Más investigadores y más presupuesto fortalecieron la actividad científica en la Antártida. Así se produjo una mejora sustantiva de los logros en una región muy cara al sentimiento nacional, dijo Mariano Memolli, director nacional del Antártico. Se asignaron casi 30 veces más recursos que en 2003.
"Aunque no es suficiente, haber incrementado tanto el presupuesto significó una mejora sustantiva en las investigaciones y la planta de especialistas ingresados por concurso, con la incorporación de un 46% más, que representan 105 científicos", dijo Memolli, director de la institución dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores.
A ellos hay que sumarles "los que trabajan en forma vinculada, de universidades y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, el Conicet, que totalizan unos 300 investigadores".
Mientras que el presupuesto de 2003 para la Dirección Nacional del Antártico fue de 1,6 millones de pesos, en 2011 es de 42 millones, sin incluir la costosa logística, que la aportan las Fuerzas Armadas, dijo.
En una entrevista realizada por Celia Carbajal, de Télam, en el edificio de Cerrito al 1200, donde funciona una biblioteca y se exhiben fotos y algunos fósiles hallados en el Continente Blanco, Memolli trazó un panorama de la tarea de argentinos en el inmenso territorio helado.
Un desafío lo constituye la ropa, que "es muy cara y debe ser apta para nieve y transpiración e impermeable para la lluvia ya que con el cambio climático, llueve en la Antártida", observó.
Los desafíos adaptativos incluyen "vivir en aislamiento, saber trabajar en grupo y convivir entre logísticos y militares, personas de distintos sexos", enumeró.
Bases
En las bases antárticas argentinas viven 20 personas fijas, que tienen relevo anual, y cada campaña de verano suma 60.
Memolli dijo que el siniestro del rompehielos "Almirante Irízar", incendiado en alta mar en abril de 2007 y aún en reparaciones, “nos complicó en un primer momento pero luego nos reacomodamos”.
"En lo que nos benefició sustancialmente es en la capacidad científica que va a tener el nuevo Irízar, que pasó de 37 a 400 metros cuadrados de laboratorios", describió el director, quien estima que el buque volverá al servicio en la campaña 2012-2013.
Memolli sabe del tema de haberle visto la popa al Irízar dos veces, ya que siendo jefe de base no tuvo relevo en su estadía en la Antártida y tuvo que cubrir dos años, 1991 y 1992.
“Me quedé saludando y cuando el Irízar te da la espalda y lo ves por última vez, ahí quedaste solito; pero pasa, tratando de estar siempre ocupado en tareas, leyendo, jugando al ajedrez” e incluso investigando radiación ultravioleta en humanos y algas.
Protagonista de una serie de reuniones realizadas en Buenos Aires con motivo del cincuentenario del Tratado Antártico, que suscriben 48 países, Memolli trazó un panorama de las diversas miradas que hay sobre el Continente Blanco.
"Son países de culturas muy diversas, entre los que están los países reclamantes de soberanía -entre ellos la Argentina-, con una mirada muy particular, por la cual sienten al territorio como propio" "Las Malvinas y la Antártida son causas que están muy metidas en el sentimiento nacional, que movilizan la opinión de la gente", comentó.
Están además "los países que consideran a la Antártida patrimonio común de la humanidad, que van a investigar pero tienen la pequeña esperanza que algo les toque si hubiera un reparto".
Asiáticos
La novedad la constituye el "increíble crecimiento de los países asiáticos en la región, con los chinos que van por el segundo rompehielos y están teniendo una base en cada lugar de la Antártida: en la península antártica, en el polo de inaccesibilidad y en una costa occidental", advirtió.
El polo de inaccesibilidad es uno de los lugares más difíciles de arribar porque está muy alto y es muy seco.
Mientras los norteamericanos tienen base en el polo geográfico -la Amundsen-Scott- y los rusos en el magnético -la Vostok-, la base china está hace un año en el polo de inaccesibilidad.
"Llegan con su rompehielos, saliendo del Mar Amarillo, pasan por Australia y Nueva Zelanda y bajan hasta la Antártida, donde pueden hacer ciencia en todos los lugares que quieran", contó Memolli.
No obstante, “el Tratado Antártico es muy claro respecto del tema de soberanía y de la ciencia, y prohíbe la prospección comercial de los recursos vivos y de los minerales”.
“Sí hay miradas que abarcan la bioprospección y el turismo, que mueve mucho dinero, con expediciones que se comercializan desde hace cuatro años en montos que van desde 30.000 a 70.000 dólares por cinco o seis días”, indicó.
