“El voto de castigo es solo una manera de expresar el descontento. Para ser eficaz requiere que muchos más votantes de tu partido decidan también votar a otros. Sin embargo, si hay suficiente gente que participa en este tipo de voto, se puede obligar a que se adopten cambios estratégicos o lidiar con cuestiones políticas que antes eran ignoradas”, declara a SINC Daniel Kselman, investigador de la Fundación Juan March y coautor de un estudio que analiza esta conducta.
Los autores crearon un modelo probabilístico que les permitió distinguir a los “votantes estratégicos", que votan a un partido aunque no sea su favorito porque su primera elección no tiene ninguna posibilidad de ganar, y los “votantes de castigo”, que escogen a otro aunque su preferido tenga la posibilidad de ganar, precisamente para ‘castigarle’.
“Los votantes de castigo muestran el descontento con la elección de un partido más hacia la derecha o la izquierda de su favorito con la esperanza de que el aumento de votos de la competencia arrastre a su partido en un sentido o en el otro”, apunta Kselman.
Según sus resultados, cuando son los votantes ideológicos los que están descontentos, simplemente se abstienen. Además, el voto de castigo es más probable en elecciones en las se espera que un partido gane por victoria aplastante.
“Este es el contexto de la actual situación española, donde muchos piensan que el PP va a ganar con mayoría absoluta. Dado que en las elecciones que se celebran el domingo es probable que haya una victoria aplastante, podemos esperar de los votantes tradicionales del PSOE muchos votos de castigo, ya sea hacia el PP o a otros. Esto no quiere decir que estén cambiando su afiliación al partido, de hecho, podrán votar al PSOE de nuevo en las próximas elecciones”, explica el experto.
Como consecuencia, este tipo de acción aumenta la pluralidad de un partido y puede contribuir al fortalecimiento de otros más pequeños. “A veces, las formaciones más pequeñas comienzan a recibir en su mayoría votos de castigo a otros, pero a continuación, al desarrollar un seguimiento independiente de los suyos, este hecho les permite convertirse con el tiempo en fuerzas políticas más permanentes e importantes. Por lo tanto, el voto de castigo podría permitir que nuevos partidos accedan a la primera línea de la política española”, concluye Kselman.