A lo largo de una historia milenaria, como es la de la villa de Avilés, indudablemente se producen momentos de mayor o menor auge económico y social.
Y en ese sentido, las décadas finales del siglo XIX constituyen uno de esos periodos de esplendor de los que, como en la Edad Media, o a partir de la llegada de Ensidesa en los años cincuenta de la pasada centuria, Avilés ha disfrutado. Y como siempre, vinculados a la ría y su puerto.
Desde mediados de aquel siglo la ría avilesina se convierte en uno de los principales puntos de salida del proceso emigratorio, que en aquellos momentos tenía como destino principal los países iberoamericanos. Y al igual que sigue sucediendo actualmente con el popularmente conocido como "efecto llamada", las gentes de Avilés, su comarca y parte de Asturias, emprendieron el viaje hacia América. Y el destino fundamental para la inmensa mayoría de ellos fue, en el caso de nuestra comarca y parte de la zona central de Asturias, la isla de Cuba, aún entonces colonia española.
Este tráfico tuvo para la historia de Avilés importantes consecuencias. Una parte de esa emigración hizo fortuna en la isla caribeña y regresó a su tierra de origen con grandes capitales. Además de destacadas viviendas indianas, lo que en alguna ocasión ha sido calificado como "las casas que vinieron del mar", que en Avilés se asentaron fundamentalmente en el barrio de Villalegre, se fueron desarrollando importantes iniciativas industriales (Fundiciones, vidrieras, La Curtidora, Harinas El Águila o la Azucarera de Villalegre, ésta última ya a principios del siglo XX).
Esta influencia indiana repercute además en un nuevo Avilés en el que la desecación de Las Aceñas y la canalización del río Tuluergo genera un nuevo espacio de residencia y actividad comercial, formado por la plaza de Abastos, su entorno y los nuevos tramos de la calle de La Cámara. Edificios singulares como la nueva iglesia de Sabugo, la Escuela de Artes y Oficios o el teatro Palacio Valdés son fruto de esta actividad, sin olvidar la enorme huella artística del cementerio de La Carriona, inaugurado en 1890. Todo ello en un Avilés que comenzaba el siglo XX con 12.763 habitantes censados.
Este desarrollo portuario se ve reforzado por la llegada del ferrocarril Villabona San Juan de Nieva también ese mismo 1890. Tras las inevitables polémicas locales la estación se instalará definitivamente en la zona de Cantos, ubicación que vinculará también a la red tranviaria que seguidamente analizaremos.
Esta línea férrea no solo comunicaba Avilés con el resto del país, sino, sobre todo, con las cuencas mineras asturianas y la nueva dársena de Raíces, en San Juan de Nieva. Catapulta a Avilés durante un pequeño espacio de tiempo, hasta la construcción del nuevo puerto del Musel y el desarrollo de San Esteban de Pravia, como principal puerto asturiano, fundamentalmente centrado en el tráfico carbonero.
Puerto y también ocio. A partir de mediados del siglo XIX la monarquía española pone de moda los "baños de ola" o baños de mar en la costa cantábrica. San Sebastián y Santander fueron los principales destinos, pero los balnearios costeros y los primeros turistas surgieron por toda la costa, y Avilés no fue la excepción. Dado lo exiguo de nuestro término municipal, sin otra playa que la de San Balandrán, en plena ría, fue en Salinas, en el vecino concejo de Castrillón, en donde surgió toda una población al amparo de los terrenos propiedad de la Real Compañía Asturiana de Minas. Un centro de veraneo con su propio balneario, y luego también con club naútico, y que en el inmediato Avilés tuvo su primera repercusión en la puesta en marcha de los primeros hoteles. Entre ellos destacó, sobremanera, el Gran Hotel, proyectado por el maestro de obras Armando Fernández Cueto y promovido por una de las personalidades clave en la sociedad avilesina como fue Ceferino Ballesteros.
Y también el ocio de los trabajadores. Entre las conquistas sociales de la clase obrera están los tiempos de descanso dominical y la regulación de los horarios de trabajo. De ahí emana una actividad cultural, deportiva y de ocio hasta entonces desconocida, incluidos también los baños de mar. San Juan de Nieva será para muchas familias el espacio elegido, frente a los más pudientes instalados en Salinas.
En estas circunstancias puerto, industria, turismo y ocio se unen como elemento clave en el desarrollo de la red tranviaria avilesina. Una implantación que desde el primer momento tendrá un ámbito comarcal.
