Conocer gente. Una aspiración vital para muchas personas. El ser humano lleva intrínseca a su condición el afán de saber...y el de conocer. Sin duda, una forma de añadir nuevas experiencias a una trayectoria vital que en una sociedad moderna puede, y de hecho así sucede, caer con facilidad en una monotonía rutinaria encastillada entre largos horarios de trabajo laboral o profesional que se desarrollan en el mismo escenario geográfico y social durante años.
Viajar es una forma deseable y enriquecedora de explorar nuevos horizontes al tiempo que se establecen nuevas, y quizá satisfactorias relaciones personales. Pero ¿se puede? Para millones de personas no es fácil o, incluso, acaba siendo imposible, ya que las ataduras materiales obligan a posponer la realización de esos deseos año tras año, década tras década e, incluso, sine die.
Afortunadamente, en ser humano se ve auxiliado en la satisfacción de sus anhelos por dos circunstancias, una connatural a su propia esencia y la otra sobrevenida con el avance tecnológico iniciado a finales del pasado siglo y desarrollada con creciente magnitud y eficacia en las primeras décadas de este XXi.
La primera, como seguramente ya habrá intuido el lector de este artículo, es la imaginación. Una poderosa herramienta al alcance de todos, aunque en unos con mayor capacidad y potencial que en otros, y que permite adentrarse en universos posibles disfrutando, ya que no de la realidad cotidiana, sí de la que podría llegar a ser de realizarse la historia, la película, diseñada por la propia fantasía en base a los anhelos más soñados en la intimidad de la mente.
La segunda es la prácticamente inagotable lista de posibilidades que ofrece el universo internet, un rico catálogo de escenarios para el encuentro, y quizá el contacto, escenarios y universos que se nos presentan en formato digital pero detrás de los cuales hay personas reales con las que explorar vivencias compartidas, experiencias en común.
Eso sí, es necesario navegar con seguridad, con plenas garantías de discrección y economía de medios, como en el caso de las aplicaciones de citas infieles, en las que miles de seguidores aciertan cada día a poblar con éxito el universo de sus fantasías convertidas en realidad.