“Reset. No creas todo lo que piensas”. Este fue el lema de La Ciudad de las Ideas, un festival que del 10 al 12 de noviembre reunió en la ciudad de Puebla (México) a 153 grandes científicos, artistas, periodistas y comunicadores dispuestos a agitar pensamientos en el público con charlas de solo 21 minutos. Pere Estupinyà estuvo allí y esta es su crónica para SINC.
“Si quieres tener un hijo feliz, cásate con alguien feliz”. Eran las palabras del psicólogo evolucionista Geoffrey Miller durante su intervención en el Festival La Ciudad de las Ideas en Puebla (México), del 10 al 12 de noviembre. Para el determinista Miller, nuestro comportamiento está en gran parte inscrito en nuestros genes. Ante el mismo auditorio, el neurobiólogo Robert Sapolsky, por su parte, explicó cómo en solo una generación los monos babuinos que él estudia en Kenia pasaron de ser violentos a pacíficos debido a un cambio cultural dentro del grupo.
Son ideas opuestas del debate sobre los orígenes de la naturaleza humana, uno de los temas que más salió a relucir durante los tres días de apasionantes conferencias bajo el lema RESET: No creas todo lo que piensas. Reinicia y reinventa tu pensamiento, vida e imaginación.
Hubo paleontólogos que proponían modificar la expresión de genes de aves en estado embrionario para intentar revivir algo parecido a un dinosaurio. Unos ingenieros mostraron robots que podían ver dónde estaba una pelota, acercarse hacia ella, pensar en la localización de sus adversarios y chutarla en dirección a una portería de fútbol. Amir Aczel intentó repasar la historia de toda la matemática en solo 11 minutos, y el neurocientífico David Eagleman reconoció los límites de la experimentación para crear el término “posibilian” ante la existencia de Dios.
Magistralmente conducidos por el cazador de ideas Andrés Roemer, director y alma de La Ciudad de las Ideas, miles de asistentes escucharon al español Mario Alonso Puig decir que “la incapacidad se aprende” mientras motivaba para luchar contra la peligrosa apatía. El escéptico Michael Shermer alertaba del riesgo de hacer caso a un cerebro que ha evolucionado para, ante un patrón sospechoso, “creer que es real, por si resulta ser real y peligroso”.
David Buss utilizaba la lógica de la psicología evolucionista para explicar los celos sin citar un único experimento que lo confirmara o desmintiera. Y el gran psicólogo Daniel Gilbert elegía el cambio climático como ejemplo para ilustrar que la mente humana se preocupa más por el corto que el largo plazo.
Momento Punset
Eduard Punset subió al escenario titubeando como si anduviera perdido y demostró por qué es querido entre el público. Generó inquietud al empezar diciendo “no sé muy bien porqué me han pedido hablar del desamor…”, hizo una pausa y arrancó un aplauso caluroso al continuar “…si en México es el lugar donde más amor he recibido”.
Punset definió el amor como “el instinto de fusionarse con otro individuo para sobrevivir” y planteó el origen de esta emoción como el día que una célula hace miles de millones de años vio pasar a otra célula pequeñita pero más rápida que ella y le dijo: “¡Espiroqueta, espiroqueta! Ven conmigo que yo te daré cobijo y tú movimiento”, en referencia a la simbiogénesis.
Arte, educación y experiencias personales
Si bien el pensamiento científico es el principal protagonista de La Ciudad de las Ideas, la expresión artística y la creatividad se sucedieron en diversas ocasiones. El realizador audiovisual PES desafió conceptos al mostrar un monopatín montando en un joven, el escritor Joshua Foer buceó en los entresijos de la memoria, el matemago Arthur Benjamin calculaba cuadrados de hasta cuatro cifras más rápido que las calculadoras de los voluntarios, y el humorista Maz Jobrani arrancaba carcajadas hablando con ironía de inmigración e discriminación.
Tras su conferencia, Salman Khan recibió el premio Innovation for Humanity como fundador de la Khan Academy; una plataforma on line de acceso gratuito para generar contenido educativo de calidad y alcance universal.
