El Presidente de Asturias entrega las medallas en el día de la comunidad y pone a Asturias por delante de todo

El Presidente de Asturias entrega las medallas en el día de la comunidad y pone a Asturias por delante de todo

El presidente del Principado aboga en la entrega de las Medallas de Asturias por aparcar las diferencias y los enfrentamientos: "Apelo al diálogo con voluntad expresa de acuerdo".

 

Hoy celebramos el Día de Asturias. Como cada 8 de septiembre, conmemoramos esta jornada con este sencillo acto dedicado a reconocer a quienes nos hacen mejores con su dedicación y ejemplo.

Ellos y ellas son los protagonistas de esta tarde. Acabamos de escucharles: Luis Fernández Vega, María Teresa Álvarez, Xosé Lluis García Arias, Laura González y José Andrés. Los cinco habéis merecido la medalla de Asturias. Enhorabuena y gracias por vuestro ejemplo de vida.

Gracias también a los hijos predilectos: Antonio Suárez, Ángeles Flórez Maricuela, y a Ana Cristina Tolivar Alas, que ha intervenido en nombre de su abuelo, el rector Leopoldo Alas, fusilado con ignominia en 1937.

Gracias, por último, a Juan Ramón Lucas, hijo adoptivo. Hoy muchas personas habrán descubierto que, contra toda evidencia, no has nacido en Asturias.

Sois los protagonistas de esta celebración institucional, del mismo modo que el pueblo de Asturias es el protagonista indiscutible del 8 de septiembre.

Porque no lo olvidéis. Este es el acto institucional del Día de Asturias en el que todos tenemos espacio: hombres y mujeres, mayores y jóvenes, creyentes de múltiples religiones o no creyentes. Aquí no sobra ni se expulsa a nadie. Somos fiel reflejo de lo que es Asturias: plural, diversa, abierta y con futuro.

Es difícil intervenir después de haberos oído, como será difícil estar a la altura de vuestros discursos. En todo caso, mis palabras no pretenden usurpar vuestro lugar de honor, la tribuna que habéis ganado a ojos de toda Asturias. Me limitaré a enhebrar un puñado de reflexiones sobre nuestra tierra.

Desde que asumí la presidencia del Principado en 2019, he procurado alejar este acto del ruido, del fragor cotidiano de las desavenencias, las tensiones y la crispación. Siempre he entendido que el Día de Asturias debe situarse muy por encima, prendido en la realidad pero preservado del partidismo y las banderías de quienes quieren imponer sus opiniones o posiciones. Quiero que el 8 de septiembre sea lo que debe ser, un día de hermandad, entendimiento, orgullo de identidad y afirmación colectiva. Un día de concordia y para la concordia de Asturias.

Esas ideas vuelven a armar hoy los cimientos de mi intervención, pero en esta ocasión quiero expresarlos de otra manera. 

Por eso, quiero hablaros del valor del diálogo. Es una palabra que se invoca mucho, pero se practica poco. No me refiero a ese intercambio de monólogos tan frecuente en la vida pública, sino a debatir para consensuar planteamientos comunes. Apelo al diálogo con voluntad expresa de acuerdo.

No lo digo por quedar bien. Como presidente del Principado, lo defiendo por razones prácticas. Necesitamos la mayor unión posible para hacer valer nuestros intereses. La mayor unión entre nosotros y la mayor unión, también, con todas las administraciones que comparten similares necesidades y planteamientos.

Añado otro motivo, también muy relevante: con el ejercicio del diálogo podemos convertirnos en una referencia de la buena política, que es la política útil, la que soluciona los problemas en lugar de enquistarlos.

Me ayudo con una anécdota. Hace poco, apenas nadie sabía qué era un refugio climático. Recuerdo que una vez afirmé en un debate parlamentario que a la vuelta de unos años el clima se convertiría en uno de los mejores atractivos de Asturias. Cuando lo dije, advertí alguna expresión de incredulidad entre sus señorías, asombrados de que los veranos de noches frescas y mañanas grises pudieran convertirse en un reclamo turístico. Ahora sabemos que el Principado está repleto de visitantes que escapan de las altas temperaturas y del inclemente sol de justicia. Pues valga el símil: hagamos con nuestras palabras y nuestro trabajo que Asturias sea también un refugio, un oasis que destierre la crispación y la política tóxica. Así ganaremos todos en entendimiento, colaboración y estabilidad.

