Internet ha cambiado para siempre nuestra relación con la muerte

Internet ha cambiado para siempre nuestra relación con la muerte

Además de espacios de comunicación, desinformación y controversias, las redes sociales se han convertido con los años en gigantes cementerios donde millones de usuarios se cruzan con cada vez más cuentas de fallecidos. Una nueva corriente de filósofos, sociólogos y antropólogos exploran este complejo fenómeno.

 

El 12 de enero, Lisa Marie Presley murió a causa de un paro cardíaco en Los Ángeles, EE UU. Tenía 54 años. Inmediatamente, la cantautora e hija de Elvis se convirtió en un “fantasma digital”: puede que haya desaparecido físicamente pero su “vida online” —es decir, la colección caótica de sus videos en Youtube, las entrevistas que le hicieron, las fotografías que se tomó o le tomaron, las canciones que grabó, los tuits y  mails que escribió, los mensajes de voz que mandó y las impresiones de todo lo que vio, sintió y compartió en la red— continúa allí, activa, distribuida en una multitud de bases de datos.  

Su situación no es un caso aislado. Desde la aparición y expansión de internet, todos estamos destinados a convertirnos eventualmente en fantasmas en la red, a disposición permanente de la posteridad. Moriremos, pero seguiremos en cierta forma existiendo gracias a nuestras vidas digitales.

“Internet ha cambiado para siempre nuestra relación con la muerte”, explica a SINC el filósofo italiano Davide Sisto. “Cuando morimos, nuestros rastros digitales permanecen 'activos' como si nada hubiera pasado”.

Internet ha cambiado para siempre nuestra relación con la muerte

Davide Sisto 

Autor del libros como Posteridades digitales: inmortalidad, memoria y luto en la era de internetRemember Me. Memory and Forgetting in the Digital Age y Puercoespines digitales: vivir y nunca morir online, este especialista de Universidad de Padua es uno de los representantes de un pujante campo de investigación, los “estudios de muerte en línea”, que congrega a filósofos, sociólogos, antropólogos, psicólogos, etnógrafos y todo tipo de académicos de las ciencias sociales para explorar cómo las tecnologías reconfiguran las relaciones entre los vivos y los muertos.

Facebook es el mayor cementerio del mundo. Las cuentas de personas fallecidas aumentan día a día. Para 2070 los muertos superarán a los vivos. / Meta

Facebook es el mayor cementerio del mundo. Las cuentas de personas fallecidas aumentan día a día. Para 2070 los muertos superarán a los vivos. / Meta

Cementerios digitales

“La verdadera intención de la telemática es hacernos inmortales”, proclamó en 1985 el filósofo checo-brasileño Vilém Flusser en su libro El universo de las imágenes técnicas.

No estaba muy equivocado. Cuando una persona muere con ella se extingue un universo de ideas, pensamientos, recuerdos, emociones. Sin embargo, algo queda. Hoy ingresamos en redes sociales como Facebook incluso antes de nacer en las imágenes de las ecografías prenatales que comparten los padres. Y seguimos allí después de morir. Los perfiles de estos espacios, así como en WhatsApp y otros servicios donde la vida se documenta cada día con mensajes, audios, fotografías y vídeos, se han vuelto lápidas virtuales: conservan la memoria de quienes han partido.

“La muerte forma parte de la vida y la vida se ha vuelto digital”, sostiene la diseñadora inglesa Stacey Pitsillides de la Universidad de Northumbria y curadora del proyecto de investigación “Digital Death”.

La muerte forma parte de la vida y la vida se ha vuelto digital

Stacey Pitsillides 

A lo largo de su historia, internet y la web se han concebido como un “ciberespacio”, como un “océano” a navegar, como una “autopista de la información”. Pero también como una “ventana al mundo” o un espacio etéreo, intangible, lleno de “nubes” donde subimos nuestros datos. Pero, a medida que se ha instalado como un nuevo medio ambiente en nuestras vidas, otra metáfora se ha consolida: la web es también un cementerio en expansión, con consecuencias a veces inquietantes.

Ya no hay lugar en el ciberespacio que no esté repleto de “fantasmas” o “momias digitales”, que se mezclan con facilidad con los vivos a través de palabras, fotografías, grabaciones y vídeos. Youtube, por ejemplo, “resucita” continuamente los muertos entre los vivos, como si vivieran en un eterno presente.

