Medallas de Galicia a Javier Fernández y Juan Vicente Herrera con recuerdo de Jovellanos

Medallas de Galicia a Javier Fernández y Juan Vicente Herrera con recuerdo de Jovellanos

Santiago.-El presidente del Principado de Asturias, Adrián Barbón, que hoy ha asistido a la ceremonia de entrega de las Medallas de Galicia 2019 a Javier Fernández y Juan Vicente Herrera, expresidentes del Principado de Asturias y de la Junta de Castilla y León, respectivamente.

INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE FEIJOO

Otorgarle la máxima distinción de nuestra Comunidad Autónoma a los mandatarios de Castilla y León y del Principado de Asturias no puede, en ningún caso, resultar algo extraño. Decir que somos comunidades vecinas no es suficiente para expresar el significado de la relación que mantenemos, desde que hay memoria, castellanoleoneses, asturianos y gallegos.
Juntos transformamos la mera vecindad en comunidad. Si la vecindad puede ser circunstancial y deberse simplemente a los azares geográficos, la comunidad requiere la existencia de valores comunes y un deseo de caminar juntos.
Tenemos esos valores y esos deseos, y la consecuencia es una colaboración intensa en la que es fácil percibir los ecos de acontecimientos remotos, pero también los ecos de los acontecimientos recientes.
Porque las tres somos comunidades jacobeas que millones de peregrinos de todo tiempo y lugar han transitado y admirado, sin sentirse ajenos en ninguna, ni captar más que una armónica variedad en todas.
Porque castellanoleoneses, asturianos y gallegos se reunieron en el claustro de San Isidro de León para constituir el primer Parlamento del mundo. En aquel 1188 quedaba mucho para arribar a la democracia que garantiza hoy nuestra convivencia, pero es una circunstancia conmovedora saber que los ancestros de los que estamos aquí intuyeron en el hermoso recinto leonés, que el diálogo es una buena herramienta para articular los asuntos humanos.
Porque el gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos, apóstol principal de la Ilustración Española, extendió sus doctrinas liberadoras en su Asturias natal, en tierras de Castilla y León y también en Galicia. Al igual que el Padre Feijóo fue maestro aquí, pero también en León y Salamanca, y en Oviedo hasta sus últimos días.
Igual que las Cortes leonesas, los principios ilustrados tardarían algún tiempo en fructificar, pero podemos sentir el legítimo orgullo de que su semilla se había implantado y había arraigado, para siempre jamás, en nuestros territorios.
Pero, como les decía, también escuchamos un eco que procede de la historia más próxima. La actual Unión Europea nace de la proverbial intuición de hombres como Robert Schuman y Jean Monnet que vieron en la cooperación entre vecinos en torno a intereses tan concretos como el carbón y el acero, la raíz de la asociación de las naciones europeas. La lección de esa iniciativa es que las grandes políticas precisan en ocasiones arrancar con objetivos aparentemente pequeños.
EUROPEISMO DE Asturias, Castilla y León y Galicia
La cooperación entre las comunidades de Asturias, Castilla y León y Galicia de la que son artífices Juan Vicente Herrera y Javier Fernández, huyó siempre de la grandilocuencia y conecta por lo tanto con ese genuíno europeísmo.
Y sin embargo, tras la reivindicación del Corredor Atlántico Noroeste o el énfasis en los criterios demográficos para la definición, justa, de una financiación autonómica justa, se ve un modelo relativo de consensos políticos, pero también un modelo que compartimos de la interpretación de España.
Cuando hace pocos días Wilhelm Hofmeister, representante de la Fundación Konrad Adenauer, decía desolado que “en España negociar es perder”, olvidaba el ejemplo de las comunidades del noroeste español que comprobaron que la política de suma cero no es la única posible en nuestro país.
Lejos de esa reduccionista visión de España que se circunscribe al puente aéreo Madrid-Barcelona, hay otra versión de la política nacional, menos aparente, menos soberbia y más efectiva, que es la que se esforzaron en practicar el presidente Javier Fernández y el presidente Juan Vicente Herrera.
Ambos son políticos de proximidad, como lo fueron por cierto Konrad Adenauer, Jean Monnet y Robert Schuman. Es preciso subrayarlo para refutar la idea de que, frente a la política “provinciana” que se ocupa de cosas “menores”, la política de Estado atiende a las cuestiones de más envergadura, de manera que la política autonómica o local pertenecerían a una categoría inferior, cuando no subordinada.
Resulta que son precisamente el olvido de la proximidad, el menosprecio de los asuntos más próximos, la confusión entre el tiempo electoral y el institucional, y la sustitución del diálogo por el soliloquio, los que conducen a la inexistencia de políticas de Estado y, por lo tanto, a una incertidumbre que acaba afectando a la vida cotidiana de los ciudadanos, origen y destino de la acción democrática.
El eje del noroeste constituye igualmente la prueba de que hay una España de las autonomías que funciona y facilita la cooperación, ajena a procesos desestabilizadores que no son culpa de nuestra organización territorial, sino de ideologías y políticas que se alimentan del conflicto permanente, visibles ahora también en diferentes estados del mundo.
La ecuación que mide el peso de una comunidad por su conflictividad y no por el éxito de su convivencia es un error que debiera ser corregido para encauzar mejor los desajustes de nuestra, a pesar de todo, modélica democracia.
La recién elegida presidenta de la Comisión Europea se quejaba hace poco de la política basada en eslóganes y respuestas simples. Ursula von der Leyen, curtida en la política regional de la Baja Sajonia, expresaba el mismo malestar que los políticos de proximidad oriundos de Mieres o Burgos sienten ante la política que fragmenta y enfrenta.

TEJIENDO LAZOS CON GALICIA


Tanto Javier Fernández como Juan Vicente Herrera, además de unir a sus pueblos, supieron tejer lazos con Galicia, llevando a la política lo que era ya un hábito secular de nuestros ciudadanos. Son representantes singulares de la política útil, por cierto, la única política que merece tal nombre.
Estamos muy necesitados de la política de verdad, de la política real, de la política con mayúsculas. Y por eso, entre las muchas razones que hacen oportunas las Medallas de Galicia 2019, figura también la de encontrar un oasis en medio del desierto político que llevamos transitando hace ya demasiados años en España.
Cuando el profesor y político Fernando de los Ríos, compañero de exilio de Alfonso Rodríguez Castelao, afirmaba que “en España el revolucionario es el respeto”, mostraba un deseo que en esta víspera del Día de Galicia estamos cumpliendo.
Aquí están políticos que se respetan y trabajan juntos a favor de su país, buscando puntos de encuentro y sin renunciar a sus diferentes convicciones. Son razones de sobra para que la galleguidad que prepara el Xacobeo de 2021 los premie como merecen. Con ellos el “nós” de los gallegos crece y el “nós” de los gallegos se hace más grande.
Es un honor poder destacar la carrera política de dos políticos, el presidente de Asturias y el presidente de Castilla y León.
Ha sido emotivo escuchar al presidente de Castilla y León hablar en gallego. Escuchar a un castellano de Burgos hablar un gallego tan próximo, tan sentido. Ver cómo un castellano puede hablar esta lengua de España que es el gallego.
Y ha sido muy emotivo también ver a un hombre de Estado, que ha tenido enormes responsabilidades en los últimos años, no solamente en el Principado de Asturias, sino también en la conformación del Gobierno de España-, ser un hombre de palabra y un hombre íntegro, desde el punto de vista político y personal. Esa es la aspiración de todo político al poner un punto, aparentemente final, de su carrera.
De nuevo, reivindico la política útil de Javier Fernández y Juan Vicente Herrera.

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