EL TRANVÍA DE VAPOR DEL LITORAL ASTURIANO "LA CHOCOLATERA"
(1893-1933)
En este contexto, y coincidiendo un auge del ferrocarril y de los sistemas tranviarios, a finales del siglo XIX hay varias solicitudes para la concesión de una línea tranviaria entre Avilés y Salinas. El objetivo no era otro que, dado el incremento del número de personas que se acercaban a la localidad castrillonense, aumentar el valor de los terrenos sobre los que se iba a desarrollar la población.
De entre todas ellas, los capitales "americanos" y la propia RCAM apoyaron esta iniciativa, constituyéndose la Compañía del Tranvía de Vapor del Litoral Asturiano (CTVLA). Del proyecto original de tranvía "a sangre" (tirado por animales) finalmente se decantó por la explotación mediante locomotoras de vapor. Disponía a tal efecto de dos pequeñas locomotoras denominadas "Avilés" y "Salinas", que por la humareda que desprendían dieron el nombre popular de "La Chocolatera" al tranvía. Como muchas de la época, eran de construcción inglesa y de reducidas dimensiones (2 ejes acoplados y 7 tm. de peso). Entre los accionistas, nombres de la sociedad avilesina como Manuel García-Barbón, Benito González, Tomás Menéndez Valdés o Ramón García de Castro.
De vía métrica y casi cinco kilómetros de longitud (4.748 metros de los que 3.663 m. eran en uso compartido con la carretera nacional y 1.085 m. en explanación propia), el tranvía partía de las proximidades del parque del Muelle, cerca del paso a nivel de Larrañaga. Discurría hacia Salinas por la entonces recién inaugurada carretera de Ribadesella a Canero, siempre por su margen derecho, lo que en nuestra ciudad se conocía como carretera de Pravia y Muros, y actualmente avenidas de Los Telares y Lugo respectivamente. Sobre esta plataforma pasaba delante de la estación del Norte, actual ADIF-RENFE, con la que tenía una conexión mediante vía de apartado para el poco tráfico de mercancías que tuvo y así hasta la salida del término municipal hacia Castrillón. No ha quedado constancia de ningún edificio para viajeros en Avilés, aunque algunas fuentes indican que posiblemente haya existido una pequeña edificación con funciones de estación entre la "Casa de Larrañaga" y la estación del ferrocarril.
En este municipio aprovecha también la traza de la carretera hasta el punto ahora conocido como Raíces Viejo desde donde, ya con plataforma ferroviaria independiente, construida por la compañía, llegaba hasta Salinas. Por la actual calle Piñole se alcanzaba la calle Galán en donde se ubicaba la estación, único resto de "La Chocolatera" que ha llegado a nuestros tiempos y que con muchas modificaciones ha tenido diversos usos (Correos, Servicio Municipal de Consumo, etc.). La obra de fábrica más importante, por no decir la única, de su recorrido era el puente sobre el río Raíces.
Salinas acogía además una nave para los servicios del ferrocarril. El tráfico fue fundamentalmente de viajeros para lo que disponía de ocho coches de segunda clase, uno de primera y un furgón de equipajes. Las mercancías eran atendidas mediante dos vagones-plataforma.
Entre los planes de expansión de la empresa figuraba una ampliación hasta Villalegre, que luego ejecutaría el "tranvía eléctrico". Los resultados económicos de la explotación nunca fueron boyantes y hacia 1900 la compañía pasó enteramente a mano de uno de sus socios "americanos", Tomás Menéndez Valdés. Potenció el tráfico de viajeros para lo que abrió un apartadero de cruce en La Maruca, dispuso la circulación del tranvía todos los días y no solo los del mercado y fines de semana como sucedía hasta entonces y firmó un convenio con la RCAM con descuentos en los billetes para sus trabajadores de Arnao. Aún así el número de pasajeros anuales no superó los 50.000 y en los últimos años de servicio se había reducido hasta 30.000.
A pesar de todos estos esfuerzos la vida de este tranvía languidecía, agravada por la puesta en marcha de los servicios de la Compañía del Tranvía Eléctrico de Avilés y el fracaso de iniciativas hoteleras como el citado Gran Hotel. Cuarenta años después de su inauguración, en 1933, prestaba sus últimos servicios. Es preciso señalar como Menéndez Valdés formará parte también de la próxima iniciativa tranviaria avilesina: la Compañía del Tranvía Eléctrico de Avilés (C.T.E.A.).
La competencia de un medio de transporte más rápido, cómodo y con mayores frecuencias, así como la modernidad del mismo, volvió inviable la actividad del tranvía de vapor.
