Por Rosa Martínez
/SINC
El catedrático Joan Esteva de Sagrera (Barcelona, 1948) es decano de la Facultad de Farmacia desde octubre de 2009. Doctorado en Farmacia en la UB con una tesis sobre Ramon Llull y Arnau de Vilanova, ha sido secretario de la Facultad durante más de diez años y director del Departamento de Farmacia y Tecnología Farmacéutica durante cinco años. Esteva de Sagrera dirige asimismo el Museo de la Farmacia Catalana, creado en 1957 y ubicado en la misma Facultad, con un fondo histórico de más de dos mil objetos y colecciones emblemáticas de carteles de publicidad y de especialidades farmacéuticas antiguas.
En la actualidad, la Facultad de Farmacia, el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Barcelona, ??la Fundación Concordia Farmacéutica y la Real Académica de Farmacia de Cataluña, han impulsado la exposición «Concordia y patrimonio: tesoros de la farmacia catalana», una muestra visitable hasta el 16 de diciembre en el Edificio Histórico de la UB. La exposición, que conmemora el quinientos aniversario de la edición de la Concordia de los boticarios de Barcelona, ha sido organizada por el Vicerrectorado de Artes, Cultura y Patrimonio que dirige la catedrática de Historia del Arte Lourdes Cirlot.
El decano de Farmacia de la UB es especialista en materias no experimentales de la titulación de Farmacia (historia de la farmacia y del medicamento, legislación farmacéutica, deontología y bioética), y es un estudioso de la relación entre la farmacia y la alquimia, y más recientemente, de la relación entre la farmacia y el mundo del arte, y la literatura. Todo este bagaje le aporta una visión histórica y humanista de unos estudios que nacieron en la UB en 1845 y que inicialmente se ubicaron en el antiguo convento del Carmen, hasta que en 1958 se trasladaron al primer edificio universitario construido en el actual campus de la Diagonal Portal del Conocimiento, cuya famosa puerta de Gaudí —icono del logotipo de Farmacia— expresa el espíritu de apertura de la Facultad hacia la sociedad.
No todas las facultades de Farmacia acreditan una historia tan larga como la de la UB, que además es el único centro universitario de Cataluña donde se estudia Farmacia.¿Representa esto más exigencias para su decano?
Todos los farmacéuticos de Cataluña se forman en nuestra Facultad y eso es, evidentemente, una singularidad y una gran responsabilidad, porque quiere decir que no tenemos competencia. Por ello, debemos exigirnos el máximo, y debemos hacerlo sin el punto de referencia de un competidor que nos ayude a detectar nuestros puntos fuertes y nuestros débiles. En este caso, no tenemos más referencia que la propia, lo que quiere decir que, aunque se nos exige mucho desde fuera, el nivel de exigencia que nos imponemos a nosotros mismos es máximo.
Cada vez se pide más a los profesionales del ámbito de la salud. ¿Cómo se han adaptado los planes de estudios al perfil de exigencias de la sociedad?
En nuestra Facultad se han impartido tradicionalmente los estudios de Farmacia, y a partir de septiembre de 2010, se iniciarán también los grados de Nutrición Humana y Dietética, y de Ciencia y Tecnología de los Alimentos en el campus de la Alimentación de Torribera, en Santa Coloma de Gramenet. La oferta formativa de nuestra Facultad ha experimentado, pues, una variación muy importante, tanto si nos referimos a los aspectos de formación en sanidad, industria, atención farmacéutica, medicamentos, etc., como a los ámbitos de la nutrición y la dietética, con la introducción de los dos nuevos grados mencionados. En los planes de estudios, hay que ir introduciendo las novedades, lo cual es relativamente fácil, pero también es preciso eliminar contenidos superados, y eso, curiosamente, no es tan sencillo. Hemos comenzado el grado de Farmacia con un nuevo plan de estudios, con disciplinas que se han reducido o eliminado porque han quedado en un segundo plano, y con el objetivo de recoger todas las novedades en el ámbito del medicamento y de la salud, que son nuestros puntos de referencia.
