Cada persona lo siente diferente y no siempre durante el mismo tiempo. Es habitual que aparezca y desaparezca y cambie de intensidad. Las actividades aparentemente sencillas producen un cansancio extremo que no se corresponde con el esfuerzo realizado. Las personas que padecen fibromialgia suelen tener problemas para conciliar el sueño. Especialmente por las mañanas, lo que dificulta levantarse de la cama y empezar la rutina diaria. Es lo que se conoce también como fibroniebla o niebla del cerebro. Implica que cuesta mucho enfocarse y concentrarse en una sola actividad y retener la información. También son habituales las migrañas y los dolores de cabeza. Lleva asociados síntomas como el dolor abdominal, la diarrea o el estreñimiento. La fibromialgia daña gravemente la salud mental, por lo que suele ir acompañada de trastornos como la ansiedad o la depresión, que también empeoran por las dificultades para dormir. La terapia psicológica y la lucha contra el estrés son dos pilares básicos para muchos enfermos. Las alteraciones en las estructuras que reciben el dolor hacen que un simple roce pueda suponer una tortura. Hay días buenos y malos. Es importante establecer una rutina que nos ayude a identificar nuestros niveles de energía. Si somos capaces de hacer nuestras tareas con normalidad, sabremos que es un día bueno; si nos cuesta demasiado, sabemos que nuestro cuerpo nos pide parar antes. Cuando tenemos una dolencia crónica que nos incapacita, es habitual rendirse y pensar que no podemos hacer nada. Los días que uno se sienta bien, hay que hacer todo lo que se pueda y durante el tiempo que se pueda. Es útil anotar todo lo que se quedó sin hacer un día malo, para completarlo cuando se está mejor. Eso dará una gran sensación de victoria. Hay que aprovechar la energía, pero también saber cuándo parar. Si no es posible hacer todo lo que teníamos planeado, es mejor que se quede pendiente a que forcemos nuestro cuerpo. Hay que ser previsores. Es posible que haya días en los que no podamos subir las escaleras o caminar sin dificultad. Para esos momentos, es importante tener la vivienda preparada para evitar caídas y facilitarnos las tareas indispensables: quitar cables sueltos, fijar las alfombras, instalar un salvaescaleras, tener comida ya preparada... Igualmente, es recomendable tener un plan b para ciertas tareas: por ejemplo, hablar con un familiar que pueda llevar a los niños al colegio si un día no podemos ir nosotros. Los médicos pueden fijar una rutina de ejercicio para mantener unos huesos y músculos sanos y fuertes. Por supuesto, hay que adaptar esa rutina a nuestros niveles de energía. El estrés es uno de los más frecuentes desencadenantes de los brotes de dolor. El ejercicio moderado, la terapia psicológica y las actividades relajantes (tardes de lectura, paseos por el campo...) ayudarán a mantener una buena salud mental, esencial para convivir con la fibromialgia. Los problemas de sueño son otro de los síntomas más habituales. Un buen colchón y una habitación tranquila, a ser posible sin demasiado ruido y con luces tenues, son indispensables. Por supuesto, hay que evitar las bebidas estimulantes y la cafeína, que solo empeorarán los problemas de sueño. |