Madrid. 1 de julio 2020.- El abandono de la España rural está incrementando el riesgo de propagación de grandes incendios forestales, en el marco de la actual emergencia climática. Es una de las conclusiones que se extraen del informe “Proteger el medio rural es protegernos del fuego. Hacia paisajes y población resilientes frente a la crisis climática” que lanza hoy Greenpeace para analizar las consecuencias del deterioro rural en la evolución de la superficie forestal. El medio rural es, y va a ser, elemento clave para hacer frente a los impactos de la crisis climática.
Greenpeace abre este año 2020 una línea de trabajo específico para demandar el fortalecimiento del mundo rural como vía fundamental para enfrentar los impactos presentes y futuros de la crisis climática.
Este informe, desde la perspectiva del riesgo de incendios debido el abandono rural, es una primera pieza informativa de toda una serie con la que analizaremos vulnerabilidad y oportunidades desde distintos ámbitos, tranzando la hoja de ruta para conseguir una España rural viva y capaz de hacer frente a los enormes desafíos medioambientales de nuestro tiempo.
Paisajes más vulnerables
Desde 1962 hasta 2019 se han abandonado prácticamente 4 millones de hectáreas de tierras de cultivo en nuestro país, lo que se ha traducido en un aumento de superficie forestal. De hecho, España es, tras Suecia, el segundo país con más superficie forestal de la Unión Europea. Pero no hablamos de bosques sino de una masa forestal continuada, abandonada (el 81,52% de la superficie forestal en España no tienen un instrumento de ordenación forestal) y vulnerable. Como recoge Greenpeace en este informe, AEMET confirma, entre otros fenómenos, el incremento de las olas de calor y el agravamiento de las sequías, lo que determina el estado alarmante de lo que, en la ecología del fuego, se denomina “combustible”, es decir, de la materia vegetal susceptible de arder.
“España es el segundo país con más superficie forestal de la UE y, sin embargo, hay dos terceras partes en riesgo de desertificación. Esto no son mensajes antagónicos. El abandono de tierras de cultivo y la falta de gestión de masas forestales, ha derivado en un paisaje altamente inflamable. Si ese paisaje no lo gestionamos, lo hará el fuego de manera devastadora”, ha explicado Mónica Parrilla, responsable de incendios en Greenpeace España.
Fortalecer el medio rural para reducir los riesgos
Entre 1970-2018 ha habido más de 628.000 incendios forestales que afectaron a más de 8 millones de hectáreas. Se trata de un problema social que, en los últimos años, se ha convertido en un problema de seguridad nacional. Para reducir la vulnerabilidad hay que reducir los factores de riesgo, diferenciando riesgo de ignición (causas que originan los incendios) y riesgo de propagación:
Reducción en el riesgo de ignición. En España, el 95,08% de los incendios forestales tienen origen antrópico, es decir, son provocados por el ser humano. De ellos, 52,70% de los incendios tuvieron carácter intencionado y un 28,07% se produjeron por accidentes o negligencias. De los considerados en las estadísticas con el confuso término de “intencionado”, 67,84% corresponden a incendios producidos por quema agrícolas y quemas para regeneración de pastos, por lo que, en un contexto de emergencia climática, es fundamental buscar alternativas al uso del fuego como herramienta de gestión de los ecosistemas. No se puede quemar como se hacía antes, y hay que tomar medidas que integren a la población rural en procesos participativos, mejorando la percepción del riesgo. Para reducir negligencias, se requieren actuaciones de educación, planteamientos urbanísticos, etc..Reducción en el riesgo de propagación. Al no haber discontinuidad en las áreas forestales, un simple rayo, la caída de una línea eléctrica, o la chispa producida por una radial pueden generar incendios rápidos y agresivos de difícil control. No se pueden modificar otros factores que explican el comportamiento del fuego como son la meteorología o la topografía, pero sí se puede (y se debe) gestionar el territorio como una de las pocas ventajas estratégicas para prevenir grandes incendios catastróficos.
“Para conseguir un paisaje resiliente ante grandes incendios forestales, se necesita dinamizar el medio rural, de manera que fije las personas en el territorio. Un paisaje en mosaico agroforestal, vivo, con actividades vinculadas a un sector primario altamente arraigado al territorio, es un paisaje más resiliente a los grandes incendios forestales, al cambio climático y también a la pérdida de biodiversidad”, añade Parrilla.
La importancia de la población rural
El mundo rural empleaba a más de 4 millones de personas en los años 60. Actualmente no supera las 900.000 personas. La población ocupada en el sector primario se ha reducido un 82%, pasando del 36,3% en 1964 al 3,98% en 2019.
Aunque las unidades de ganado en la ganadería industrial casi se han triplicado, las explotaciones son hoy menos del 10% de lo que eran en los años 60, lo que supone un claro ejemplo de las falsas soluciones para el desarrollo rural que, en realidad, está vaciando los pueblos y los convierte en fábricas de producción insostenible. No en vano, se ha generado una población rural más envejecida (y más vulnerable a los impactos climáticos) y masculinizada (las mujeres sufren una doble brecha: la de ser mujer y la de ser rural) que las expulsa del medio rural.
“Cuidar los pueblos es cuidar nuestros montes y cuidar de las ciudades. El medio rural necesita y puede ofrecer soluciones ambiental, social y económicamente sostenibles que necesitamos. Representa una oportunidad ante la emergencia climática y debemos alejarnos de la visión urbano-céntrica que entiende lo rural como algo ajeno y lejano. Consumir productos sostenibles implica RE-conectar con nuestros pueblos, asegurar la gestión de nuestros bosques y reducir la vulnerabilidad ante los incendios forestales”, concluye Parrilla.
Para reducir los incendios de alta intensidad es necesario:
abordar la emergencia climática, reduciendo las emisiones de los gases de efecto invernaderomejorar la gestión forestal, teniendo en cuenta el contexto de cambio climático, a través de una selvicultura preventiva y aterrizada en una estrategia nacional para la gestión de las masas forestalesinvertir para la creación de comunidades resilientes, capacitándolas y fortaleciéndolas ante la emergencia climática, para que tengan un papel relevante en la prevención y mitigación de incendios forestales