- Los autores que protagonizaron desde la capital valenciana la explosión de libertad creativa que cambió para siempre el panorama de la historieta en España, mostrarán sus obras en la ciudad
- La Sala de Cómic se traslada de forma provisional al Palacio de Valdecarzana para acoger la obra de Mariscal, Daniel Torres, Sento, Manel Gimeno, Mique Beltrán, Micharmut y Miquel Calatayud, además de las revistas y fanzines que acogieron su despegue
Una explosión creativa, de Línea Clara y luz mediterránea, revolucionó como un vendaval la escena del cómic español, desde mediados de los años 60 a los 80 del pasado siglo. Valencia mutó en capital del noveno arte, de la mano de siete artistas imprescindibles, que mostrarán en Avilés aquellos inicios, en la exposición "De Valencia al Cairo", desde este jueves, 15 de junio, en un Palacio de Valdecarzana convertido en Sala de Cómic provisional.
Ellos son Mariscal, Daniel Torres, Sento, Manel Gimeno, Mique Beltrán, Micharmut y Miquel Calatayud, las revistas y los fanzines que los vieron nacer, nombres fundamentales y fundacionales de una nueva forma de hacer cómic, empapados de las vanguardias internacionales y convirtiéndose ellos mismos en vanguardia, con un aire inconfundible.
Valencia y el cómic desarrollaron una intensa relación durante la década de los años 40 y 50, gracias a los populares cuadernillos de aventuras que convirtieron a la ciudad en el núcleo del tebeo español. Las publicaciones de Editorial Valenciana y Maga marcaron la educación infantil de una serie de jóvenes autores, forjando un bagaje al que más tarde se añadiría la fascinación del momento creativo vanguardista que se vivía en la ciudad a finales de los años 60, pero también la rebeldía contracultural que llegaba desde los EE.UU. y Francia con el cómic como bandera de provocación.
Un cóctel de influencias que caló en una serie de autores que tendrían en la figura de Miguel Calatayud al perfecto guía y alentador, una auténtica mecha para una bomba con nombres y apellidos: Sento Llobell, Micharmut, Daniel Torres, Manel Gimeno y Mique Beltrán se convertirían en un grupo cohesionado en el que hay que incluir siempre el raudal creativo de Javier Mariscal, tanto por origen como por cronología y filosofía creativa.
Su llegada al mundo del cómic coincidió con un momento de reivindicación de la historieta como arte y medio adulto, como forma de expresión completa que inundaba las decenas de revistas de cómics que proliferaron en los primeros 80.
Las páginas de Bésame Mucho, El Víbora, Cairo o Complot se convirtieron en el altavoz de una generación que pronto se apartó de las corrientes imperantes para reivindicar una forma nueva de hacer historieta que miraba con respeto ese pasado de géneros juveniles, para reivindicarlo desde una aproximación de constante experimentación estética y formal que reescribía los géneros clásicos proyectándolos hacia una nueva modernidad.
Vuelta a los clásicos revestida de riesgo y atrevimiento que, junto a un estilo gráfico que se encuadraba en el recién nacido Movimiento de la Línea Clara, definía un eje común mucho más certero que la exitosa pero insuficiente etiqueta editorial de la “Nueva Escuela Valenciana” con la que se les denominó.
Su obra rebasó el espacio de las viñetas para inmiscuirse en la propia imagen de Valencia, creando una vinculación de reciprocidad que aún hoy pervive como marca de ciudad.
Una amalgama única de influencias
Los jóvenes valencianos que querían dedicarse al cómic al final de la década de los 60 vivieron una particular amalgama de influencias: formados desde niños como lectores de cómic con la inmensa producción de tebeos que llegaba desde la Editorial Valenciana, Bruguera o el propio TBO; mientras que, ya adultos, recibían el impacto de las nuevas propuestas que lideraban tanto el cómic underground americano como la revisión de influencias pop que se practicaba en Francia.
Todo en un momento donde la ciudad hervía de referentes artísticos de vanguardia como el Equipo Crónica o Realidad, que reivindicaban además el cómic como un medio adulto y artístico.
Miguel Calatayud: pionero y referencia
La figura de Miguel Calatayud (Aspe, 1942) actúa de necesario catalizador para toda una generación de dibujantes. Las primeras historietas que publica en la revista Trinca a finales de los años 60 suponen ya una rara anomalía en una publicación de corte tímidamente aperturista pero anclada en un cómic de aventuras juvenil de claro modelo francés. La atrevida y vanguardista asimilación de las influencias pop de autores como Guy Pellaert o Heinz Edelmann que mostraban Peter Petrake o Los 12 trabajos de Hércules provocaron un claro shock de inspiración para un grupo de jóvenes autores que comenzaban a articularse sus propuestas alrededor de fanzines.
