Tuña (Tineo).-El presidente del Principado de Asturias, Adrián Barbón, y la vicepresidenta primera y ministra de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Carmen Calvo, participaron hoy en el homenaje al general Rafael del Riego celebrado hoy en Tuña (Tineo), la localidad natal del militar, con motivo del bicentenario de pronunciamiento constitucional que dio lugar al Trienio Liberal. Entre los presentes, el alcalde de Cabezas de San Juan, Francisco José Toajas; el alcalde de Tineo, José Ramón Feito; la diputada y portavoz del grupo Socialista en el Congreso de los Diputados, Adriana Lastra; el presidente de la Junta General del Principado, Marcelino Marcos, y la delegada del Gobierno en Asturias, Delia Losa.
INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DE ASTURIAS
Empiezo mis palabras de homenaje a Rafael del Riego muy al sur. No en Cabezas de San Juan, sino incluso más lejos, en la iglesia de San Felipe Neri, en Cádiz, en 1812. Las cortes acababan de finalizar la redacción de la Constitución y un diputado asturiano, Agustín Argüelles, con el texto recién impreso entre las manos, exclamó entusiasmado su célebre “¡Españoles, ya tenéis patria!”[1].Ocho años más tarde, ahora sí en Cabezas de San Juan, nuestro militar de Tuña lideró el alzamiento que dio lugar al Trienio Liberal. No está de más destacar que su arenga a la tropa, vibrante con la exaltación que se acostumbraba en aquellos días, se resumía en algo muy sencillo: que Fernando VII jurase la Constitución doceañista. Nada más (ni nada menos, si tenemos en cuenta lo que luego sucedió).
La historia es muy conocida y no hará falta recordar los detalles. Del “marchemos francamente y yo el primero por la senda constitucional” a la restauración absolutista de la mano de la intervención de los Cien mil hijos de San Luis que acabó con el ajusticiamiento de Riego en la plaza de la Cebada, en Madrid. Por cierto, las tropas francesas tomaron Tineo un 7 de agosto de 1823, tal día como pasado mañana.Pero no estamos aquí para repasar nuestro azaroso siglo XIX, sino para honrar a Riego. A nuestros ojos, doscientos años después, hemos de interpretar su levantamiento. Flaco favor nos haríamos si estuviésemos encumbrando a un militar golpista, dispuesto a imponer sus armas sobre la ley, o un espadón aventurero, como tantos que abundaron.
Pero Riego no encaja en esos perfiles: precisamente, lo que hizo, vuelvo a resaltarlo, fue un ejercicio de lealtad, proclamar la vigencia del texto constitucional que los españoles se habían dado a sí mismos mientras Cádiz resistía el asedio napoleónico.Una Constitución que él definió como “afirmación legítima y civil de los derechos y deberes de los españoles, de todos los españoles, desde el Rey al último labrador”. Precisemos que frente a Riego y frente a la Constitución del 12 no estaba otro partido que competía por el poder: el adversario era más temible, algo que ahora se nos antoja tan lejano como el absolutismo, con todos los poderes sometidos a la voluntad de una persona. La disyuntiva era, pues, libertad o tiranía, Constitución o el humillante “¡vivan las cadenas!” de la reacción. Riego, quede claro, eligió libertad y Constitución, sabiendo que al hacerlo arriesgaba su vida. Ahí ya hay justificación sobrada para esta conmemoración.Hay conceptos muy difíciles de definir con acierto, y uno de ellos es nación, porque al explicar su significado siempre queda algún cabo sueltoHay conceptos muy difíciles de definir con acierto, y uno de ellos es nación, porque al explicar su significado siempre queda algún cabo suelto. De lo que no hay dudas es que la nación de ciudadanos, la nación cívica, comienza en España con aquella Constitución. De ahí la proclama exultante de Argüelles, la resonante afirmación que ofrecía una patria –por supuesto, una patria constitucional- a los españoles.Esos son los valores que representa Riego. Principios que nos parecen tan indiscutibles como el de la