- Más de 24.000 asturianos padecen fibrilación auricular no valvular, una enfermedad poco conocida pero causante de los ictus más graves
- Se trata de un tipo de arritmia que multiplica por cinco el riesgo de padecer un ictus y por dos el de muerte en caso de padecerlo.
- La adecuada anticoagulación de estos pacientes es clave para prevenir y disminuir la incidencia del ictus en Asturias - donde es, de hecho, la primera causa de fallecimiento – en un contexto de gran presión asistencial como el actual.
- Cada día, cuatro asturianos sufren un episodio de ictus y, cada año, el coste de su tratamiento y el de sus consecuencias incapacitantes asciende a 46 millones de euros ii, vi, vii. El 80% de los ictus se podrían prevenirviii,ix.
Asturias.- Un total de 24.345 personas en Asturias padecen fibrilación auricular no valvular (FANV)[i],[ii],[iii]. Se trata de una enfermedad poco conocida pero, tal y como se recoge en el “Atlas del Ictus en Asturias”[1], con un gran impacto sanitario y social. Por un lado, la FANV es la causante de los casos más graves de ictus y este accidente cerebrovascular es, a su vez, la primera causa de muerte en la región. Por otro lado, el ictus supone una enorme carga asistencial y económica para un sistema sanitario actualmente bajo gran presión por la pandemia del coronavirus. La fibrilación auricular no valvular es, de hecho, el trastorno del ritmo cardíaco (también denominado arritmia) más común. Constituye el 85% de los casos de fibrilación auricular en general i,ii,iii y aparece cuando la frecuencia cardíaca (ritmo al que late el corazón) no se produce de forma regular o constante, sino de manera irregular y acelerada. “El corazón, además de la capacidad de contraerse, tiene un ritmo regular. En la fibrilación auricular ese ritmo se pierde y se vuelve irregular, lo que provoca que la sangre no circule de una manera fluida -explica el Dr. Jesús María de la Hera, cardiólogo del Hospital Universitario Central de Asturias y Centro Médico de Asturias y expresidente de la Sociedad Asturiana de Cardiología-. Esto provoca, a su vez, que toda esa sangre que no circula de manera adecuada tenga tendencia a trombosarse”. Como la FANV favorece la aparición de coágulos en la sangre (tromboembolismo), es necesario que quienes la padecen estén anticoagulados; así se evita la formación de los coágulos y se reduce el riesgo de trombos. “En efecto, la fibrilación auricular aumenta el riesgo de trombos a nivel del corazón. Por lo que, además de comprobar si hay un problema cardiaco asociado, es necesario evaluar, según una escala, la necesidad de tomar anticoagulantes, lo que suele ocurrir en la mayoría de los casos”, afirma el Dr. De la Hera. En caso de no estar anticoagulados o de estarlo inadecuadamente, estos pacientes se encuentran entre los de mayor riesgo de sufrir un ictus, un accidente cerebrovascular que, en Asturias, constituye la primera causa de muerte[iv]. En concreto, la fibrilación auricular multiplica por 5 el riesgo de padecer un ictus y por 2 el de muerte[v]. Más aún, se estima que 2 de cada 10 ictus están asociados a ellav, siendo la variante no valvular la que causa los casos más graves e incapacitantes. “La situación generada por la pandemia ha hecho que anticoagular de forma adecuada a los pacientes se convierta en un gran reto - asegura el Dr. José María Fernández, presidente de la Sociedad Asturiana de Medicina Interna (SAMIN)-. Se trata de conseguir la mayor eficacia en su tratamiento y, al tiempo, reducir el riesgo de que se contagien de coronavirus minimizando sus visitas a los centros sanitarios, ya que, en su mayoría, son personas mayores de 65 años”. Por su parte, Rafael Martínez, presidente de la Federación Española de Asociaciones de Anticoagulados (FEASAN), apunta que, “en efecto, la situación actual de pandemia ha acrecentado el nivel de vulnerabilidad de los pacientes con FANV; una correcta anticoagulación no solo previene el riesgo de ictus sino que implica menos visitas a los centros sanitarios, consiguiéndose una menor exposición al riesgo de infección por coronavirus y una mayor optimización de los recursos asistenciales, objeto de tanta presión hoy en día”. Ictus: qué es, factores de riesgo y secuelas El ictus o infarto cerebral, principal complicación a la que se expone un paciente con FANV inadecuadamente controlado, es un accidente cerebrovascular que se produce cuando una arteria se rompe (ictus hemorrágico) u obstruye (ictus isquémico), con la consiguiente reducción del flujo de sangre al cerebro. Parálisis facial, pérdida de fuerza, problemas de habla o comprensión, un dolor repentino y fuerte dolor de cabeza sin causa aparente son sus principales síntomas. Según el “Atlas del Ictus en Asturias”, cada año se registran en la comunidad 1.670 nuevos casos de ictus o, lo que es lo mismo, 4 casos al díaii,[vi], con sus consiguientes secuelas sociosanitarias -discapacidad o dificultades en la vida diaria de quienes sufren un episodio- y económica: se estima que solo el coste anual de las hospitalizaciones para su tratamiento y el de sus consecuencias asciende en Asturias a 46 millones de eurosii,vi,[vii]. En cuanto a la distribución por sexos de su incidencia en Asturias, la proporción es mayor en el caso de los hombres, con un 51% de los episodios, frente al 49% de los que se presentan en mujeresii,vi. Para éstas, supone, sin embargo, la primera causa de muerte, frente a la cuarta en los pacientes masculinos, siendo la suma de los episodios de hombres y mujeres la que sitúa al ictus en el primer lugar mencionado entre las causas de fallecimiento más frecuentesIV. Ente las causas del ictus se encuentran factores de riesgo más o menos fácilmente modificables, como la inactividad física, el sobrepeso, fumar, el alcohol o el estrés. A ellos se añaden otros posibles desencadenantes, como la diabetes mellitus, la hipertensión u otras enfermedades cardíacas, principalmente la fibrilación auricular. El 80% de los ictus son evitables[viii],[ix], sea mediante la promoción de hábitos de vida saludables, el conocimiento de sus síntomas -a fin de detectarlos y recibir la asistencia sanitaria adecuada en el menor tiempo posible, lo que mejora el pronóstico posterior- o una correcta anticoagulación en el caso de los pacientes que reciben tratamiento para ella. Además de por su letalidad, en el caso de supervivencia a uno de sus episodios, el ictus se caracteriza por resultar enormemente incapacitante. Se estima que 2 de cada 3 asturianos que lo sufren desarrollarán algún tipo de discapacidad, incluso 15 años después del episodio[x]. La gran mayoría de ellos aseguran tener problemas de movilidad o dificultades para realizar sus actividades cotidianas, principalmente entre las mujeres y los mayores de 65 años con independencia del sexo. “No obstante, estas secuelas –concluye el Dr. Fernández- dependen de la localización del trombo, es decir, de la zona del cerebro a la que afecte. Pueden oscilar entre simples problemas en el habla hasta la parálisis de una parte del cuerpo, es decir, la pérdida de movilidad de un brazo, una pierna y/o una zona de la cara”.