Autores
Mariscal
La obra de Javier Mariscal (Valencia, 1950) es un derroche de ingenuidad y frescura mediterránea. Frente al barroquismo del underground, su trazo limpio y espontáneo se prolonga hacia unas historias que evitan la provocación consciente para transitar una aparente inocencia festiva, que se revuelve como pura transgresión contra la norma establecida. "Los Garriris" sirven como excusa para tratar lo cotidiano desde una mirada que sabe disfrutar de las pequeñas cosas.
Daniel Torres
Desde sus primeras obras Daniel Torres (Teresa de Cofrentes, 1958) ya muestra su querencia por la reescritura del género, primero desde el policíaco para pasar después al thriller y finalmente a la ciencia ficción con su obra más conocida, "Las aventuras siderales de Roco Vargas". Su trazo de línea fina, deudor del dibujo de Calatayud, evoluciona rápidamente para incorporar la densidad del pincel de clásicos americanos como Alex Raymond, pero sin perder una personalidad propia marcada por una línea clara fascinada por la estética de los años 50 y el impacto de la arquitectura urbana en la viñeta.
Sento
Sento Llobell (Valencia, 1953) muestra en trabajos como "Velvet Nights" -con guión de Ramón de España- o las historietas cortas recopiladas en el volumen "Cazando Millonarios" su pasión por el folletín clásico romántico, que su dibujo de trazo radical y moderno reescribe en términos de sutil ironía de vocación urbana. Ese particular humor se convertirá en referente de su obra posterior, como la adaptación del "Tirant" de Joanot Martorell, pero sin renunciar a una visión comprometida que empapa su trabajo como ilustrador y su facilidad como narrador.
Manel Gimeno
La obra de Manel Gimeno (Valencia, 1958) se puede considerar como “el lado oscuro de la línea clara”. El trazo limpio de las figuras y fondos se rellena de manchas poderosas que definen a la perfección una atmósfera de pureza chandleriana, de vuelta al género clásico pese a la revisión en forma de ciencia ficción que exponía su personaje más famoso, el investigador/espía/aventurero M. Con "Altamiro Rupestre" desarrolló ese humor que en su anterior creación quedaba soterrado por la necesidad canónica.
Mique Beltrán
Las comedias cinematográficas más alocadas de los años 40 y 50 se encuentran en la base de las creaciones de Mique Beltrán (Jaraguas, 1959), que plasmaría en "Las aventuras de Cleopatra" tanto su pasión como el cine como su facilidad para el gag visual coreografiado con precisión milimétrica. Su humor irreverente se prolongaría en Marco Antonio, creación de vocación infantil que sabe mantener intacta en el papel la inspiración más corrosiva de los dibujos animados de Chuck Jones o Tex Avery.
Micharmut
La obra de Micharmut (Juan Enrique Bosch, Valencia, 1953-2016) elude cualquier definición o aproximación. Auténtico portento de la narrativa gráfica mundial, su concepción radical de la experimentación del lenguaje de la historieta lo coloca décadas por delante de cualquier otro autor. Su mirada nace del respeto reverencial a los clásicos del tebeo como Palop, Urda o Coll, pero se proyecta al futuro sin respetar fronteras o normas preconcebidas, creando una obra donde lo inorgánico toma vida para retar al lector en cada viñeta, en cada página.
Miguel Calatayud
Tras renovar cualquier idea preconcebida sobre la historieta, Miguel Calatayud (Aspe, 1942) entró en la década de los 80 como ilustrador de renombre que no renunció al cómic como forma de expresión. Pese a que sus aportaciones fueron escasas, cada una de ellas establece un paso adelante en el lenguaje del cómic, desde la incorporación del color y la composición de página como elementos fundamentales de la narración a la investigación de las formas de narrativa dibujada que anteceden a la expresión actual de la historieta, recuperando la tradición del auca en "El pie frito".
Publicaciones
Los primeros fanzines
La publicación de las recopilaciones Comix Underground inspiró a diferentes grupos de creación alternativa que, desde 1973, comienzan a editar fanzines de clara vocación contracultural como El Rrollo Enmascarado, ya con la colaboración de Javier Mariscal. Publicaciones como La piraña Divina, Catalina, Diploma de Honor o Nasti de Plasti se multiplican, siempre con el modelo de las publicaciones americanas en el horizonte y una valiente voluntad provocadora en un duro momento de represión política. Sin embargo, los primeros fanzines que se publican en Valencia en esa época, A Valenciaa de Mariscal y Josep Vicent Marqués o Ademuz Km.6 de Sento y Micharmut muestran marcadas diferencias con los que se realizaban en Madrid o Barcelona, tanto en forma como fondo.