soberanía nacional, que establecía el artículo 3º de la Constitución de Cádiz:“La soberanía nacional reside esencialmente en la nación y por eso mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales”.Como la vicepresidenta es doctora en Derecho Constitucional, no me dejará exagerar la repercusión y alcance del texto alumbrado en Cádiz, que llegó a ser una suerte de referencia constante para los liberales durante décadas. Habría que añadir que lo fue para los “españoles de ambos hemisferios”, como señalaba su artículo primero, porque sirvió de inspiración a muchas entonces colonias iberoamericanas en plena lucha por su independencia.Riego fue, ante todo, un patriota. Si forzamos un poco, y mucho antes de que Habermas teorizara su planteamiento, un ejemplo de patriotismo constitucional: los valores supremos que proclamaba no eran los del nacimiento u origen social, sino los principios constitucionales con los que quería identificar a España: soberanía nacional, igualdad ante la ley, libertad de prensa, división de poderes o derecho a la enseñanza primaria. A poco que rasquemos en el texto gaditano, es cierto que encontraremos serias lagunas, como las limitaciones al sufragio universal (sólo para los varones a partir de determinadas rentas) o el carácter confesional del Estado, pero es imposible entender el caminar histórico de nuestro país hacia la democracia y las libertades sin tomar como hito crucial la Constitución del 12.
Sabemos que el Trienio Liberal terminó mal, que no fue una historia de éxito. Que el propio monarca que había enfatizado su lealtad a la Pepa se apresuró a declarar “nulos y de ningún valor” todos los actos del gobierno constitucional. También sabemos que Riego fue sometido a escarnio antes de ser ahorcado. Y, sin embargo, cuando recordamos esos tres años es fácil imaginarlos como un ventanal de libertad, un paréntesis de claridad en medio de dos oscuras paredes de absolutismo. Esa luz se la debemos a Riego.Está bien recordarlo. Conviene hacerlo cuando algunos relatos cuestionan el pacto constitucional, unos porque lo ven como una especie de concesión del franquismo para evitar la ruptura; otros, porque ponen en duda el elenco de libertades e, incluso, la articulación territorial del Estado.
Y yo, que nací con la Constitución ya en vigor, puedo afirmar que me siento orgulloso de haber crecido en una España democrática, plena de derechos y libertades, donde las comunidades autónomas se han consolidado como actores políticos fundamentales del Estado; una España en la que Asturias ha encontrado su sitio, su autogobierno asentado en su historia milenaria, en la que tiene voz propia y tiene que tener cada vez más voz propia en la defensa de sus derechos e intereses. Una España y una Asturias que, seguro, hubieran llenado de orgullo también a Riego.La Carta Magna no está esculpida en piedra y puede reformarse. Pero ello no puede llevarnos a desdeñar cuánto hemos avanzado en esta ya larga etapa constitucionalClaro que podemos y debemos mejorar nuestro país. Que debemos hablar de reformas y que la Carta Magna no está esculpida en piedra y puede reformarse. Pero todo eso no puede llevarnos a desdeñar cuánto hemos avanzado en esta, por fortuna, ya larga etapa constitucional. Hoy, cuando vivimos tiempos de enorme dificultad, enfrentándonos a una pandemia de efectos devastadores, hemos de tenerlo en cuenta. Cuánto ha ayudado a nuestro país que en un momento decisivo los líderes políticos fuesen capaces de alcanzar un gran pacto de convivencia por encima de sus afinidades partidistas. Espero que ahora, que afrontamos otro de los trances en los que sin duda se juega el futuro de un país, y aunque solo sea por respeto a las víctimas del coronavirus, volvamos a ser capaces de lograrlo, con el valor y la lealtad que nos enseñó y que legó a la eternidad Rafael del Riego.
[1] Existe otra versión: “¡Españoles, aquí tenéis vuestra patria!”.El sentido de la exclamación no varía.