Un estudio de la Estación Biológica de Doñana (EBD), instituto perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha determinado que la población del lince ibérico todavía no es completamente favorable. El trabajo, publicado en Animal Conservation, ha evaluado cuáles son las condiciones necesarias para que la población de este animal sea viable genéticamente a largo plazo. Según los resultados del estudio, esto dependería del aumento del número y tamaño de sus subpoblaciones, así como del incremento de la conectividad existente entre ellas.
Gracias a los programas de conservación, la población de lince ibérico ha mostrado una tendencia positiva en la última década: el último censo estimó un total de 1.668 individuos en libertad frente a los menos de 100 que quedaban en 2002. Hoy, además de enfrentarse a numerosas amenazas, como los atropellos, el declive del conejo, la fragmentación de hábitat o el cambio climático, hay otro aspecto que pone en riesgo su recuperación: el factor genético. “La recuperación de una especie no solo depende de las cifras absolutas de su población, sino también de una mínima variabilidad genética para garantizar su supervivencia. En su momento más crítico, apenas existían dos subpoblaciones de lince aisladas en Doñana y en Andújar”, explica el investigador del CSIC en la EBD José A. Godoy. “Hoy son cinco y dentro del proyecto Life “Lynxconnect” se está trabajando en nuevas reintroducciones en Sierra Arana y Lorca, pero esto aún no es suficiente”, añade.
Los resultados del estudio indicaron que la viabilidad genética a largo plazo del lince ibérico necesitaría, al menos, un incremento del tamaño de las subpoblaciones de entre el 50% y el 200%. Esto supondría alcanzar al menos 1.100 hembras reproductivas, desde las 326 registradas en el censo de 2022. Otra de las condiciones sería la creación de ocho nuevas subpoblaciones. Ninguno de estos dos objetivos sería fácil de alcanzar a medio plazo debido al enorme coste que conlleva el crear nuevas subpoblaciones y la escasez de áreas adecuadas con suficiente densidad de conejos, su principal presa. Sin embargo, actualmente el lince ibérico está extendiéndose a algunos hábitats que no se consideraban óptimos para él en un principio, por lo que podrían abrirse nuevas posibilidades que se tendrían que estudiar.
Otro de los requisitos necesarios estaría relacionado con el nivel de migración. Las subpoblaciones deberían estar lo suficientemente conectadas como para favorecer el intercambio genético entre unas y otras. De este modo, se debería conseguir el intercambio de entre 8 y 15 individuos por generación entre subpoblaciones vecinas. Los linces que forman parte de los programas de reintroducción han demostrado una gran capacidad de migración.
“Han llegado a viajar distancias de incluso cientos de kilómetros y, en algunos casos, se han establecido de forma exitosa en otras subpoblaciones. Pese a ello, serán necesarias nuevas actuaciones para mejorar la conectividad, que ya están previstas en el proyecto Life ‘Lynxconnect’”, expone Godoy. Entre estas, se incluyen la creación de corredores ecológicos o el establecimiento de subpoblaciones intermedias con pocas parejas reproductivas que funcionen como guías para atraer individuos dispersantes y así dirigirlos hacia la próxima subpoblación. Es difícil, sin embargo, predecir de antemano si con estas medidas se podrá alcanzar el objetivo propuesto en el estudio.
Este estudio sugiere que para asegurar la viabilidad genética a largo plazo de la especie, es crítica la expansión de las subpoblaciones existentes, la creación de nuevas poblaciones en áreas que muestren un alto potencial de crecimiento, incluso aunque estén peor conectadas y que se evite dirigir los recursos a la creación de muchas poblaciones pequeñas, sin perspectivas de conexión con otras.
CSIC Andalucía Comunicación/CSIC Comunicación