Memolli reivindicó que, de todos modos, en territorio antártico “la convivencia entre todos es excelente, porque es entre pueblos, no entre políticos, y los pueblos tienden a preservarse y cooperar”.
A ellos hay que sumarles "los que trabajan en forma vinculada, de universidades y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, el Conicet, que totalizan unos 300 investigadores".
Mientras que el presupuesto de 2003 para la Dirección Nacional del Antártico fue de 1,6 millones de pesos, en 2011 es de 42 millones, sin incluir la costosa logística, que la aportan las Fuerzas Armadas, dijo.
En una entrevista realizada por Celia Carbajal, de Télam, en el edificio de Cerrito al 1200, donde funciona una biblioteca y se exhiben fotos y algunos fósiles hallados en el Continente Blanco, Memolli trazó un panorama de la tarea de argentinos en el inmenso territorio helado.
Un desafío lo constituye la ropa, que "es muy cara y debe ser apta para nieve y transpiración e impermeable para la lluvia ya que con el cambio climático, llueve en la Antártida", observó.
Los desafíos adaptativos incluyen "vivir en aislamiento, saber trabajar en grupo y convivir entre logísticos y militares, personas de distintos sexos", enumeró.
Bases
En las bases antárticas argentinas viven 20 personas fijas, que tienen relevo anual, y cada campaña de verano suma 60.
Memolli dijo que el siniestro del rompehielos "Almirante Irízar", incendiado en alta mar en abril de 2007 y aún en reparaciones, “nos complicó en un primer momento pero luego nos reacomodamos”.
"En lo que nos benefició sustancialmente es en la capacidad científica que va a tener el nuevo Irízar, que pasó de 37 a 400 metros cuadrados de laboratorios", describió el director, quien estima que el buque volverá al servicio en la campaña 2012-2013.
Memolli sabe del tema de haberle visto la popa al Irízar dos veces, ya que siendo jefe de base no tuvo relevo en su estadía en la Antártida y tuvo que cubrir dos años, 1991 y 1992.
“Me quedé saludando y cuando el Irízar te da la espalda y lo ves por última vez, ahí quedaste solito; pero pasa, tratando de estar siempre ocupado en tareas, leyendo, jugando al ajedrez” e incluso investigando radiación ultravioleta en humanos y algas.
Protagonista de una serie de reuniones realizadas en Buenos Aires con motivo del cincuentenario del Tratado Antártico, que suscriben 48 países, Memolli trazó un panorama de las diversas miradas que hay sobre el Continente Blanco.
"Son países de culturas muy diversas, entre los que están los países reclamantes de soberanía -entre ellos la Argentina-, con una mirada muy particular, por la cual sienten al territorio como propio" "Las Malvinas y la Antártida son causas que están muy metidas en el sentimiento nacional, que movilizan la opinión de la gente", comentó.
Están además "los países que consideran a la Antártida patrimonio común de la humanidad, que van a investigar pero tienen la pequeña esperanza que algo les toque si hubiera un reparto".
Asiáticos
La novedad la constituye el "increíble crecimiento de los países asiáticos en la región, con los chinos que van por el segundo rompehielos y están teniendo una base en cada lugar de la Antártida: en la península antártica, en el polo de inaccesibilidad y en una costa occidental", advirtió.
El polo de inaccesibilidad es uno de los lugares más difíciles de arribar porque está muy alto y es muy seco.
Mientras los norteamericanos tienen base en el polo geográfico -la Amundsen-Scott- y los rusos en el magnético -la Vostok-, la base china está hace un año en el polo de inaccesibilidad.
"Llegan con su rompehielos, saliendo del Mar Amarillo, pasan por Australia y Nueva Zelanda y bajan hasta la Antártida, donde pueden hacer ciencia en todos los lugares que quieran", contó Memolli.
No obstante, “el Tratado Antártico es muy claro respecto del tema de soberanía y de la ciencia, y prohíbe la prospección comercial de los recursos vivos y de los minerales”.
“Sí hay miradas que abarcan la bioprospección y el turismo, que mueve mucho dinero, con expediciones que se comercializan desde hace cuatro años en montos que van desde 30.000 a 70.000 dólares por cinco o seis días”, indicó.
Memolli reivindicó que, de todos modos, en territorio antártico “la convivencia entre todos es excelente, porque es entre pueblos, no entre políticos, y los pueblos tienden a preservarse y cooperar”.