Madrid, 11 de marzo de 2022.- El glaucoma, para las personas, es la principal causa de ceguera irreversible en el mundo[1]. Pero ¿puede nuestra mascota desarrollar esta patología ocular? No solo pueden desarrollarla, sino que también es una de las principales razones de la pérdida de visión en los perros y la sufren cerca del 1,7% de ellos, similar a la prevalencia en humanos (1-2%)[2].
El glaucoma es un conjunto de enfermedades progresivas que se caracteriza por el daño de las células nerviosas de la retina y una neuropatía óptica específica. Existen tres tipos diferentes: el glaucoma congénito, el menos frecuente, que se manifiesta en los primeros meses de vida; el glaucoma primario, una condición hereditaria a la que ciertas razas tienen predisposición y cuyos primeros síntomas se pueden ver entre los 4 y los 10 años; y el glaucoma secundario, una condición adquirida de la que la causa principal es la inflamación intraocular (entre otras) y que puede presentarse a cualquier edad.
La presión intraocular elevada es un factor de riesgo importante, ya que provoca el daño en el nervio óptico y, en consecuencia, una pérdida gradual de la visión. “El principal problema del glaucoma es que es una enfermedad de difícil diagnóstico, ya que en la mayoría de los casos es indolora y no la percibimos hasta que es irreversible” comenta Àngels Ribas, veterinaria del equipo de oftalmología de AniCura Ars Veterinaria Hospital Veterinari.
Algunos de los signos que se corresponden con glaucoma son el aumento de la presión intraocular, la retención de líquido en la córnea (edema), aumento del tamaño de la pupila, pérdida de visión o el aumento del globo ocular. Lamentablemente, cuando detectamos estos signos suele ser demasiado tarde. “La manera de intentar prevenir el glaucoma es mediante revisiones oftalmológicas periódicas, sobre todo en mascotas que pueden tener una predisposición racial o herencia genética”, comenta Àngels.
El objetivo del tratamiento del glaucoma es frenar su evolución e intentar mantener la visión del animal el máximo tiempo posible. Normalmente, se inicia el tratamiento médico y, según la evolución, es necesario hacer una intervención quirúrgica. “A nivel quirúrgico, podemos reducir el humor acuoso a través de láser o facilitar su salida a través de válvulas o implantes", concluye Àngels.