Debido al aumento de la esperanza de vida y a la disminución de la tasa de fecundidad, la proporción de personas mayores de 60 años está aumentando más rápidamente que cualquier otro grupo de edad en casi todos los países. El envejecimiento de la población puede considerarse un éxito de las políticas de salud pública y el desarrollo socioeconómico, pero también constituye un reto para la sociedad, que debe adaptarse a ello para mejorar al máximo la salud y la capacidad funcional de las personas mayores, así como su participación social y su seguridad.
Ser insuficientemente activo se asocia con un mayor riesgo de enfermedades importantes no transmisibles y mortalidad por todas las causas.
Efectos beneficiosos de la actividad física en los adultos mayores
En general, la evidencia disponible demuestra de forma contundente que, en comparación con los adultos mayores menos activos, hombres y mujeres, las personas mayores físicamente activas:
- presentan menores tasas de mortalidad por todas las causas, cardiopatía coronaria, hipertensión, accidentes cerebrovasculares, cáncer de colon y de mama, depresión, un mejor funcionamiento de sus sistemas cardiorrespiratorio y muscular, y una mejor masa y composición corporal.
- tienen un perfil de biomarcadores más favorable para la prevención de las enfermedades cardiovasculares, la diabetes de tipo 2 y la mejora de la salud ósea.
- presentan una mayor salud funcional, un menor riesgo de caídas, unas funciones cognitivas mejor conservadas, y un menor riesgo de limitaciones funcionales moderadas y graves.
Los adultos mayores inactivos o con enfermedades limitantes verán mejorada también su salud en alguna medida si pasan de la categoría "sin actividad" a la de "cierto nivel" de actividad. Los adultos mayores que no siguen las recomendaciones de realización de actividad física deberían intentar aumentar la duración, la frecuencia y, finalmente, la intensidad como meta para cumplirlas.
Eso es lo que motiva que en las residencias de ancianos en Gijón, equipos multidisciplinares desarrollen eficaces programas especializados de intervención desde la actividad física, con los que potenciar el grado de autonomía e independencia de los mayores residentes.
Estos programas buscan prevenir el incremento de la dependencia y la aparición de caídas, desarrollando la capacidad de equilibrio y actuando sobre la reducción de las capacidades sensoriales. Del mismo modo, las estrategias de actividad física contemplan:
- Potenciar las capacidades sensoriales que no estén alteradas y, a su vez, compensar la alteración permanente de las mismas.
- Recuperar capacidades funcionales perdidas mediante el desarrollo de capacidades físicas y habilidades para actividades de la vida diaria.
- Capacitar al residente para que pueda levantarse por sí mismo, evitando así posibles complicaciones.
- Proporcionar al mayor suficiente confianza y apoyo, intentando reducir sus miedos y su ansiedad.
En definitiva, la población que vive en residencias es más compleja y presenta características específicas como la limitación de la funcionalidad y la multimorbilidad. Por ello, los objetivos relacionados con el ejercicio para este colectivo deben centrarse más en el mantenimiento de la capacidad funcional y la mejora de la calidad de vida.
Se trata de aumentar los niveles de actividad física de los residentes, mediante una serie de pautas de ejercicio basadas en la evidencia científica para disminuir el sedentarismo y aumentar los niveles de actividad física, valorando la motivación, lo placentero de la actividad, la toma de conciencia por parte de residentes y profesionales y la evaluación de sus necesidades.
Así se procura que los residentes trabajen el esquema corporal, potencien sus capacidades físicas, mejoren el tono muscular, la ergonomía y la higiene postural. También son positivas para el equilibrio, para reducir el riesgo de caídas y para favorecer la autonomía del mayor.
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