¿Qué relación tiene el mundo de la empresa farmacéutica con la investigación en la Facultad?
La industria farmacéutica y nutricional, por suerte, está muy bien implantada en Cataluña, y esto favorece a la investigación realizada en la Facultad. Las relaciones siempre han sido muy fluidas con el mundo empresarial, incluso tenemos delegados para las relaciones con el sector industrial, y muchos estudiantes realizan estancias prácticas en las empresas. Podríamos decir que la relación entre Facultad y empresa es espontánea: la Facultad quiere que los alumnos establezcan esta relación con la industria, y el mundo de la empresa se dirige a nosotros en busca de titulados y de formación de cara al futuro, dentro del sector empresarial.
La visión más tradicional sitúa a los licenciados en el mundo de la atención farmacéutica, pero las posibilidades del mercado son mucho más amplias. ¿En qué sectores económicos podemos encontrar a los nuevos titulados?
El escenario profesional de los farmacéuticos es muy variado. La oferta formativa de la Facultad ya es extraordinariamente amplia, con un gran abanico de disciplinas que no se centran únicamente en el medicamento y que permiten al alumnado optar entre diferentes sectores laborales. Farmacia tiene la salida mayoritaria de la oficina de farmacia, es decir, la farmacia comunitaria. También está la farmacia hospitalaria, que es menos conocida pero que es bastante importante, porque es la rama de atención a los enfermos ingresados en hospitales. Tampoco podemos dejar de lado la distribución farmacéutica, la industria química y farmacéutica, la nutrición, los productos sanitarios, la dermofarmacia, las plantas medicinales, la salud pública, la farmacología, la bioquímica, la síntesis de fármacos, la farmacia galénica, la docencia, la investigación en muchos ámbitos, etc. Sería largo enumerarlos todos, pero, resumiendo, los estudios de Farmacia tienen dos escenarios: por un lado, el industrial y de investigación, relacionado con el medicamento, y por otro, el asistencial, vinculado al ejercicio profesional mayoritario.
El farmacéutico es un agente sanitario muy cercano al ciudadano. ¿Cómo ha evolucionado la función social del farmacéutico como agente de salud?
El farmacéutico, desde hace tiempo, ha pasado de tener un papel pasivo —dispensar medicamentos— a tener uno activo, que implica asesorar, prestar atención farmacéutica y hacer el seguimiento farmacoterapéutico, evitar efectos adversos de la medicación en los enfermos, etc. En países como Escocia, este modelo activo está reconocido y es financiado por la administración sanitaria. Aquí la cartera de servicios que ofrecen los farmacéuticos no tiene financiación, es gratuita. Todo ello, obviamente, deberá ordenarse: los servicios profesionales no pueden (ni deben) ser gratis.Creo que socialmente la profesión está bien considerada, y cuando se hacen encuestas, es de las profesiones que recibe puntuaciones más altas. Sin embargo, hay, no insatisfacción, pero sí un deseo de los profesionales para mejorar esta percepción social, ampliar la cartera de servicios que se ofrecen y romper con la imagen de las farmacias como establecimientos que sólo venden o despachan prescripciones, sin añadir nada más desde el punto de vista sanitario. ¿Cómo podemos mejorar la profesión? Con el día a día, con la atención que se da al paciente. Que el ciudadano valore que, en una farmacia, el servicio que se le presta es mejor que en un establecimiento no reglado.
¿Cómo afectan las nuevas tecnologías a la práctica farmacéutica?
El cambio es total, no hay ninguna farmacia que no esté informatizada. La farmacia del siglo XXI no se parece en nada a la del siglo pasado. La industrialización revolucionó la farmacia, se pasó de la fórmula magistral al medicamento industrial, de la botica al laboratorio. La revolución, hoy en día, es informática, con la receta electrónica, que está modificando los hábitos de prescripción y dispensación. El mundo de Internet, además, puede conducir a la creación de farmacias virtuales. En este caso, es importante regularlas, de manera que también sean, como las farmacias de la calle, establecimientos sanitarios.
Si nos referimos al ámbito laboral, ¿cuáles son los aspectos de la profesión farmacéutica que habría que mejorar?
