La luz que emiten las estrellas de la Vía Láctea recorre un largo camino hasta que llega a la Tierra. Durante su viaje por el espacio, la luz se cruza con nubes difusas de polvo y gas interestelar. Las moléculas que se encuentran en esas nubes desvían parte de los fotones –partículas de luz– y generan unas líneas de absorción que se conocen como Bandas Difusas Interestelares (DIB por sus siglas en inglés).
“Es como si desde un bote en el mar, por la noche, quisiéramos observar un faro, que en nuestro caso es la estrella. Si hubiera neblina y en esta hubiese otros barcos, atraparía parte de la luz del faro y lo veríamos más débil. Las sombras de esos barcos corresponderían a la luz absorbida por las moléculas”, explica a SINC Paco Najarro, investigador del Centro de Astrobiología (CAB), centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA).
Gracias a un trabajo en el que ha participado el CAB, y que se publica esta semana en la revista Nature, se han descubierto 13 nuevas bandas DIB en espectros estelares del centro de la Vía Láctea con una peculiaridad: sus longitudes de onda son más largas que las conocidas hasta el momento.
Las DIB han constituido un misterio desde su descubrimiento inicial hace 90 años. Las 500 bandas identificadas antes de este estudio se encuentran, en su mayor parte, en longitudes de onda cortas, visibles para el ojo humano y ultravioletas, en zonas galácticas accesibles a estas longitudes de onda. A través de las bandas recién descubiertas, los expertos podrán estudiar zonas internas y más oscuras de la galaxia.
“Las nubes de polvo y gas actúan como un portero de fútbol, y tiene predilección por ‘despejar’ o ‘atrapar’ los fotones de longitud de onda corta mientras que son más permisivas a la hora de dejar pasar la luz infrarroja, más larga”, afirma Najarro, miembro de la investigación. Por cada billón de fotones que emite una estrella del centro de la Vía Láctea en onda corta, solo uno llega hasta la Tierra, mientras que en longitud de onda infrarroja llega uno de cada quince.
Las semillas de la vida en el espacio
Hasta el momento, nadie ha conseguido reproducir en laboratorio las bandas interestelares debido a la multitud de posibilidades y a la dificultad que entraña simular las temperaturas y las presiones que el gas experimenta en el espacio.
Najarro afirma que este descubrimiento podrá ayudar a “entender la química que ocurre en el espacio”. El experto añade que “aún no controlamos cómo se producen las grandes moléculas en el espacio. La prueba está en que ni siquiera las hemos podido identificar. Conseguirlo nos permitiría entender las preferencias del espacio a la hora de elegir que grandes moléculas forma y cuáles no”.
Thomas Geballe, líder de la investigación, reconoce que “ninguna de las bandas difusas interestelares se ha identificado de forma convincente con un elemento o molécula específico, por lo que su identificación, individual y colectiva, es ahora uno de los grandes retos”.
Narrajo comenta que “las teorías más recientes especulan sobre que estas DIB podrían estar formadas bien por cadenas moleculares de carbono e hidrógeno o cadenas más complejas similares a los aminoácidos, pero aún no está claro”.
“Si se tratara de cadenas de aminoácidos en el espacio, apoyaría la teoría de que esas ‘semillas de la vida’ se originaron allí y ‘llovieron’ sobre los planetas”, opina Donald Figer, director del Centro de Detectores del Instituto Rochester de Tecnología en Nueva York (EE UU).
FOTO: NASA