En el ámbito de lucha contra la pobreza, la economista Dambisa Moyo, de Zambia, defendió sus críticas a la ayuda internacional argumentando que las donaciones destruyen la confianza de la población en África y crean una dependencia que no permite a los africanos construir su futuro por ellos mismos. Y el periodista del New York Times y doble Pulitzer Nicholas Kristof mostraba fotografías de un centro de alimentación en Kenia donde solo había niñas desnutridas, como uno de los ejemplos para ilustrar la enorme discriminación que todavía sufre la mujer en el mundo.
Hubo historias inspiradoras como la de Karla Wheelock, alpinista que de pequeña le preguntaba a su madre “¿por qué soy una persona normal?” y terminó siendo la primera mujer latinoamericana en coronar el Everest. “Todos somos normales” espetó al público insistiendo en que la perseverancia e ilusión es más decisiva que las capacidades. Un mensaje idéntico al del nadador Mark Spitz, ganador de 7 medallas de oro en 1972, que puso a prueba a los asistentes preguntando de improvisto: “Si os doy un dólar al día dentro de 100 días tendréis 100 dólares, ¿verdad? Que levanten la mano los que estén de acuerdo”. Muchos brazos se quedaron pegados a la silla, por el paralizante miedo a equivocarse que pedía vencer Spitz.
Uno de los momentos estrella del evento fue el debate en un ring de boxeo y varios rounds donde tres creyentes defendían que la vida sí tenía un propósito y tres escépticos argumentaban que, estrictamente hablando, no lo tenía. El debate puso de manifiesto que el lema RESET de esta cuarta edición de la Ciudad de las Ideas era tremendamente complejo de conseguir. Antes de empezar el enfrentamiento, Andrés Roemer preguntó al público quienes creían que la vida sí tenía un propósito y quiénes no. Cuando tras el debate pidió que alzaran la mano aquellos que hubieran cambiado de opinión, se constató la resistencia que tiene nuestro cerebro a resetear sus convicciones.
Aplausos a las historias
Sabemos que la satisfacción experimentada siempre es relativa a las expectativas previas. En este sentido, algunos grandes nombres fueron los que más indiferentes dejaron a los asistentes. Quien suela criticar el Power Point, que pruebe a soportar a alguien leyendo un texto como hicieron Oliver Stone o Joseph Epstein. Ambos demostraron que grandes cineastas o prolíficos escritores pueden conseguir que pocos les escuchen si no son capaces de transmitir ningún tipo de emoción. Algo parecido le ocurrió al Nobel Paul Krugman, que sin el guión y apoyo de las imágenes no supo hilvanar su mensaje y enganchar con el público con sus disquisiciones teóricas.
Todo lo contrario ocurrió con quien logró la ovación más multitudinaria del evento: Tamara Mena, una joven mexicana de 25 años con una historia singular. Hace cinco años, mientras estudiaba en California, Tamara sufrió un grave accidente cuando un caballo se cruzó frente al vehículo que la llevaba. Su novio y el conductor fallecieron y ella quedó paralizada de cintura para abajo. Desde entonces vive postrada en una silla de ruedas.
Tamara estaba explicando su caso y la esperanza en volver a caminar junto al ingeniero Eythor Bender, quien en un momento determinado pidió que entrara un compañero suyo con una especie de exoesqueleto metálico que habían diseñado. Tras un par de minutos de preparación y respiración contenida por el público, Tamara se levantó. Las pantallas mostraban sus ojos vidriosos, sonrisa contenida por la emoción y labios que de manera entrecortada dijeron “es la primera vez que vuelvo a caminar en México”.
En el escenario de la Ciudad de las Ideas hubo lugar para la ciencia, el arte, las historias personales, la tecnología, el pensamiento, la música, las reflexiones sociales y la motivación. Tres días apasionantes en los que el conocimiento fue el gran protagonista y que lograron resetear cerebros.