Joaquín Sabina dejó en la Caja de las Letras manuscritos, libros, fotografías, dibujos y su bombín
El legado del cantautor, que incluye la colección completa de la revista argentina Sur, recorre su trayectoria poética y musical
Acompañado por García Montero, Meritxell Batet, Benjamín Prado y Nativel Preciado, anunció que volverá a los escenarios «para decir hola y adiós»
Madrid.-El cantautor Joaquín Sabina depositó hoy en la Caja de las Letras un «maravilloso» legado, como lo definió Luis García Montero, formado por numerosos objetos –manuscritos, libros, fotografías, dibujos, y su clásico bombín– que repasan la larga trayectoria musical y poética de uno de los grandes referentes actuales de la cultura española y en español.
El polifacético artista (Úbeda, Jaén, 1949) guardó el legado en la caja de seguridad número 1237 de la cámara acorazada, en un homenaje en el que le acompañaron el director del Instituto Cervantes, García Montero; la presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet; el escritor Benjamín Prado y la periodista Nativel Preciado.
Como ejemplo de su poesía legó una primera edición de su libro Ciento volando de catorce con una dedicatoria manuscrita que reza: «Para el Instituto Cervantes por ser tan mi casa. Siempre». El volumen, editado por Visor, cuenta con prólogo de García Montero. Sabina lo escribió en 2001, a raíz de una crisis producida por problemas de salud.
También dejó el original manuscrito de una de sus canciones más icónicas, «Que se llama soledad», al que definió como «mi soneto favorito», junto con otra copia impresa del mismo.
Su perfil como pintor quedó patente en cuatro dibujos originales de su autoría: unos gallos de pelea muy coloridos y un hombre y una mujer frente al mar en Asturias.
Además, cuatro fotos enmarcadas de su álbum personal que representan momentos esenciales de su carrera artística: aparece con Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Adolfo Bioy Casares y una imagen del llamado «grupo de Rota» (por el lugar de Cádiz donde veranean) con García Montero, Almudena Grandes, Benjamín Prado, Chus Visor o Felipe Benítez Reyes, entre otros amigos.
No podía faltar el bombín que le ha acompañado en sus actuaciones en directo, hasta convertirse en una especie de firma alternativa. Tras posar con él puesto ante los fotógrafos, quedó guardado dentro de una gran sombrerera blanca con el sello del establecimiento londinense donde lo compró, en St. James Street.
También quedaron bajo llave en una de las cajas más grandes (junto a un legado de Les Luthiers) los dos primeros ejemplares de la revista literaria argentina Sur, en representación de la colección completa (los 371 números) que ha donado al Cervantes, y que se guardará en su Biblioteca Patrimonial.
Sur fue una publicación de referencia cultural entre 1931 (fecha en la que la fundó la escritora Victoria Ocampo) y los años setenta, aunque siguió publicando ejemplares hasta 1992. En ella escribieron autores en español de la talla de Borges, Bioy Casares, Alfonso Reyes, Ortega y Gasset, Octavio Paz, Gómez de la Serna, Sábato, García Lorca, García Márquez, Gabriela Mistral, Silvina Ocampo o Neruda, entre muchos otros. Y también, exiliados españoles que huyeron a raíz de la Guerra Civil.
Sabina desveló que García Montero le envidiaba el manuscrito de García Lorca que posee y esta valiosa colección que ha sabido conseguir y mantener en perfecto estado y que «no he visto en ninguna biblioteca del mundo». El cantautor había ofrecido a García Montero regalársela para él o para el Instituto Cervantes, y el poeta granadino eligió esta segunda opción «con una generosidad no frecuente entre bibliófilos».
«Nuestra mayor riqueza es el idioma»
«Es la primera vez en mi vida en la que en un institución de tanta prosapia me siento como en casa», sentenció, para añadir que “«uestra mayor riqueza, y no solo cultural, es el idioma».
García Montero elogió la capacidad del cantautor para complementar el lenguaje literario y el de la calle, como hicieran siglos atrás, dijo, Juan de Mena al abrirse a la lírica popular, Lope de Vega cuando se alejó del culteranismo barroco, o Juan Ramón y Antonio Machado «cuando el modernismo empezaba a oler a cerrado».
La presidenta del Congreso de los Diputados, por su parte, destacó de las letras de Sabina los temas tratados como el amor, la amistad, la pasión o la huella del tiempo: «tus canciones», dijo Meritxell Batet, «se han convertido en un espacio de memoria en el que se ven reflejadas muchas generaciones».
«Cantar para ganarme la vida»
En la segunda parte del homenaje, el músico jienense desgranó su trayectoria creativa azuzado por dos incondicionales: el escritor Benjamín Prado y la periodista Nativel Preciado.
«No recuerdo un solo momento de mi vida en que yo decidiera que iba a ser cantante, nunca. Mi principal pasión era y es leer», rememoró. «Lo de cantar fue viniendo solo, primero para ganarme la vida» y después con el objetivo de mejorar y dignificar las letras de las canciones de la época, que estaban «faltas de magia y de literatura». De ahí el nacimiento de «La Mandrágora» con Javier Krahe.
«No me falta nada, estoy moderadamente en paz conmigo mismo». Y orgulloso de amistades como la que mantuvo con el poeta Rafael Alberti, que «tenía un oído musical impresionante y un gran talento para la rima musical».
Sabina escribe poemas, pero adora los sonetos, que compone «por amor a la rima clásica y al sonido de las palabras». En los conciertos multitudinarios, ha sentido «verdadero miedo escénico» por la posibilidad de defraudar al público y no darle todo lo que espera de él.
Y para cerrar el coloquio, una doble pregunta obligada: su salud y su posible vuelta a los conciertos. «Me encuentro bien, sobre todo por haber sobrevivido» a la situación de pandemia. «Me siento bien –insiste– pero no pienso volver a los escenarios» mientras la gente tenga que ir con mascarilla, no pueda fumar o juntarse por la covid, lo que no ocurrirá al menos en un año y medio, sobre todo en Hispanoamérica, augura. «Pero sí volveré para decir hola y adiós».
El homenaje concluyó con un aplaudido discurso, irónico y en tono de humor, que Sabina y García Montero leyeron, y que ambos compusieron al alimón para el Congreso Internacional de la Lengua Española de 2019 en Córdoba (Argentina).