No hay duda posible: a Asturias el consenso le sienta muy bien.

Tamén podemos tar d’acordo noutra certeza: que el aprecio á nosa historia y á nosa cultura fortalece Asturias.

Nin a historia nin a cultura nin, por suposto, as llinguas, son cautivas d’ideoloxía ningúa.

Pasaron 42 anos dende qu’entróu en vigor el noso Estatuto d’Autonomía. É pouco máis novo qu’a constitución de 1978, que reivindico como pacto de convivencia y marco llegal necesario, fruto d’úa Transición impulsada precisamente pola disposición al consenso. Enxamás entendín por qué a protección, el uso y a promoción del asturiano, verbos que xa vein expresaos nel artículo cuarto d’ese Estatuto aprobao en 1981, tein qu’entenderse como úa llinia fronteiriza entre dereta y esquerda.

Esa concepción divisoria del asturiano y del eonaviego, as nosas llinguas propias, nun ten sentido ningún y é, dafeito, úa incongruencia histórica. Nun entendo por qué quen s’espresa ou escribe en fala ten que ser etiquetao ideolóxicamente.

Nun tou referíndome á oficialidá. Xa conocen ustedes a mía opinión y a del meu goberno sobre ese asunto. Tou falando da necesidá de desterrar cualquer sentimento d’inferioridá sobre a nosa historia, sobre a nosa cultura y a nosa identidá. Xa é el hora de darye dúas voltas á chave que zarre ese complexo que nun deixa realzar el valor cultural y a importancia del asturiano y del eonaviego.

El tercer compromiso que planteo es la confianza en nuestras posibilidades. Es, hasta cierto punto, una consecuencia de la anterior. Si reconocemos y apreciamos nuestra historia y nuestro patrimonio cultural, también aumentaremos la seguridad en nosotros mismos.

Tengo 44 años. Hasta donde recuerdo, sin llegar a la memoria de mi querida Maricuela, Asturias ha vivido una crisis tras otra. Una especie de tormenta continua en la que apenas ha escampado. Es lógico que ese proceso haya oscurecido el ánimo y asentado el pesimismo, una especie de desesperanza colectiva que, sin embargo, ya no se corresponde con la realidad.

Insisto en calterner esti actu a salvu de tentaciones partidistes. Sé de sobra qu’equí conviven interpretaciones distintes sobre la evolución del Principáu. Si llamo a confiar dafechu nes nuestres posibilidaes ye porque hai una cuarta certeza que tenemos qu’asumir: tamos metíos de lleno nun torbolín de cambeos que nos lleva a una etapa nueva de desenvolvimientu económicu y social. Pa superala con éxitu nun podemos encarala menguaos, encoyíos d’ánimu, sinón conscientes de les nuestres fuercies.

Dalgunos de los axetivos que definen esi horizonte yá se ficieron habituales. Avanzamos p’hacia un modelu verde, dixital y sostenible onde la llucha contra’l cambéu climáticu va acabar imponiéndose como una de les grandes urxencies del nuestru tiempu.

Podemos espresalo con palabres más cercanes. Falar d’empreses con planes de descarbonización, de modernizar l’Alministración, del puxu del turismu o de la próxima conexón cola alta velocidá ferroviaria.

Cabe lleer caún  d’esos finxos como fechos aislaos o da-yos una interpretación de conxuntu, como la que toi intentando facer. La conclusión va ser la mesma: vivimos na antesala d’otru períodu na historia d’Asturies. La década del cambéu nun ye un eslogan, ye la realidá que nos arrodia. Énte esa situación, l’inmovilismu nunca va ser una opción. Al contrario, el pulsu reformista va ser el llatir d’esta llexislatura.

