¡Quien me iba a decir en 1995 cuando oí las palabras “no vas a volver a andar” que el
camino que iba a recorrer con mi silla me iba a llevar hasta aquí!
Desde luego, nunca me lo iba a decir la vecina del barrio que, cuando por fin me decidí
a superar mis miedos y vergüenzas, a asumir lo que me pasaba y salir a la calle, nos
paró a mi madre y a mi. Probablemente con la mejor intención del mundo se volvió a
mi madre y, como si yo no existiera, le dijo: “Pobrecita niña ¿qué le ha pasado?”. En
un segundo y una mirada, había dejado de ser la niña del tercero para ser la “pobrecita
hija de Sebi.
Desde luego, esa vecina no me lo iba a decir. Para ella, mi vida se había acabado antes
de empezar. Para nosotras, la vida simplemente continuaba por un camino distinto al
previsto. Mi madre Sebi, siempre tuvo la certeza de que tenía un sitio al que llegar,
que no me iba a quedar siempre bajo la protección que me daban sus alas. Siempre ha
estado a mi lado.
- “Mamá, quiero bañarme en la piscina”. Y a ella le faltaba tiempo para ir a comprar
un chaleco salvavidas y, literalmente, tirarnos a la piscina.
¡Quién iba a decirme entonces que seguiría nadando 24 años después y que iba a ganar
27 medallas paralímpicas! Seguro que ni siquiera mi entrenador, cuando me dijo que
era un diamante en bruto por pulir, pudo imaginarlo. Nunca supe si mi madre lo dudó
o si lo imaginaba siquiera porque ella jamás me dijo: “no puedes, no debes, no sigas,
no lo lograrás”.
- “Mamá, voy a ser diputada” y ella: “si es lo quieres, hazlo”.
- “Mamá, voy a escribir un libro” y ella “si te hace feliz, adelante”.
Y así con todos los proyectos de estos años, incluso los más locos para hacer con una
silla pegada al culo. Por ejemplo:
- “Mamá, voy a ir desierto saharaui a llevarles latas de sardinas en un 4x4”. Y ella:
“vamos a inventar algo para que puedas ir al baño en las dunas”.
©FPA
¡Quien nos iba a decir también lo que ha cambiado la sociedad! Y en el caso de la
discapacidad, para bien. La mirada de la vecina probablemente ya no sea la misma. O
mejor dicho, no es la mirada de tantas vecinas. Hay más portales accesibles, menos
comercios con escaleras en la puerta, incluso una ley de la dependencia. Hay que seguir
mejorando, sin duda, y esta claro que seguimos sin ser una sociedad ideal pero ahora
al menos lo sabemos y somos muchos, aunque no todos, los que nos esforzamos en
mejorarla y hacerla avanzar hacia la igualdad de todas las personas.
Por eso, quiero aprovechar este altavoz, para decir a los niños y a los no tan niños que
no hay que esperar a que alguien nos diga lo que va a pasar o lo que debemos hacer. Hay que pensarlo o soñarlo. Decidir tú lo que quieres e ir a por ello. Con decisión.
Sin dejar que los obstáculos te impidan, al menos, intentarlo. Y en el camino,
rodearnos de gente, de amigos, de personas que nos digan siempre como mi madre
“aquí estoy para ayudarte”. Así, aunque el destino sea distinto al imaginado, el viaje
habrá merecido la pena.