Declaración institucional del Presidente del Principado en el Día Internacional de la Mujer

Declaración institucional del Presidente del Principado en el Día Internacional de la Mujer

Pie de foto: el presidente del Principado, Adrián Barbón, con el grupo de pandereteras Compañeras

 

Día Internacional de la Mujer 2022

 

¡Que viva la lucha de las mujeres! Cuántas veces habréis gritado este lema a lo largo de la democracia. Cuántos días como hoy, 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, habréis salido a las calles, cada año más repletas, desbordadas de morado, para reivindicar el feminismo.

 

Permitidme que vuelva la mirada atrás, a los tiempos germinales de la Transición. Algunas recordaréis la constitución oficial de la Asociación Feminista de Asturias, en 1977. Sus primeros manifiestos reclamaban la libertad de las personas encarceladas por motivos políticos. Entre ellas, la liberación de las presas por adulterio o por aborto.

 

Reitero, que no se pierda una letra: en prisión por abortar y en prisión por adúlteras. Aunque parezca mentira, eran dos delitos que sólo podían cometer las mujeres.  La interrupción del embarazo, por motivos obvios. Lo del adulterio ya era otra cosa. Por supuesto, los hombres también podían ser adúlteros. Lo que ocurre es que en su caso estaba despenalizado. Esa era la realidad en 1977.

 

Para la Asociación Feminista, esas mujeres eran personas represaliadas por la dictadura, tanto como quien acababa entre rejas por repartir propaganda, participar en una huelga o sumarse a una manifestación.

 

Veo a Paz Fernández Felgueroso, a Mapi, abogada de tantas causas feministas. Seguro que guarda buena memoria de aquellos comienzos. Lástima que no pueda acompañarnos Begoña Sánchez, una de las fundadoras de la asociación, que tanta vida entregó a la lucha por la igualdad. De alguna manera, este acto es un homenaje a ella y a todas las que la acompañaron.

 

Quizá os sorprenda que arranque mi intervención con este recordatorio. Podéis preguntaros a qué viene ahora, en marzo de 2022, volver a los inicios de la democracia. Intentaré explicarlo. Hace poco más de cuatro décadas, en diciembre de 1981, fue aprobado nuestro Estatuto de autonomía. A propósito de esta efeméride, durante los últimos meses hemos abordado muy a menudo su gestación, sus consecuencias, también su conveniente y, por desgracia, aplazada reforma.

 

Así que hemos repasado mucho esas décadas. Perdón si resulta un tanto pedante, pero hemos asistido a una auténtica e intensa conversación social sobre la evolución de la Asturias autonómica.  Hemos hablado de nuestra mutación industrial, de los sucesivos embates económicos que hemos debido afrontar. Del fortalecimiento de nuestros servicios públicos, con el despliegue de las redes sanitaria y educativa. De la mejora de la malla de comunicaciones. Del desarrollo institucional y de los sucesivos resultados electorales.

 

Cierto, hemos hablado de casi todo, pero nos ha faltado algo muy importante. Una piedra angular velada por esa espesa cortina de invisibilidad que tan a menudo oculta más de la mitad de la sociedad: apenas se ha dicho una palabra sobre la aportación del feminismo. Lo asumo también como autocrítica, porque la Asturias actual es incomprensible sin vuestra contribución.

 

Pongo algunos ejemplos.

 

  • En 2021 entregamos la medalla de oro a los padres del Estatuto. Digo bien: fueron padres porque en la comisión redactora del texto no participó una sola mujer. Hoy, ese patriarcado estatutario –por definirlo con cierta sorna- se nos haría impensable.

 

  • Segundo ejemplo: en 1983, cuando se celebraron los primeros comicios autonómicos, fueron elegidas 4 diputadas en una Cámara con 45 escaños.  En 2019, las más recientes, ese número aumentó a 22. Prácticamente, el 49% de la Junta General, al borde mismo de la paridad. Las mujeres ya son mayoría entre los altos cargos de la Administración del Principado, con un porcentaje que se eleva al 53%.

 

  • Son sólo un par de muestras. Hay otras muy reveladoras. Por ejemplo, las que nos ofrece la educación. Las mujeres no sólo tienen menor abandono escolar que los hombres, sino que el porcentaje que alcanza estudios superiores se ha multiplicado hasta el 62,3%, más de once puntos sobre los varones.

 

Pues sí, hemos cambiado en estos 40 años de devenir autonómico y no cabe entender la nueva Asturias sin el protagonismo de las mujeres. En el apoyo a esa transformación no han ido la política por un lado, la sociedad por otro y el feminismo a su aire, encerrado en sus consignas, ensimismado en la preparación de las pancartas y las movilizaciones del 8-M. Por utilizar el lenguaje que se empleaba en la dictadura, la lucha de las mujeres nunca estuvo dedicada a sus labores, como se apostillaba de las amas de casa. Esa interpretación, tan jaleada por algunos sectores, de un feminismo que se abisma en el ombligo de sus intereses y se desentiende de todo lo demás es un error, una tergiversación o ambas cosas. Entre otras razones, porque sería imposible: vuestra pelea permea e impregna toda la sociedad, hasta el último rincón.