La sociedad C.T.V.L.A. prolongó mucho su actividad en el tiempo, ya como fundición con instalaciones en La Maruca, actualmente en estado ruinoso, contando incluso con viviendas para los trabajadores en la Avenida de Lugo, frente al cruce con la actual Travesía del Cristal, y como taller de reparaciones náuticas, con instalaciones ya desaparecidas en el espacio de dominio portuario de San Juan de Nieva. Entre sus recuerdos figuran los noráis del antiguo muelle pesquero, que ahora son un elemento más del mobiliario urbano del Paseo de la Ría.
Durante muchos años esta longeva empresa avilesina fue conocida como la fundición de "Don Aladino", por Aladino Menéndez, hijo de Tomás Menéndez Valdés.
LA COMPAÑÍA DEL TRANVÍA ELÉCTRICO DE AVILÉS 1921-1960
La bonanza económica avilesina, coincidente además con el desarrollo económico español producido por la neutralidad en la I Guerra Mundial, toma impulso con la segunda iniciativa en materia de transporte urbano, nuevamente comarcal.
En un momento en el que la electricidad es la energía que mueve los más novedosos sistemas tranviarios, surge en la villa la Compañía del Tranvía Eléctrico de Avilés. Una empresa en la que desde el primer momento forma parte la Real Compañía Asturiana de Minas, junto con destacadas personalidades de la vida social y económica del Avilés de aquellos momentos: Victoriano Fernández Balsera, que fue presidente de la Cámara de Comercio o la Junta de Obras del Puerto, el ya citado Ceferino Ballesteros, o familias como Rodríguez-Maribona, Guardado, Graíño, etc. Su primer presidente fue D. Juan Sitges Aranda.
El desarrollo urbanístico de Salinas, el transporte de trabajadores a Arnao y al puerto de San Juan de Nieva, la dotación de un servicio de transporte público urbano a la colonia americana de Villalegre y los viajeros que por ocio se dirigían a San Juan y Salinas marcaron su recorrido, más amplio que el de "La Chocolatera". Como vemos, unos objetivos muy parecidos a los del ya caduco tranvía de vapor, pero adaptados a los nuevos tiempos.
Las obras dieron comienzo en el año 1919 y, al igual que sucedía con su antecesor, la única obra de importancia era el puente sobre el río Raíces, en las proximidades del campo de futbol de Las Arobias. Estadio deportivo, por cierto, para el que se hacían servicios especiales los días de partido.
El paso a Arnao se realizaba a través del túnel de la RCAM compartiendo espacio con la carretera y con la vía de dos anchos (1,668 y 800 mm) del ferrocarril particular de dicha empresa.
Un aspecto dentro de lo que hoy llamaríamos "mobiliario urbano" fue el especial cuidado que tuvo la CTEA en el diseño e instalación de los postes sustentadores de la catenaria. Si bien la mayoría eran de hormigón y en el tramo más rural de Arnao a Piedras Blancas, en el casco histórico bien iban los cables sujetos mediante ménsulas a las fachadas de los edificios o los postes eran metálicos y de construcción muy artística.
El 20 de febrero de 1921 se puso en funcionamiento el primer tramo, Salinas La Texera. En enero del año siguiente ya llegó a Arnao, en febrero a Villalegre y en 1923 a Piedras Blancas. La población avilesina ya había ascendido hasta casi rozar los 15.000 habitantes, con una importante actividad comercial y de servicios.
La línea del tranvía surgía en el epicentro de la vida indiana de Villalegre. Frente al Casino se encontraba la primera parada. Seguía en plataforma compartida con la antigua carretera Avilés-Oviedo a lo largo de Santa Apolonia y la actual avenida de Oviedo (Los Canapés). Tras pasar por la actual Gutiérrez Herrero, ya entraba en el casco histórico atravesando toda la calle Rivero hasta el cruce frente al Ayuntamiento. Seguidamente bajaba por la calle de La Cámara y con un giro de 90 grados se dirigía por la calle de La Muralla hasta la actual plaza de Pedro Menéndez. Frente al Gran Hotel tenía otro cruce y tras atravesar el paso de Larrañaga entraba por el actual paseo de Manuel Ponga Santamarta en plataforma independiente y en una larguísima recta de cuatro kilómetros. Al final de la misma entraba en el recinto portuario de San Juan de Nieva y siguiendo frente a la actual estación de ADIF-RENFE de la zona portuaria entraba en el pinar del Salinas, en la carretera que por entonces era propiedad de la RCAM. Hay que destacar que en paso de Larrañaga la vía del tranvía atravesaba hasta 1933 la vía de "La Chocolatera" y la de la compañía del Norte y desde finales de los cincuenta también la de vía métrica del tramo Pravia-Avilés del ferrocarril Ferrol-Gijón, caso singular en la red ferroviaria española en tan estrecho margen de espacio
Frente a La Toldilla se ubicaba la parada de Salinas y seguidamente atravesaba el túnel de Arnao, compartiendo espacio con la vía de ancho ibérico del ferrocarril particular de la RCAM entre Arnao y San Juan en la que mediante un tercer carril se incluía otra de 800 mm.