Los muertos pueblan Twitter y nuestras agendas de contactos de WhatsApp: leer antiguos chats y reproducir audios de una persona que ya no está pueden tener un efecto emocionalmente perturbador. Las “tanatecnologías” —un término acuñado en 1997 por la psicóloga Carla Sofka para describir los mecanismos tecnológicos con los que se puede acceder a la información relativa a una persona fallecida— y sus ramificaciones resultan uno de los grandes enigmas de la era digital; promueven un cambio cultural que apenas se nos está haciendo evidente. 

Los muertos pueblan Twitter y nuestras agendas de contactos de WhatsApp

 

Al respecto, John Durham Peters, historiador de los medios de la Universidad de Yale, señala que la cultura digital facilita que los vivos se mezclen con las huellas comunicables de los muertos, permitiendo nuevas formas de duelo y de continuar los lazos con los difuntos.

Las tecnologías desafían nuestras concepciones de lo que significa vivir y morir. En especial en muchas culturas de Occidente donde mantenemos a los difuntos, literal y figurativamente a la distancia: por lo general, a los habitantes de una ciudad les repugna la idea de tener restos humanos enterrados a pocos metros de sus cocinas o dormitorios. Vivir a metros de un cementerio se percibe como triste y lúgubre, en especial para quienes no tienen la costumbre de pensar en su propia mortalidad o la de sus seres queridos.

La web es un cementerio en expansión, con consecuencias a veces inquietantes. / © Adobe Stock

La web es un cementerio en expansión, con consecuencias a veces inquietantes. / © Adobe Stock

El mayor cementerio del mundo está en las redes

“El siglo XX fue el de la gran eliminación social y cultural de la muerte”, explica Sisto. “La muerte se ha convertido en un tabú del que hay que hablar lo menos posible. En lo que va del siglo XXI ha habido un cambio. Internet ha vuelto a poner la muerte ante nuestros ojos”, continúa.

Según el filósofo italiano, sus consecuencias se hacen visibles como nunca. Con el hashtag #GriefTok, cientos de miles de personas en TikTok hablan explícitamente del luto a través de bailes e imágenes fotográficas. “Parece que hay un deseo de romper el tabú y la red permite hablar de la muerte de muchas maneras, recreando una dimensión colectiva y social que se ha perdido. Creo que las generaciones futuras tendrán menos miedo a hablar de ello y a afrontar las consecuencias de la pérdida”, afirma.

Parece que hay un deseo de romper el tabú y la red permite hablar de la muerte de muchas maneras

Davide Sisto 

Hoy Facebook es el mayor cementerio del mundo. Se estima que actualmente alberga más de 30 millones de cuentas aún activas que pertenecen a personas fallecidas. Un estudio realizado por investigadores del Oxford Internet Institute titulado:“¿Están los muertos apoderándose de Facebook? Una aproximación de Big Data al futuro de la muerte online”, los fallecidos  superarán en número a los vivos en la red social fundada por Mark Zuckerberg en el año 2070. Si Facebook sigue existiendo a fines de este siglo, para entonces podría contar con 4.900 millones de miembros fallecidos.

Los investigadores en ‘Muerte Digital’ indican que no debemos pensar en los fantasmas como las manifestaciones sobrenaturales del espiritismo o el ocultismo, sino en verdaderos contenedores digitales de recuerdos humanos que se almacenan, se comparten y se mantienen en la red. Cada perfil, así, es un “ataúd tecnológico”. Y cada tuit que compartimos tiene el potencial de convertirse en nuestra última palabra, el epitafio involuntario de nuestra existencia.

Más que una curiosidad de nuestro ecosistema digital, el aumento de las cuentas de muertos en estas plataformas plantea interrogantes sobre nuestro patrimonio digital: ¿Qué ocurrirá con las millones de fotografías y vídeos de los usuarios de Facebook si en un futuro próximo esta plataforma es rediseñada o simplemente deja de operar?

Estos escenarios nos dan lugar a nuevas y difíciles preguntas sobre quién tiene derecho a todos nuestros datos

Carl Öhman 

“Estos escenarios nos dan lugar a nuevas y difíciles preguntas sobre quién tiene derecho a todos nuestros datos, cómo deben gestionarse en el mejor interés de las familias y amigos de los fallecidos y su uso por los futuros historiadores para comprender el pasado”, advierte Carl Öhman, coautor del estudio del Oxford Internet Institute.

“La gestión de nuestros restos digitales eventualmente afectará a todos los que usan redes sociales, ya que todos nosotros algún día falleceremos y dejaremos nuestros datos detrás. Pero la totalidad de los perfiles de usuarios fallecidos también equivale a algo más grande que la suma de sus partes. Es parte de nuestro patrimonio digital global”, asegura Öhman.

 

 

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