Quito (Pichincha).- El Presidente de la República, Rafael Correa, recibió este lunes, de parte de los excombatientes de Paquisha, Mayaicu, Machinaza y el alto Cenepa, una banda simbólica que ante los soldados, lo convierte en héroe.
“Usted ya es héroe de todos nosotros que estábamos muertos y hemos venido a revivir con esa Ley (de Héroes y Heroínas), le queremos hacer la entrega formal de esta banda en reconocimiento, de los nueve mil excombatientes del Ecuador”, manifestó Juan Llasha, coordinador Nacional de Excombatientes de 1995, durante la proclamación simbólica y colocación de la cinta que se llevó a cabo en la residencia de Carondelet.
El Jefe de Estado agradeció el gesto, ratificando que no se siente héroe, pues la promulgación de la Ley de Héroes y Heroínas es algo que la historia le debía a los excombatientes. “Es un país que ha tratado muy mal a sus héroes”, dijo.
“Muy pocas veces la Residencia (de Carondelet) se ha sentido tan honrada como en esta tarde, al tener a nuestros héroes de Paquisha, Mayaicu, Machinaza, del alto Cenepa, que nos han llenado de dignidad, de honor, de gloria”, mencionó el Mandatario, quien compartió un almuerzo con los comandos.
“Hemos visto que nuestro Presidente ha cumplido”, mencionó Antonio Chiriap, excombatiente shuar, mientras recordaba que tuvieron que transcurrir 30 años para que su entrega a la Patria durante el conflicto bélico, sea reconocida.
“El reconocimiento de héroes y heroínas no se dio en gobiernos anteriores, porque los señores mandatarios de aquellos tiempos, no tuvieron la voluntad de promulgar una Ley que valorara el sacrificio del soldado ecuatoriano”, agregó Llasha.
El Mandatario recibió además, un botón de recuerdo por parte de los héroes del Cenepa. “Usted señor Presidente Correa no está hecho para la muerte oscura, sino para la vida sin ocaso. Porque eso que está haciendo con el país, con la patria y con todos seres, será vuestro pasaporte hacia lo imperecedero, que lo hará vivir más allá del tiempo y del espacio, aún, cuando el silencio haya cosido sus labios y sus pupilas se hayan apagado, aprisionando el último girón de cielo azul”, exclamó el sargento Julio Hidalgo