Finalmente, siempre en plataforma compartida con la carretera ascendía por Arnao y La Castañalona hasta Piedras Blancas, la capital del concejo de Castrillón que por entonces era una minúscula población. El fin de la línea se ubicaba en el cruce de la carretera de Carcedo con la de Pravia y Muros. Actualmente estaríamos hablando del entronque de la calle José Fernandín con la Avenida de Eysines.
El recorrido total ascendía a 14,1 kms. con las siguientes paradas y apartaderos:
- Villalegre
- La Texera
- Plaza de España
- Parque del Muelle
- El Muelle
- Las Arobias
- San Juan de Nieva
- Pinares
- Salinas
- Arnao
- Piedras Blancas
Un pequeño ramal, solamente de uso como servicio propio de la compañía, partía a la altura del Arbolón, descendía por el segundo tramo de Llano Ponte, entraba en el primero y en la parcela contigua (Lado Oviedo-Gijón) del antiguo "ambulatorio" de dicha calle llegaba hasta las cocheras de la compañía. Una construcción que estuvo en servicio hasta el cierre del tranvía en los años sesenta del siglo pasado. En sus instalaciones se alojaba la subestación eléctrica que dotaba de energía a la línea.
La configuración espacial de Avilés y su comarca, lo que podemos denominar el "Paisaje cultural de la Ría de Avilés", hace que nuestro también tenga red de diseño claramente longitudinal Sur/Norte, con una única línea. Este hecho lo diferencia sustancialmente de las redes de Oviedo y Gijón. Ambas son totalmente radiales. En el primero de los casos desde el centro capitalino se alcanzan Colloto, Lugones, Buenavista y La Argañosa y en el segundo desde la plaza del Marqués y la calle Corrida se llegaba hasta El Musel, El Llano y La Guía-Somió.
No obstante, su longitud, por estas circunstancias llegó a ser algo mayor que la de Gijón. Tanto en la capital como en Gijón el inicio del sistema tranviario también fue diferente. Se hizo con los denominados "tranvías a sangre" que comunicaban en Oviedo la plaza del Ayuntamiento con la flamante estación del Norte, ubicada entonces casi en el extrarradio en el llamado barrio de Uría (1889). Su electrificación y puesta en servicio como transporte puramente tranviario eléctrico fue posterior al de Avilés, concretamente en 1922 y su cierre algunos años antes (1954).
Gijón también comenzó con "tranvías de sangre", a tracción animal comunicando el centro y Somio ya desde 1890. Tempranamente, en 1902, se electrifican y estuvieron en servicio hasta 1964.
Volviendo a la red avilesina, la frecuencia del servicio prácticamente durante toda su vida fue de treinta minutos entre cabecera y final de la misma. En verano y festivos había servicios especiales entre el centro de Avilés y Salinas, con lo que el intervalo de paso por sentido se reducía a quince minutos. Y ya en los primeros años se superaba la no desdeñable cifra de más de 1.000.000 de pasajeros.
Este éxito llevo a la compañía a plantear un plan de ampliación de las líneas, con un ámbito local y comarcal que desgraciadamente no pudo llevarse a cabo. Por el extremo sur planteó alcanzar Los Campos en el concejo de Corvera de Asturias y desde el centro extender un ramal hasta El Carbayedo.
Año 1941. Precios
En cuanto al material motor fue comprado nuevo a la firma zaragozana Carde y Escoriaza, todavía en activo e integrada en la Compañía Auxiliar de Ferrocarriles (CAF), la mayor empresa de material ferroviario español. El lote inicial consistía en cuatro coches motores, seis remolques y seis vagones de mercancías. Al igual que sucedió en el tranvía de vapor no parece que el transporte de mercancías adquiriese un notable desarrollo. Con las ampliaciones de Villalegre y Piedras Blancas se incorporan nuevos equipos (Dos coches motores, dos furgones motores, luego alguno de ellos transformado en motor de viajeros). Los remolques podían ser cerrados o abiertos, tipo jardinera, utilizados en el verano. Estos últimos contaban con unos cortinones para proteger al pasaje de viento y lluvia.
