“Los grandes terremotos producen deformaciones en la corteza que se pueden cuantificar con mediciones geodésicas –que calculan el tamaño y la forma de la Tierra– y que determinan el desplazamiento de la falla”, señalan los investigadores del estudio que hoy revela en Science datos exclusivos sobre el terremoto de magnitud 8,5 que afectó la región de Maule (Chile) en febrero de 2010.
El análisis muestra que el seísmo causó una ruptura de 500 kilómetros y que la falla se desplazó a una velocidad de hasta 3,1 kilómetros por segundo. Los resultados indican también que el epicentro del terremoto (en el mar chileno) se situó 40 kilómetros al sudoeste y no 50 como se creía en un principio.
Los datos se han obtenido con un sistema Sistema de Posicionamiento Global (GPS) de alta resolución “mucho más complicado que los pequeños receptores para los coches”, explica a SINC Christophe Vigny, uno de los autores del estudio e investigador del Centro Geológico de París (Francia).
Según el experto, el seísmo se produjo en una zona “fuertemente acoplada”: “El contacto entre placas acumula tensión entre ellas, que después se libera en un terremoto”. “Si siempre fuese así, se podría tomar como un instrumento de previsión”, añade.
Poco frecuentes, pero destructores
El departamento de geofísica de la Universidad de Chile y el Servicio Sismológico Nacional (SSN) de Chile, junto con el Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS, por sus siglas en francés), estudian, desde 1996 y mediante sistemas GPS, la región de Maule (Chile) que resultó afectada por el terremoto de 2010.
“Esto nos permitió conocer la deformación que se produjo en el suelo la década antes del seísmo y compararlo con lo que pasó después del terremoto”, explica el científico.
Los terremotos de magnitud superior a 8,5 no son muy frecuentes: en los últimos 40 años, no se había producido ninguno hasta que en 2010 un seísmo de 8,8 azotó Chile. Sin embargo, el pasado marzo un temblor de magnitud 8,9 sacudió Japón.
Para Vigny, “Japón parece ser, como Chile, otro caso de zona fuertemente acoplada antes del seísmo y, aunque esta no es una estadística suficiente, estos datos pueden ser el principio de un nuevo descubrimiento”.
Chile es el país más sísmico del mundo y el terremoto de 2010 supuso, según el investigador, un “recuerdo” de ello: “Existen otras zonas sísmicas en el país chileno y hay que prepararse para acontecimientos raros, pero muy destructores”, advierte.
(Foto: Atilio Leandro)