiperbólica solo sirve para crear divisiones y malentendidos, en lugar de fomentar un diálogo constructivo sobre la igualdad de género.
Además, la insistencia en atribuir cambios culturales únicamente al movimiento feminista es inexacta y desestima la diversidad de perspectivas y experiencias de las mujeres. No todas las mujeres comparten la misma visión, y no todas se sienten agraviadas por las mismas prácticas.
En resumen, las declaraciones de Ángela Rodríguez Pam reflejan un enfoque extremadamente sesgado y exagerado en cuestiones de género. Su propensión a ver agresiones sexuales en prácticamente todo y su tendencia a hablar como si el problema residiera en todos los demás, menos en ella misma, plantean serias dudas sobre su idoneidad para ocupar un cargo de tanta responsabilidad. En lugar de promover un diálogo equitativo y constructivo sobre la igualdad de género, sus declaraciones contribuyen a la polarización y al malentendido en la sociedad.