En los años cincuenta se adquirieron de segunda mano más equipos procedentes de los Tranvías de Zaragoza.
Todo este material a lo largo de su historia llevó siempre un color amarillo muy característico.
La plantilla de la empresa rondó los setenta trabajadores.
El tranvía fue todo un hito social en la población. Muy pocas ciudades españolas que no fueran capitales de provincia tuvieron ese servicio (Vigo, Gijón, Mataró, Cartagena, Linares y Ferrol) y era un elemento de prestigio y modernidad. Tal es así que siempre fue conocido y aún lo es la empresa de autobuses que presta el servicio como "el tranvía eléctrico".
Además, es preciso valorar más si cabe esta apuesta empresarial cuando previamente la misma compañía, en orden inverso a lo que sucedería al final de sus días, había empezado el servicio mediante autobuses, con tres "ómnibus", que al poco fueron sustituidos por la explotación tranviaria.
Las nuevas modas fueron arrinconando este medio de transporte en todo el país y Avilés no fue una excepción. A ello contribuyó enormemente la falta de inversiones y de modernización de los tranvías españoles. El 31 de diciembre de 1960 el "tranvía eléctrico" hizo sus últimos viajes. La empresa, que todavía tiene las concesiones del transporte comarcal por carretera, sustituyó los viejos tranvías por autobuses.
Finalmente hay que señalar que su trayecto es todo un recorrido por el paisaje cultural, natural y turístico de la comarca avilesina. Todos los escenarios transcurren desde sus ventanas. Se partía del burgués Villalegre. Dejando a sus espaldas edificios como el Foco, desde el Casino contemplamos el barrio indiano de Villalegre, luego los arrabales industriales y de vivienda obrera de Gutiérrez Herrero (La Curtidora, El Águila), el casco histórico, una recta de cuatro kilómetros a la vera de la Ría, la actividad portuaria de San Juan de Nieva, uno de los paisajes naturales más importantes de la costa asturiana, como es el sistema dunar de El Espartal, la villa residencial de Salinas con su playa, la industria y el poblado obrero de Arnao y por entonces el mundo rural que se extendía entre esta localidad y Piedras Blancas.
Nada mejor que las palabras de Manuel Álvarez Sánchez en su obra "Avilés. Leyendas y apuntes de novela. Anécdotas. Hijos ilustres. Curiosidades históricas", cuando en 1927 nos lo describe:
"El recorrido de Avilés a Salinas es lo más alegre y vistoso que puede imaginarse....."
"Desde el puente del río de la Texera se domina el extenso valle de la Magdalena, que sombrea la vistosa colina de La Luz, regresando luego por la calle de Rivero, deteniéndose, primero, en la plaza Mayor y después junto al frondoso Parque, frente al Gran Hotel, en donde evoluciona para emprender en seguida su rumbo, caminando cuatro kilómetros en línea recta por la carretera del Torno, paralela a la ría, hasta llegar a la dársena de San Juan de Nieva, en donde el golpe de vista es encantador por el gran movimiento, tanto industrial como mercantil, que se observa en el puerto. Desde la dársena continúa su recorrido, atravesando en toda su longitud el espeso bosque de pinares hasta su término en Salinas, en donde está la playa alegre, despejada y magnífica, comparable a las aristocráticas de Santander y San Sebastián, y superior, por su fino recorte, a la francesa de Biarritz."
Han transcurrido cien años, pero la línea marcada por el tranvía se mantiene con ligeras modificaciones. Básicamente, la línea principal de autobuses urbanos de la C.T.E.A. (L-1) mantiene su recorrido. Los cambios son la extensión de la cabecera sur al barrio de La Luz construido con la llegada de Ensidesa, el bordear el casco histórico primero por la imposibilidad material de circular los nuevos vehículos por la calle de Rivero y posteriormente por el proceso de peatonalización y finalmente el nuevo trazado en la zona norte del municipio. La llegada de Cristalería, con sus poblados para trabajadores y luego de Ensidesa con el crecimiento demográfico motiva nuevas construcciones en Cantos, La Maruca y, sobre todo, en Raíces ya en el concejo de Castrillón. Para atender estas zonas el "nuevo autobús tranvía" cambia su recorrido parelelo a la Ría por la antigua de la Chocolatera por el ya conocido itinerario de las avenidas de Lugo y Los Telares, Salinas, Arnao y Piedras Blancas. Pero la esencia sigue siendo la misma.