Muchos farmacéuticos no son propietarios, son empleados, y tienen los problemas propios de todos los asalariados. En cuanto a los farmacéuticos titulares, la legislación obliga a que el titular sea el propietario del establecimiento, y se limita la propiedad a una sola farmacia. Otros países de la UE son más liberales, pero aquí la normativa restringe las farmacias en función del número de habitantes y la distancia entre ellas. Lo que se pretende con esto es prestar un servicio óptimo a la población y que no haya núcleos abandonados por ser considerados no rentables. De este modo, se evita la concentración de farmacias en puntos de alto valor comercial y se favorece su dispersión, con el resultado de que puede haber muchas farmacias pequeñas por todo el territorio. El problema principal, sin embargo, es la supervivencia de la red de pequeñas farmacias en un momento de crisis como el actual, con fuertes recortes de la facturación. Los cambios de modelo, si los hay, se producirán más por razones económicas que políticas y sanitarias.
Ahora quisiera hacer una reflexión en clave colectiva: ¿cómo pueden contribuir los farmacéuticos a mejorar la cultura sanitaria de la población?
La gente hace un mal uso de los medicamentos. El resultado es que muchos ingresos hospitalarios en urgencias son por errores asociados a la medicación. Pero si nos fijamos bien en la legislación, habría que hacer un buen uso de los medicamentos. En España, siempre ha coexistido una legislación muy estricta con una práctica mucho más laxa y permisiva en la dispensación de medicamentos. Todo ello se está corrigiendo: no hace mucho, en la farmacia se podían obtener sin receta o control algunos medicamentos que hoy en día la ley obliga a entregar de manera controlada. Sin caer en una inflexibilidad total, hay que garantizar que los medicamentos no se tomen alegremente o a iniciativa propia. Un medicamento adecuado es beneficioso, pero si es inadecuado es muy perjudicial. El farmacéutico es un agente de salud, no un comerciante, y debe contribuir al uso racional de los medicamentos y a hacer sostenible el gasto farmacéutico. Es aquí, pues, donde el farmacéutico tiene una tarea fundamental para mejorar todo este proceso.
De cara al futuro, ¿cuáles son los principales retos del profesional farmacéutico para mejorar la calidad en la atención a la salud?
Es difícil de prever. En el ámbito industrial, el reto es introducir medicamentos innovadores; desde hace unos años, no se incorporan moléculas radicalmente innovadoras. En el siglo XX, asistimos a una auténtica explosión de nuevas moléculas y de alternativas terapéuticas, pero ahora no es así. Históricamente, se está agotando el modelo molecular y se abre el camino hacia un nuevo paradigma, basado en conocer la estructura genética del individuo y modificar las causas de la predisposición de una persona a padecer una enfermedad. A los profesionales de la farmacia, les tocará adaptarse a unos nuevos escenarios que aún no conocen. En veinte años, todo ha cambiado más que en los cien años anteriores, y la Facultad deberá ser capaz de detectar esos cambios, anticiparse y formar a los farmacéuticos para que sean capaces de prestar el servicio que la sociedad exige. Desde el punto de vista asistencial, el reto será mantener lo mejor del modelo español de farmacias: que las farmacias sean establecimientos sanitarios de interés público, que haya planificación sanitaria, que todos los medicamentos se dispensen en las oficinas de farmacia, que haya una red de farmacias que garantice una asistencia óptima, rápida y cercana, y que las farmacias sean rentables.
Como decano, ¿cuáles son los retos que quisiera cumplir durante su mandato?
De mis objetivos, destacaría el hecho de implantar la totalidad del grado de Farmacia en el edificio de Pedralbes; consolidar el proyecto del campus de la Alimentación de Torribera, en Santa Coloma; hacer el traslado al nuevo edificio del campus de la Diagonal Portal del Conocimiento; superar los retos de Bolonia; mejorar el nivel de la docencia y la investigación —que afortunadamente es muy alto—; alcanzar la excelencia docente e investigadora, y hacer de la Facultad de Farmacia una referencia en el ámbito industrial y asistencial catalán.