La pérdida de los bosques de algas, el alejamiento de las especies de interés pequero o la llegada de especies invasoras que pueden actuar de depredadoras son algunos de los efectos sobre los que advierten los expertos
añarse en el mar Cantábrico ha sido considerado históricamente para valientes, sobre todo, aquellos que se zambullían de un tirón y sin pensar dos veces que la temperatura del agua estaba por debajo de los 20 grados, la temperatura media normal para este mar. Pues bien, este verano hasta los más reacios a bañarse en nuestro Cantábrico por su frialdad lo están haciendo sin titubear a la hora de meterse y sin encoger la barriga y estirarse hacia arriba ante el envite de las olas. Los últimos datos de a AEMET sitúan la temperatura del agua de playas tan emblemáticas como la de San Lorenzo, en Gijón, en 25 grados, una temperatura sobre la que la Agencia Estatal de Meteorología ya llamaba la atención el pasado mes de junio, cuando calificó de «anomalía» que las aguas estuvieran hasta cinco grados por encima de la media, lo que viene a suponer que las aguas de las playas asturianas estuvieran a una temperatura similar a las del Mediterráneo.
Pues bien, haciendo bueno el dicho «no es oro todo lo que reluce», este aumento de la temperatura del agua del mar Cantábrico que tanto puede agradar a los frioleros tendrá importantes consecuencias para la fauna y flora marina si continúa tan elevada porque, de hecho, ya se perciben efectos como la reducción de ejemplares de algunas especies marinas.
De las causas del calentamiento de la temperatura del Cantábrico habla César González-Pola, científico del Departamento de Oceanografía Física del Centro Oceanográfico de Gijón, quien reconoce que este aumento de la temperatura del mar que se está percibiendo en la costa «es parte de un calentamiento generalizado a nivel global que afectó a los océanos del sur hace meses, en el verano austral, y ahora es muy intenso en todo el Atlántico Norte». Según explica, «aunque todos los años se baten records climáticos, el salto tan notable de la temperatura superficial en el océano global este año ha pillado por sorpresa por intensidad y extensión». En concreto, señala, «para el Atlántico el calentamiento tan intenso que tenemos en este momento se debe al debilitamiento de los vientos característicos del verano, los nordestes, que son los que ayudan a mezclar la columna de agua y activan corrientes que enfrían las aguas superficiales en la costa». Por tanto, ante la ausencia de estos vientos y el predominio de los vientos del oeste, el agua caliente se que flota sobre la fría inunda las costas. No obstante, el mismo también apunta que aunque puntualmente la vuelta de los nordeste pueda refrescar nuestras costas «en el océano abierto, la anomalía de temperatura es grande».
A esto se refiere José Manuel Rico, biólogo experto en ecología marina, quien coincide en que como consecuencia de los vientos predominantes del oeste y las corrientes se está produciendo «una ola de calor en todo el atlántico norte» que, añade, también afecta al Mediterráneo de forma intensa. Así, el mismo señala que aunque las temperaturas medias del agua ya estaba «considerablemente por encima de las temperaturas medias» registradas desde 1990, «lo de este año es realmente excepcional», por lo que no duda en advertir que de continuar pueden darse «consecuencias mayores a medio plazo», sobre todo, para aquellas especies cuya distribución esté afectada por las temperaturas.
Consecuencias
En otras palabras, una de las consecuencias del calentamiento del mar Cantábrico será «que desaparezcan especies de aquí» en la búsqueda de aguas con una temperatura más baja. De hecho, asegura que ya se está dando que especies de interés pesquero se encontraban antes más cerca de la costa, mientras que ahora los barcos tienen que irse más lejos para capturarlas.
Otra de las consecuencias de continuar tan elevada la temperatura del agua será «que las algas de agua fría desaparezcan por completo», lo que, añade, «modificará aún más el paisaje costero submarino que desde 2007 ya ha cambiado de forma espectacular». Y la preocupación de Rico es que las olas de calor marinas puedan ser a partir de ahora «más intensas, más frecuentes y más duraderas».
Un tercer efecto que cita puede tener el calentamiento de la temperatura del Cantábrico es que, al igual que las especies de aquí se desplazan al norte en busca de aguas más frías, las especies de la costa mediterránea puedan llegar hasta aquí suponiendo «una amenaza para la fauna y flora local porque pueden ser invasoras». «Hay que tener en cuenta que las especies llegan por las condiciones ambientales y compiten con otras especies», manifiesta el biólogo que, además, es experto en especies invasoras en el medio marino.
Respecto a si se puede hacer algo para reducir las consecuencias del aumento de la temperatura del mar, José Manuel Rico considera que «el momento de solo mitigar estos fenómenos climáticos ya ha pasado, por lo que ahora «se ha de cambiar el paradigma» y además de tratar de contener el cambio climático es necesario «adaptarse».
Esa adaptación la aplica también a las especies de interés pesquero y comercial de forma que el mercado deberá ajustarse a la situación: «los oricios, por ejemplo, entre la sobreexplotación y el cambio climático, han quedado en riesgo», comenta el biólogo, que añade que otras especies como el santiaguín, el bogavante del Cantábrico o la langosta podrían llegar a ser especies raras en la costa Cantábrica. «No estarán disponibles o costarán más dinero», advierte el mismo, que insta a reflexionar sobre «a costa de qué» puede ser más agradable que el agua de las playas asturianas esté más caliente: «tenemos que saber que el agua caliente tiene cosas negativas para nuestro ecosistema», traslada José Manuel Rico, que se muestra preocupado porque esto pueda ser «una tendencia y no una excepción».
Y el calificativo «preocupación» es el que utiliza también el científico del Departamento de Oceanografía Física del Centro Oceanográfico de Gijón, César González-Pola, quien manifiesta que «aunque la gente esté muy contenta bañándose con esta temperatura del agua, nuestros ecosistemas se ven afectados por esas temperaturas que reflejan el cambio climático». Así, precisa que «en los últimos 20 años se ha visto que llegan especies más propias del sur o que se han perdido bosques de algas que necesitan aguas más frías».
Con esto, González-Pola concluye que las consecuencias que se puedan estar viendo a nivel local «son el reflejo de algo más grave, más avisos de que el calentamiento global se intensifica y se nos puede ir fuera de control».