 

El movimiento feminista ha sido una de las grandes fuerzas del cambio de Asturias. En el Principado, y la afirmación es extensible a toda España, siempre ha estado involucrado en la acción política, hasta en el núcleo del movimiento obrero. Podemos recordar lo que costó aceptar, también en los despachos de las organizaciones sindicales, que las mujeres pudieran trabajar en la mina, incluidas las labores de interior. Cito una reveladora declaración de 1987: “Se ha dicho que las mujeres debemos conquistar la mitad del cielo; en Asturias, además, tenemos que conquistar la mitad del infierno”.

 

Esta es parte vuestra historia. La de la lucha que ha impulsado la mejor Asturias, defensora de la igualdad y que se niega a dar pasos atrás. Como lo hicisteis en 2014, cuando dos asociaciones –Mujeres por la Igualdad de Barredos y Tertulia Feminista Les Comadres de Gijón- empujaron hasta Madrid el Tren de la libertad, con el objetivo de parar el anteproyecto de ley del aborto que propugnaba el ministro Alberto Ruiz Gallardón. Fuisteis un espejo para España entera.

 

Hoy reivindico vuestra tarea en la edificación de la Asturias autonómica. He de citar la ley de 2011 para la igualdad entre hombres y mujeres y la erradicación de la violencia de género. Enumerar el estreno de la Casa Malva; el tejido, cada año más extenso, de la red de casas de acogida o la puesta en marcha, hace menos de dos años, del Centro de Crisis para Víctimas de Agresiones Sexuales, pionero en España e imitado en otras comunidades autónomas.

 

¡Que viva la lucha de las mujeres! Qué razón tenéis, cuántas veces habrá que gritar este lema para que se os tenga en cuenta y se valore la labor crucial de vuestras manos, todas juntas, en la construcción de la Asturias de hoy.

 

Y cuántas veces más habrá que repetirlo para seguir avanzando. Me detengo unos instantes en esta reflexión. Uno de los fallos más graves que podemos cometer es pensar que la historia siempre camina en línea recta. Que la democracia, los derechos y las libertades son irreversibles, al igual que el respeto a la diversidad sexual, el rechazo a la xenofobia, la consolidación de la igualdad entre hombres y mujeres o el fin de la violencia machista.

 

Hace 20 años llegó a hacerse muy popular y controvertido un ensayo que proclamaba el fin de la historia y la superación de las ideologías. Lo nombro sólo para que veamos que nadie, ni siquiera en el ámbito académico, está libre de caer en esa equivocación.

 

Por desgracia, no sucede así. En nuestro propio país asistimos al auge electoral de propuestas de involución que niegan tanto el Estado autonómico como cuestionan el feminismo. No son siglas marginales, esquinadas en un extremo minoritario del arco político, un reducto de radicales. Son fuerzas que ya se aprestan a disputar el liderazgo de la oposición.

 

Alcemos más la vista. Al Este de nuestra vieja Europa, este trozo del mundo que considerábamos escarmentado para siempre jamás de la maldición de la guerra, ha vuelto la violencia bélica con toda su destrucción. Estamos viviendo un episodio de tensión equiparable a los peores momentos de la Guerra Fría ante el que no podemos sentirnos ajenos. De ninguna manera: la invasión de Ucrania supone también un ataque a todos los valores que nos distinguen.  

 

Basta con pasear los ojos por un mapa para comprobar que el sistema democrático no es el destino forzoso del mundo globalizado y que la igualdad no es mera cuestión de dejar pasar el tiempo, como quien espera a que el fruto madure. Aprendámoslo de una vez: la democracia, la libertad y la igualdad primero se conquistan y, luego, se defienden.

 

En esta situación, os pido fuerza. Os pido que, como lleváis haciendo tanto tiempo, no aflojéis. Que sigamos considerando inaceptable la brecha salarial existente en nuestra comunidad, por más que en 2019, el último año del que disponemos datos, haya disminuido al mínimo de la serie histórica. Que continuemos con el empeño de erradicar la violencia contra las mujeres en todas sus formas, sin olvidar que las agresiones machistas son la manifestación más radical de la desigualdad. Que aprovechemos todos los foros posibles, como la concertación social, para fomentar la igualdad en las empresas y la propia Administración.

 

Os pido fuerza porque queda mucho por hacer y no nos lo van a poner fácil. En Asturias no podemos conformarnos con resistir la presión creciente de quienes proponen retroceder. En Asturias tenemos –tenéis- potencia sobrada para seguir avanzando, que será la mejor manera de hacerles frente.

 

En 2019 decidí hacer un gobierno feminista. Paritario, con una Dirección General de Igualdad vinculada a la Presidencia del Principado y con tres viceconsejerías ocupadas por mujeres. Eran las señales externas, las balizas que revelaban un convencimiento profundo y una orientación política clara.

 

Mantenemos el mismo empeño. Hemos caminado bastante y lograremos avanzar mucho más, pero las instituciones no lo pueden todo. Os necesitamos para seguir derribando muros, para que la conciliación y los cuidados no sean deberes femeninos, para intentar que las subidas del desempleo en cada revés económico no castiguen en especial a las mujeres. Os necesitamos para mejorar nuestra democracia, asentar las libertades y consolidar la igualdad.

 

Os necesitamos, en fin, para seguir labrando la mejor Asturias. Por eso yo no encuentro otra manera de terminar esta intervención que repetir, por última vez, vuestro lema clásico, pero ahora en asturiano: ¡Puxa la llucha de les muyeres!

 

 

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