En un contexto en el que ya se trabaja en la reconstrucción económica de España para superar la crisis del coronavirus, Greenpeace ha analizado de manera preliminar la evolución del sistema eléctrico durante estas últimas semanas (del 25 de febrero al 27 de abril) y, aunque la demanda ha descendido un 17%, las emisiones de CO2 apenas se han reducido un 6% debido al uso del gas. El precio del mercado eléctrico ha descendido un 25%
Para la organización ecologista, la conclusión es clara: es imprescindible una reforma urgente del mercado eléctrico para que la electricidad limpia sea el elemento central de la transición a un sistema energético 100% renovable, eficiente, inteligente, justo, inclusivo y que esté abierto a la participación ciudadana. Esa reforma debe orientarse a una mayor penetración de las renovables, que, como Greenpeace ya demostró en 2014 a través de sendos informes, pueden crear crecimiento, empleo y facilitar la vida de los ciudadanos (1).
“La transición ecológica, además de ser imperativo climático y legal, es una magnífica oportunidad para la recuperación económica que tenemos por delante. Para llevarla adelante es imprescindible y urgente la reforma del mercado eléctrico”, ha declarado Raquel Montón, responsable de la campaña de energía de Greenpeace.
Greenpeace ha analizado coyunturalmente los datos proporcionados por Red Eléctrica de España (REE) y OMIE (Operador del Mercado Ibérico de Electricidad) sobre la demanda de electricidad, la estructura de generación de energía eléctrica, las emisiones de CO2 asociadas y los precios horarios del mercado diario de la electricidad desde el pasado 25 de febrero (diez días antes de que se decretara el estado de alarma) hasta el 27 de abril, y estos son los principales resultados:
Demanda de energía eléctrica (MW). La demanda de electricidad se ha reducido un 17,66% respecto a la demanda de las semanas anteriores al estado de alarma, una caída muy elevada atribuible al descenso de la actividad económica que afecta a los sectores terciario e industrial. Pese a que se presupone un aumento de la demanda doméstica debido al confinamiento, su peso no compensa el declive de la demanda industrial.
Precio del mercado mayorista. El precio marginal medio en el sistema español presenta un descenso del 25,19%, mayor incluso a la variación de demanda. Sin embargo, analizando estos datos por periodos se comprueba que esta aparente correlación no es tal, y que la explicación a la bajada de precio hay que buscarla también, y sobre todo, en el tipo de generación eléctrica de ese periodo (sobre todo de renovables) y no únicamente en la caída del consumo.
Emisiones de CO2. Las emisiones medias de CO2 asociadas a la generación eléctrica se han reducido únicamente un 6,3%. Un descenso muy exiguo si se compara con la drástica reducción de la demanda, pero que se debe al incremento de la participación de ciclos combinados de gas en la generación eléctrica que se ha incrementado un 24%. Las emisiones procedentes de las térmicas de carbón han disminuido en este periodo comparado con las semana anteriores un 31%.
Estructura de generación eléctrica. La energía hidráulica aporta su generación en los momentos en los que los precios marginales son más elevados, mientras que la eólica y la solar fotovoltaica lo hacen independientemente de los precios, impulsando así las mayores bajadas del mismo. Se comprueba cómo en un sistema con alta penetración de renovables, tal como ocurrió el 4 y 5 de abril, la energía nuclear tuvo que disminuir su aportación al sistema, ya que se requería la participación de otras tecnologías más flexibles como los ciclos combinados o las térmicas de carbón (que tienen mayores emisiones, además de costes marginales mucho más elevados). Esto muestra, entre otras cosas, que las nucleares no son la tecnología que puede sustituir a las sucias y caras tecnologías fósiles, ya que carecen de la flexibilidad de estas.
Por ello, para Greenpeace, las conclusiones más relevantes son:
La gestión de la demanda eléctrica sería un elemento vital para aprovechar al máximo las renovables, aumentar la participación ciudadana y la eficiencia del sistema, así como facilitar la seguridad de suministro. La gestión de la demanda consiste en modificar el horario de demanda de electricidad para que se desplace a los momentos en los que es máxima la producción de energías renovables (y no consumir así energías contaminantes) o bien para mejorar la eficiencia del sistema eléctrico y evitar consumos innecesarios (2).
Durante estas semanas, con el descenso de la demanda eléctrica se ha producido un hundimiento de los precios de la energía, tal y como debería ocurrir en un futuro debido a una alta penetración de renovables, si se implementa el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC). Con el diseño actual del mercado, donde el precio de la energía lo fija la última tecnología más cara que entra en el mercado, se produce el efecto caníbal hacia las renovables (a más renovables, más baja el precio de la electricidad y menos ingresos perciben los generadores de renovables). Se pone en riesgo así que se realicen las necesarias inversiones futuras en renovables porque podrían llegar a no ser rentables.
Además, el mismo diseño actual impide que los consumidores reciban apropiadamente los beneficios de esta bajada de precios. En conclusión, el mercado en su actual diseño va en contra del consumidor y de las necesarias energías renovables, por lo que urge su reforma.Las condiciones económicas que requiere la energía nuclear dificultan su uso para sustituir a las tecnologías fósiles, incluso para mantener su propia economía. Las nucleares continúan necesitando precios elevados de la electricidad para mantener su competitividad porque requieren inversiones a pesar de estar llegando o sobrepasando su vida de diseño, y porque tienen que pagar la gestión y tratamiento de los residuos radiactivos que continúan produciendo.
En un contexto de caída de precios no son competitivas. Además, en el “falso” sistema liberalizado del mercado eléctrico, los operadores de las nucleares son también los propietarios de muchas de las centrales de combustibles fósiles, por lo que favorecen que se sostengan estas últimas para mantener los precios y así salvar a sus nucleares.
La gestión hidráulica debería ser operada en reserva y sin especular, en vez de la actual situación. La hidráulica aporta su generación en los momentos en los que los precios marginales son más elevados, y cabe preguntarse por el papel que podría jugar una operación distinta para aportar más flexibilidad del sistema. La gestión hidráulica debería dirigirse más a estar disponible en los momentos críticos del sistema, de forma que fuera necesaria una menor potencia de respaldo. Para ello sería necesario contar con una regulación diferente, que obligara más la disponibilidad de la energía hidráulica regulable en estos momentos críticos del sistema. Una gestión en reserva y sin especular en vez de la actual utilización por parte del actual sistema especulativo sin duda sería una mejora importante.