Propongo compartir cuatro certeces: el valor del diálogu, la importancia de la cultura propia, la confianza nes nuestres fuercies y la seguridá de qu’entamamos otra etapa na nuestra historia. Añado una quinta, que ye, amás, un compromisu personal. Y como güei nos acompañen la presidenta del Congresu, Francina Armengol; el presidente del Senáu, Pedro Rollán, y el ministru de Sanidá, José Manuel Miñones, atrévome a garralos de testigos.

Tamos en vísperes de que s’esclarie la investidura del próximu presidente del Gobiernu d’España. Sería un hipócrita si diere a entender que nun me da más por cómo acabe. Como cuando me referí a la oficialidá, toles persones d’esti auditoriu saben qué ye lo que yo prefiero.

Pero’l mio compromisu ye otru. Son tres palabres bien cencielles: Asturies, lo primero. Pa mí y pal mio gobiernu, la defensa de los intereses de los asturianos y les asturianes, l’atención y la solución de los problemas de la nuestra tierra, siempre van tar per delantre de cualquier otra cuestión. Ye un mensaxe directu, ensin doblez nin suxetu a interpretaciones, pa que s’entienda a les clares.

Yá podía desbloquiase pronto la situación nacional porque nin España nin el Principáu tienen tiempu que perder. En cualquier casu, seya cual seya’l resultáu, el mio Executivu siempre va tener el mesmu norte: con tola llealtá y cola mayor esixencia, Asturies, lo primero.

Añado unas últimas palabras, casi una especie de confesión. Cada uno maneja sus sentimientos a su modo y manera. Hay personas capaces de disimularlos, pero a mí se me notan de lejos, ingobernables. Y me alegro de que sea así porque siento un auténtico honor al presidir este acto.

Estoy orgulloso de presidir una tierra que reivindica su historia milenaria y que enfoca el futuro con certezas.


Por ejemplo, la certeza de volcarnos en conseguir la igualdad real entre mujeres y hombres, en construir una Asturias feminista que sólo los machistas desprecian por temor a lo que significa. El “se acabó” es así un grito de rebeldía que Asturias comparte.

Por ejemplo, la certeza de apostar por preservar nuestro entorno natural y hacer frente a la crisis climática global que, salvo cuatro negacionistas, todo el mundo reconoce como una amenaza para la vida y la salud de las personas.

Por ejemplo, la certeza de que Asturias es un rompeolas en defensa de la libertad, frente a aquellos que quieren imponer a los demás su forma de vivir, amar, creer o pensar. Asturias, amigos y amigas, siempre será la tierra de la libertad.

La vida, por lo demás, ofrece pocos manuales de instrucciones. Hay que capearla según viene. Eso sí, a falta de libreto, siempre podemos echar mano de los buenos ejemplos. Esos ejemplos cercanos que se convierten en referencia y orgullo, como son nuestros homenajeados hoy.

De la dedicación sabia, humanista y cordial de Luis Fernández-Vega; del reconocimiento histórico de la mujer de María Teresa Álvarez; de la entrega humanitaria, auténtica marca Asturias de solidaridad internacional, que representa José Andrés; de la condición pionera en la política y las instituciones de Laura González, siempre coherente, humilde y leal; o de la perseverancia en el estudio y el conocimiento de Xosé Lluis García Arias para que el asturiano sea apreciado con la dignidad cultural que merece.

Ellos y ellas, como la generosidad empresarial y cultural de Antonio Suárez, la reparación de la memoria del rector Leopoldo Alas, el ejemplo vital de compromiso y reconciliación que encarna mi querida Maricuela o esa asturianía de alma que representa Juan Ramón Lucas, son las grandes enseñanzas de este acto.

Termino con unos versos de Vanesa Gutiérrez, nuestra viceconsejera de Cultura:

“Si la patria ye un temblor,
tu yes munches,
munches veces,
patria mía.”

Con toda la emoción y todo el orgullo, ¡feliz Día de Asturias!

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