Oviedo.-Esta mañana ha tenidotuvo lugar en la Catedral de Oviedo la ceremonia de beatificación de Ángel Cuartas Cristóbal y ocho compañeros mártires, todos ellos seminaristas, que fueron asesinados en el periodo comprendido entre 1934 y 1937, teniendo el mayor 25 años y el más joven, 18.
La ceremonia ha estado presidida por el cardenal Angelo Becciu, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, y concelebrada por el Cardenal Arzobispo de Valladolid, Mons. Ricardo Blázquez Pérez y el el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz Montes; también estuvieron presentes el Arzobispo de Pamplona, Francisco Pérez González; el Obispo de Sigüenza- Guadalajara, Mons. Atilano Rodríguez Martínez; el Obispo de Astorga, Mons. Juan Antonio Menéndez Fernández; el Obispo de Santander, Mons. Manuel Sánchez Monge; el Obispo de Orense, José Leonardo Lemos Montanet; el Obispo auxiliar de Madrid, Mons. Juan Antonio Martínez Camino; y el Obispo auxiliar de Santiago de Compostela, Mons. Jesús Fernández González.
Al comenzar el rito de beatificación, entraron en procesión las reliquias de los nuevos beatos, introducidas en la Caja de las Ágatas –un relicario del siglo X que se conserva en la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo–, portadas por el diácono Miguel Ángel Bueno y acompañadas de un grupo de seminaristas, con ramas de laurel y lámparas. La Caja de las Ágatas fue depositada sobre un sencillo pedestal del color del martirio, que se encontraba delante de un prisma elevado sobre el cual se proyectaron imágenes de los mártires. La procesión fue acompañada musicalmente por el himno de los mártires, con el título “¿Quiénes son y de dónde han venido?”, compuesto para la ocasión por el sacerdote Leoncio Diéguez, Director de la Schola Cantorum, con letra de la poetisa Carmen Cerezo.
El cardenal Angelo Becciu recordó en su homilía que estos nueve jóvenes seminaristas de la Archidiócesis de Oviedo “estaban convencidos de su vocación al sacerdocio ministerial, comprometidos sinceramente en un camino formativo para convertirse en fieles servidores del Evangelio”. Eran “entusiastas, cordiales y devotos –afirmó–, se dedicaron por completo al estilo de vida del Seminario, hecho de oración, de estudio, del compartir fraterno, de compromiso apostólico. Siempre se mostraron decididos a seguir la llamada de Jesús, a pesar del clima de intolerancia religiosa, siendo conscientes de las insidias y de los peligros a los que se enfrentarían. Supieron perseverar con particular fortaleza hasta el último instante de sus vidas, sin negar su identidad de clérigos en formación”. Esta identidad de clérigos –dijo– “equivalía a una sentencia de muerte, que podía ejecutarse inmediatamente o ser retrasada, si bien no había ninguna duda sobre el destino que esperaba a los seminaristas una vez que habían sido identificados. Por lo tanto, cada uno de ellos, conscientemente, ofreció su vida por Cristo en las circunstancias trágicas ocurridas durante la persecución religiosa de los años treinta del siglo pasado”. También quiso recordar el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos que estos jóvenes procedían “de familias cristianas sencillas y de una clase social humilde, hijos de la tierra de Asturias”.
Finalmente el cardenal Angelo Becciu manifestó que “Necesitamos sacerdotes honestos e irreprensibles que lleven las almas a Dios y no causen sufrimiento a la Iglesia ni turbación al pueblo de Dios”.
La beatificación ha congregado en la Catedral a un gran número de fieles, alrededor de 2.000, entre ellos más de 130 familiares de los nueve beatos y una extensa representación de los feligreses de sus parroquias natales que habían fletado autobuses para la ocasión.