Esta tarde, a las 19 horas, se inaugura en las salas de la planta baja y el patio del Palacio de Velarde la exposición Caja de herramientas. Las seis caras del cubo del artista Benjamín Menéndez. Se trata de un nuevo proyecto específico, el número trece concretamente, creado por un artista contemporáneo para el espacio central de la sede histórica del museo asturiano. Una producción propia del centro en la que nuevamente se apuesta por la contemporaneidad artística de nuestra provincia.
La muestra estará presente en el museo asturiano hasta el próximo 17 de mayo.
Caja de herramientas. Las seis caras del cubo es un proyecto de indagación/inmersión en el espacio, hoy ya imaginario, de la fábrica de loza de San Claudio. A través de él el artista busca identificar, rescatar y elaborar a partir de unos cuantos cabos, los trazos de un relato sobre esta experiencia industrial en descomposición, su declive y cierre, el deterioro y paulatino derrumbamiento de sus instalaciones hasta llegar a la actualidad. Un relato que alude al final de la industria cerámica asturiana pero que es extensible al de otras industrias que coexistieron con ella y que, como ella, han ido desapareciendo, dejando huellas fantasmales en forma de edificios abandonados, como cascarones vacíos repletos de experiencias y de sombras.
Pero Caja de herramientas. Las seis caras del cubo es también un paso más del proyecto que Benjamín Menéndez inició hace más de veinte años en torno al final de vida productiva y física de Ensidesa, como ejemplo del avatar más reciente de la industria pesada en Asturias y en España. El desarrollo de aquel proyecto, que llevó por título Caja de Herramientas, permitió al artista avilesino el ensayo y puesta en práctica de un método de trabajo, aplicable en momentos distintos y a industrias diversas, de manera que todos estos trabajos puedan verse como partes de un mismo proceso de acercamiento e interpretación artísticos, tanto de cada espacio físico, como también de la experiencia y del imaginario implícitos en él.
Un proceso que, en definitiva, continúa hasta hoy. La constatación del declive, y la revisión artística de ese tiempo industrial, a veces primigenio, a caballo entre la artesanía y la producción estandarizada, son una constante en el trabajo de Benjamín Menéndez. En buena medida por constituir el paisaje físico y emocional de toda su vida pero, también, por la consciencia, como persona y como artista, de la importancia de registrar esa experiencia que se borra y de traerla al presente, poniendo el acento en su condición de experiencia humana, tanto la experiencia del trabajo y del esfuerzo aparejado a él, como la experiencia del esfuerzo por defenderlo y dignificarlo. A esa experiencia humana, en toda su amplitud, interpela esta Caja de Herramientas que llega al Museo de Bellas Artes de Asturias, como ya lo hiciera su predecesora tiempo atrás.
Pero junto a la memoria de su tiempo útil, también es destacable el valor de los restos de estas fábricas. A este respecto, tampoco falta en la perspectiva de este artista esa mirada arqueológica que rescata y reinventa la pieza fabril para convertirla en joya, engarzada en el terciopelo del estuche. El producto resultante de este trabajo de inmersión es, como ya sucedió con las anteriores ediciones de Caja de Herramientas, una miscelánea de acciones/instalaciones cuya presentación conjunta permite al espectador recorrer física y emocionalmente el espacio y el tiempo de esa experiencia industrial en derribo, a través de la selección de fragmentos, plasmados en obras de diferente formato y técnica. El conjunto de todas ellas suponen una aproximación pero, sobre todo, una mirada nueva no sólo desde el momento presente sino desde la perspectiva del artista, inevitablemente subjetiva.
La primera versión de Caja de Herramientas constaba de diez actos o diez piezas, a recorrer por el espectador sin un orden necesariamente definido. Cada una de esas acciones aludía a una perspectiva sobre la misma realidad, a un punto de vista, a un elemento revelador que se quería extraer o destacar. Sin embargo, el proyecto actual que el artista ha creado para el Museo de Bellas Artes de Asturias se compone de seis obras, tantas como las caras del cubo que delimitan el espacio alegórico del que se pretende hablar. Un espacio inserto en un tiempo.