La investigación, publicada en ‘Regional Studies’, revela que un incremento de un 10% en el número de universitarios genera un crecimiento del 0,12% en el producto interior bruto per cápita de las comunidades autónomas
El trabajo destaca el papel de la enseñanza universitaria como factor de cohesión social porque los beneficios económicos son aún mayores en las comunidades autónomas menos desarrolladas
Oviedo/Uviéu, 29 de abril de 2021. Existe un consenso general sobre el papel de la educación como motor de desarrollo económico. Sin embargo, no resulta tan sencillo cuantificar cómo interactúan educación y economía. Una investigación de la Universidad de Oviedo ha puesto ahora números a esta relación. Así, un incremento de un 10% en el número de universitarios puede generar un crecimiento del 0,12% en el producto interior bruto per cápita de las comunidades autónomas. Esta es la conclusión a la que ha llegado el estudio realizado por Juan Francisco Canal Domínguez, profesor del Área de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de Oviedo, que acaba de ser publicado en la revista Regional Studies.
El trabajo aporta además otra novedad interesante y es que los resultados obtenidos difieren entre regiones en función de sus particularidades socioeconómicas. El papel de la educación superior se revela ahí como un importante instrumento de cohesión social. “Hemos observado que el efecto de la formación universitaria sobre la riqueza de una región es mayor en aquellas comunidades que parten de una economía menos ventajosa”, subraya el investigador. Así, al agrupar las comunidades autónomas en función de su riqueza, el estudio ha revelado que el incremento del número de universitarios generaba un aumento del 0,81% en el producto interior bruto per cápita de las comunidades más pobres frente al 0,65% de las más ricas, lo que contribuye a reducir las diferencias económicas interterritoriales.
De acuerdo con este investigador, Asturias, al situarse dentro del grupo de comunidades autónomas con un PIB per cápita inferior a la media nacional, estaría dentro del grupo de las comunidades autónomas que se beneficiarían en mayor medida del desarrollo de la educación superior. “No obstante, debe tenerse en cuenta que para el análisis realizado utilizamos la información de todas las comunidades que conforman el grupo donde está situada Asturias, por lo que no se obtienen resultados para una comunidad autónoma concreta, sino una media para el grupo”, explica.
El estudio aporta también otro resultado novedoso en función de los estudios que cursan los estudiantes. Existen diferencias significativas en la relación entre el área del conocimiento en el que se matriculan los alumnos y el crecimiento económico de las comunidades autónomas, lo que parece indicar que incentivar la matriculación en ciertas disciplinas puede ejercer un efecto beneficioso sobre el desarrollo económico de las regiones. “Desde el punto de vista de la universidad como formadora de mano de obra altamente cualificada, deberemos pedir que se forme a los trabajadores en aquellas disciplinas que mayor productividad generen para la sociedad, dado que debe exigirse un retorno de los fondos públicos destinados a la educación superior”, explica Canal. “Un trabajador parado es un trabajador improductivo, por lo que debe fomentarse la formación que más se ajuste a las necesidades del mercado de trabajo”, añade.
Los resultados de esta investigación, según el profesor Canal, “parecen respaldar la política educativa de la Comisión Europea, que considera las universidades como una pieza indispensable en la estrategia de un crecimiento económico sostenible”. Concretamente, la Agenda para la Modernización de la Educación Superior, que data ya de 2017, hace especial hincapié en el llamado triángulo del conocimiento regional, que combina investigación, educación e innovación. En este contexto, el llamado modelo de triple hélice de colaboración e innovación regional entre Gobierno, empresas y universidades debería añadir, a juicio de este investigador, una base más amplia, una cuarta hélice, que incluya población local y sociedad civil.
Para llegar a estos resultados, la investigación comparó los datos de la variación del número de universitarios matriculados y variación del producto interior bruto per cápita. El espacio temporal analizado abarca desde 1985, primer año del que se disponen cifras completas del número de matriculados, hasta 2016, último año del que se tiene información sobre el producto interior bruto per cápita.
Los resultados confirman que, aceptando como punto de partida la estrecha relación entre educación y crecimiento económico, es el nivel educativo superior donde estos efectos son más llamativos. “De ahí, el interés de la Unión Europea por el desarrollo del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) como mecanismo fundamental para la formación de mano de obra altamente cualificada”, concluye el investigador.