El Gat Pelat
El Gat Pelat aparece en 1976 como un fanzine impulsado por Manel Gimeno, José Más y Vicente Izquierdo “Capi”. Un cuaderno de vocación transgresora que presenta a sus autores como jóvenes que “lo que volem es guanyar diners i no dir coses” y que interesó a Miguel Calatayud, quien colaboró en el segundo número y llevó con él a otros jóvenes autores como Sento, Micharmut o Daniel Torres, conformando el punto de partida de una generación de autores valencianos a los que se uniría Mique Beltrán, que realizaba junto a sus hermanos otro fanzine icónico: El polvorón polvoriento.
Els Tebeus del Cingle
Tras las primeras experiencias fanzineras, el ejemplo de la organización del movimiento underground barcelonés alrededor de Los Tebeos del Rrollo inspira a los autores valencianos a seguir el mismo camino con Els Tebeus del Cingle, un sello impulsado por Ignacio Errando que dedicaría cada número a un autor: Bzzz sería encargado a Micharmut, Dau-Dau Companya a Sento Llobell, La Dolçaina a Manel Gimeno y “Capi”, En Ciclopedia a Modest y Carles Errando y, por último, El ordre de la vida a L. Nilo, aunque estaba previsto un sexto número de Daniel Torres con la primera aparición de su personaje Claudio Cueco.
De STAR a Bésame Mucho
La aparición de la revista STAR en 1974 supuso para el cómic español una auténtica revolución. Una publicación contracultural que buscaba aglutinar la escena undeground patria y, a la par, dar a conocer las últimas tendencias del cómic internacional era una rara avis incluso en los estertores de la dictadura franquista. Pese a las continuas dificultades con la censura, la revista fue el trampolín de autores como Max, Nazario, Ceessepe o los valencianos Mariscal y Manel Gimeno. Tras su cierre, la misma editorial seguiría en el mundo del cómic con Bésame Mucho, una revista que seguía el modelo de Fluide Glacial con autores franceses, pero también valencianos como Sento Llobell, Micharmut o Manel Gimeno, que se estrenaban en la historieta de continuará con series de género negro.
El Víbora y la premonición de PAPEL
Con la caída de la censura franquista, todo el movimiento underground y alternativo catalán encontró una forma de normalización cultural en la revista El Víbora, que supo atraer a autores como Max, Nazario, Gallardo o Martí junto a figuras como Art Spiegelman, Robert Crumb o Gilbert Shelton en una publicación que se convertiría en señera del cómic más irreverente. Por sus páginas pasó brevemente Sento, pero quienes encontraron acomodo continuado fueron Mariscal, con sus Garriris, y Daniel Torres con Claudio Cueco. En paralelo, la editorial Pastanaga editaría un único número de PAPEL, una publicación que profetizaba la vinculación de los autores valencianos con el manifiesto de la línea clara de Joost Swarte.
La explosión creativa: de Cairo a Arrebato
El testigo de PAPEL es recogido por Cairo, una revista dirigida por Joan Navarro que apostaba por reivindicar el clasicismo de Hergé sin renunciar a la renovación formal del movimiento de la “línea clara”. Una apuesta que atrajo rápidamente a autores como Daniel Torres, al que se sumarían, Mique Beltrán, Sento, Mariscal, Micharmut y Calatayud, que serían promocionados con éxito con la etiqueta de la “Nueva Escuela Valenciana”. El grupo se reuniría también alrededor de la colección Imposible de la editorial valenciana Arrebato, un proyecto de Pedro Porcel y Juanjo Almendral que toma las formas de la famosa colección Atomium de la belga Magic Strip para publicar una propuesta tan audaz como vanguardista que actúa de auténtico manifiesto creativo del grupo.
VLC. València Línea Clara
Parece evidente que el concepto de “Nueva Escuela Valenciana” fue una etiqueta poco adecuada si atendemos a su definición académica, pero es indudable que acierta en la ligazón de todos los autores con la ciudad de València, protagonista constante de sus obras que aparece por los rincones de cualquier viñeta. Sin embargo, la relación fue mutua y fructífera, porque el éxito de los dibujantes favoreció que sus dibujos y diseños se multiplicaran por la ciudad. Durante los años 80, los diseños de Mariscal, Sento, Daniel Torres, Miguel Calatayud, Mique Beltrán, Micharmut o Manel Gimeno se podían encontrar en cualquier pared de la ciudad, en bares, tiendas, comercios e incluso parques. La ciudad entendió que la estética de estos dibujantes era también una imagen de marca que se extendió por lo urbano llegando incluso a la expresión festiva más propia de la ciudad, las fallas.