El movimiento estadounidense Occupy Wall Street resiste presiones políticas, clima inclemente, violencia policial y más de mil arrestos. Sigue creciendo en el distrito financiero neoyorquino donde nació un mes y medio atrás.
También se propagó a 100 ciudades de este país y de muchos otros, vinculándose con movimientos populares de Europa y del mundo árabe, y con organizaciones comunitarias de larga data.
Occupy Wall Street (Ocupa Wall Street) tiene un espacio en todos los noticieros del mundo, y abundan los análisis sobre su posible impacto político. Pero su organización, estructura y funcionamiento internos son tan o más interesantes.
El interés se concentra en lo que ocurre en el parque Zuccotti, antes llamado Liberty Plaza, en el corazón del distrito financiero, pese a que tiene muchos elementos en común con otras ocupaciones. Pero cada movilización es autónoma y se asienta sobre cuestiones específicas de cada lugar.
El movimiento es abierto, en sentido literal y figurado, y voluntario. La gente se acerca y se suma, ya sea porque cree en su mensaje, que el sistema económico de Estados Unidos está viciado y necesita un cambio radical, o porque es una víctima de él. En cualquier caso, el sentimiento de comunidad es palpable.
“Su estructura es realmente abierta, cualquiera puede unirse”, dijo Uruj Sheik, quien integra el movimiento desde sus inicios. “Basta con acercarse y asumir un papel. Se puede participar en un comité o lanzar una idea y organizar a la gente entorno a ella”, explicó.
Economía sin efectivo
Todo es gratis en la ocupación. Esto puede parecer obvio y sin importancia, pero la crítica esencial de los activistas al sistema capitalista es el peso del dinero, necesario para toda transacción que hace la vida posible y disfrutable, desde el alimento y la asistencia médica, hasta un espacio para vivir o descansar, comunicarse, educarse o divertirse.
El movimiento no maneja dinero, salvo el de las donaciones. Las personas pueden quedarse, comer, beber, relajarse, escuchar música, leer, hablar de política, dormir o recibir primeros auxilios sin preocuparse por el dólar. Para los manifestantes, la igualdad no implica que todo el mundo tenga la misma cantidad de dinero, sino que nadie lo necesite.
Lily White, técnica en atención sanitaria de emergencia, fundó el comité médico. “Puse la tienda de campaña al segundo día de movilización cuando éramos pocos y solo teníamos una bolsa de plástico con suministros variados”, dijo a IPS.
“Ahora tenemos personal médico y de enfermería y dos tiendas de campaña con suministros de calidad para atender como en una clínica o en una sala de emergencia, donde los pacientes reciben atención rápida y gratuita”, relató.
“La mayoría de las consultas son por bastonazos de la policía o secuelas del gas pimienta, pero también atendemos otras afecciones o heridas. Ahora que está frío, tratamos de evitar la hipotermia”, añadió.
La estructura y el proceso de decisión también se asientan en cimientos igualitarios. Todo el mundo opina, nadie queda afuera.
Construyendo una democracia cooperativa
El órgano principal del movimiento es la asamblea general, que se reúne una vez al día. Es una reunión abierta, de discusión y el principal espacio de decisión.
Pero la mayoría de las acciones se ejecutan en los comités. Cualquiera puede formar uno o unirse a uno existente. Los horarios y lugares de los encuentros se publican todas las mañanas.
“Al principio puede parecer abrumador porque hay mucha gente por todas partes, pero enseguida uno se da cuenta de que hay un sistema funcionando”, indicó Shlomo Roth, originario de la ciudad canadiense de Toronto. “Desconcierta el ambiente participativo porque uno nació en un mundo que nos acostumbra a recibir órdenes, ¡esto es liberador!”, añadió.
“Viajaba con mi familia y casi nos chocamos con la ocupación, nos pareció bien y preguntamos qué había que hacer”, relató Roth a IPS. “Me preguntaron por mi especialidad y me ofrecieron varias tareas. Es muy abierto y cualquiera puede participar”, añadió.
Hay, entre otros, un comité de alimentación, dedicado al acopio, compra y distribución de comida; de salubridad, a cargo de la limpieza y la higiene; médico, que recoge suministros, recluta profesionales, brinda atención física y psicológica y entrenamiento; y de asistencia, que organiza y distribuye ropa, sábanas, frazadas y otros elementos donados.
Además existe el comité de seguridad que se ocupa de que haya un ambiente seguro para todos; y el de facilitación, que reúne y entrena a la gente para que actúen como facilitadores en la asamblea general.
El comité médico y el de alimentación tienen una relevancia particular porque no solo hacen posible que la gente viva en el campamento, sino que ofrecen servicios que hoy la sociedad estadounidense no da, poniendo así de relieve una forma social alternativa.
“Esta es una atención médica que nuestro país podría ofrecer a la población, y la montamos en la calle en menos de un mes”, explicó White.
También hay comités externos para organizar acciones, crear y relacionarse con los medios de comunicación, mejorar la presencia en Internet, coordinar con la comunidad y los sindicatos, etcétera. Luego hay grupos informales de arte, música, meditación, teatro callejero, yoga y todo tipo de actividad atractiva que contribuya a una forma de vida holística.
Cinco semanas después de su surgimiento, Occupy Wall Street es una comunidad regida por instituciones y acciones fundadas en principios solidarios e igualitarios. Como movimiento de protesta, la táctica de ocupación es exitosa por su presencia constante y por oficiar de centro de organización de actividades.
Pero, tan importante como eso, el espacio ocupado ofrece a sus participantes la ocasión de montar el microcosmos social en el que quisieran vivir. A medida que el movimiento crece, es claro que esta nueva sociedad deja huella en quienes resienten los fracasos de la sociedad estadounidense.
Así lo dice Sheik: “Estamos desmantelando el capitalismo y construyendo algo mejor aquí mismo”
Un día en la vida de la asamblea general Hay tres papeles previstos en la asamblea general. El primero es facilitar: guiar la discusión y mantenerla en el tema elegido y en un tono respetuoso; el segundo es llevar la lista de oradores y dar la palabra, priorizando a quienes no han hablado; y el tercero lo cumplen todos los demás.
En la asamblea general, “todos los demás” tienen un papel: posibles oradores, votantes y “micrófonos humanos”.
Usar un megáfono electrónico requiere permiso de las autoridades. Y las enormes asambleas generales se celebran en espacios abiertos con intensos sonidos urbanos de fondo.
El micrófono humano de Ocupa Wall Street es la respuesta al problema: una vez que alguien tiene la palabra, da su mensaje en segmentos de entre tres y 10 palabras, luego espera mientras quienes escucharon lo trasladan a los que se encuentran más lejos, corriendo la voz.
Así todo el mundo escucha al orador, y quienes hablan deben hacerlo con lentitud y claridad.
Las decisiones en las asambleas de Ocupa Wall Street se toman por “consenso modificado”: en lugar de 50 por ciento más uno de votos, se requiere apoyo abrumador para dar algo por aprobado.
Después del debate, se vota. Mediante señas con la mano se vota a favor, se expresa abstención o se bloquea. Se insta a los asambleístas a que usen el bloqueo solamente si están abiertamente en contra de una propuesta, tanto que podrían abandonar la ocupación si es aprobada.
Una cierta cantidad de bloqueos –entre dos y cinco personas según la dimensión de la asamblea– o una abrumadora cantidad de abstenciones congelan una propuesta.
Lo primero que aprobó la asamblea general de Ocupa Wall Street fue un código de conducta para la ocupación, asegurando el respeto debido a cada participante y a sus pertenencias.
.
FOTO Rubén Sánchez/NY