Pie de foto: De izquierda a derecha, los investigadores Gonzalo Machado, Carmen Blanco, Eduardo Dopico, Paula Masiá, Eva García Vázquez, Alba Ardura y Noemí Rodríguez
El estudio revela que el fraude es cuantitativamente bajo, pero cualitativamente importante porque afecta a especies en peligro de extinción o no reguladas, lo que apunta a una pesca ilegal
Los resultados indican también que el uso de las ‘etiquetas trampa’ es mayor en aquellas especies consideradas más valiosas por parte del consumidor
Las investigadoras apuntan que se necesita mayor control para cumplir con los objetivos 12 y 14 de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de la ONU
Oviedo/Uviéu, 10 de septiembre de 2021. Un grupo de investigación de la Universidad de Oviedo ha sacado a la luz un fraude intencional en productos del mar procedentes de caladeros europeos, como la merluza o el atún, altamente consumidos en Europa. El trabajo realizado por el Aula de Investigación sobre Recursos Naturales-ARENA revela que este fraude es cuantitativamente bajo, pero cualitativamente importante porque afecta a especies en peligro de extinción o a especies no reguladas, lo que apunta a una pesca ilegal en aguas africanas. Los resultados de esta investigación han sido publicados en la revista Scientific Report, de máximo impacto en esta área de conocimiento.
El grupo de la Universidad de Oviedo Aula de Investigación sobre Recursos Naturales-ARENA lucha contra las etiquetas trampa en los productos de mar. Alba Ardura Gutiérrez, investigadora del Departamento de Biología Funcional y una de sus integrantes, explica que, a pesar del gran esfuerzo de trazabilidad de los alimentos para garantizar un consumo seguro y sostenible, todavía persiste el etiquetado incorrecto en los mercados de productos del mar. “En nuestro trabajo tratamos de determinar qué impulsa el fraude deliberado para mejorar la autenticidad y la sostenibilidad de los alimentos”, indica.
La presente investigación está en concordancia con el objetivo 12 de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, al sumar esfuerzos en la lucha por garantizar modalidades de consumo y producción más sostenibles. El grupo ARENA es consciente de la necesidad de promover cadenas de producción y suministro más eficientes que aboguen por una seguridad alimentaria que pasa por implementar una economía que maneje los recursos de manera más eficiente. Del mismo modo, se alinea con objetivo 14 relativo a la vida submarina, reivindicando la gestión efectiva de las áreas marinas y sus recursos junto a la puesta en marcha de normativas que reduzcan la sobrepesca y la contaminación marina.
Con este propósito, el estudio desarrollado por la Universidad de Oviedo se basó en una doble aproximación. Por un lado, se realizó una encuesta sobre las preferencias del consumidor, con 1.608 personas, y, por otro lado, se analizaron 401 muestras de pescado congelado muy consumido en Europa y en todo el mundo: atún, merluza, anchoa y bacaladilla mediante amplificación por PCR y secuenciación de un conjunto de marcadores de ADN.
Los resultados obtenidos tienen una doble lectura. La tasa de etiquetado incorrecto es baja, de apenas el 1,9%, sin embargo, su implicación es importante porque revela el uso de especies en peligro de extinción y la pesca ilegal.
Más en concreto, los investigadores obtuvieron tres conclusiones relevantes. Primera, un mayor riesgo de etiquetado incorrecto en productos no reconocibles. Segunda, un fraude mayor en aquellas especies consideradas más valiosas por parte del consumidor. Y, tercera, el uso de especies en peligro de extinción como Thunnus thynnus, juveniles de atún comercializados como anchoa, y de merluza africana, Merluccius polli, aún no regulada como especie sustituta.
“Nuestros hallazgos indican un fraude intencional preocupante que obstaculiza el objetivo de la producción y el consumo sostenibles de productos del mar, y sugieren priorizar los esfuerzos de control en especies muy apreciadas”, afirma Noemí Rodríguez, investigadora del Departamento de Ciencias de la Educación de la Universidad de Oviedo. “Nos alejamos así del compromiso con la agenda 2030; que invita en su objetivo 14 a erradicar la sobrepesca, a restaurar las poblaciones de peces y a eliminar la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada”, añade.
Ambas investigadoras coinciden en que el estudio pone de relieve la importancia de un etiquetado correcto porque, al final, “el consumidor puede estar comprando una merluza que considera de alto valor por una de menos valor y porque, además, estamos explotando especies en peligro de extinción o no declaradas y mermando los caladeros”. ¿Quién está detrás de este fraude? El trabajo realizado por este grupo de la Universidad de Oviedo no se aventura a identificar a los autores. “Resulta difícil determinar si el fraude proviene de la zona de captura o no. No sabemos quiénes son los responsables. Necesitaríamos una investigación más a fondo en origen”, apunta Alba Ardura.
El proyecto de este grupo de investigación es fruto de la colaboración con colegas del continente africano con los que empezaron a trabajar hace un par de años. El primer resultado de esta cooperación fue el proyecto Oceanic Karma que reveló la presencia de contaminantes en el pescado africano procedentes de la basura electrónica que las potencias occidentales envían a África.