La librera Conchita Quirós, ejerce a estas horas, ocho de la tarde del viernes, como pregonera de las fiestas de San Mateo 2018. Nacida en Pillarno (Castrillón), el pueblo natal de sus progenitores, en 1935, “pero llegada a esta ciudad a los 15 días de vida”, Conchita Quirós asegura que su discurso está basado en “mi amor a Oviedo y a la lectura y en el afán por compartir ambos. Es un orgullo y una gran responsabilidad abrir las fiestas, es más que un sueño hecho realidad”. Tras las palabras de Conchita Quirós, la capitana del equipo femenino del Club Bádminton Oviedo, Elena Fernández y el capitán del Oviedo Baloncesto, Víctor Pérez lanzarán el chupinazo.
Pregón de las Fiestas de San Mateo 2018, por Concha Quirós
Queridos ovetenses:
Quisiera poder deciros todo lo que siento en poco tiempo… Estar aquí es más que un sueño, es el orgullo de sentirme ovetense, mateína y parte de esta maravillosa ciudad en la que, aunque no nací, a ella llegué enseguida. Y ella me vio crecer y hacerme persona. Porque Oviedo es mi vida. Muchos me conocéis. Soy Concha Quirós, Conchita la de Cervantes. Ya tengo unos cuantos años, pero recuerdo con nitidez mis primeros pasos por esta ciudad. Aquí aprendí a caminar y, desde entonces, no he parado de hacerlo. A veces tengo la sensación de que algunas de estas aceras ya hasta me saludan al acariciarlas con mis pies.
Si para comunicarse es necesario hablar y hablar, yo me he doctorado en comunicación. Me encanta. Quiero y necesito hablar con las gentes porque con cada una de esas conversaciones, siento que me enriquezco. Y es que en esta bella urbe también a aprendí a aprender. Y eso, os lo aseguro, hay que cultivarlo siempre. Y pensar en este pregón, me hizo retroceder en el tiempo y revisar mi propia historia personal… volver a mis años infantiles. Al Kiosko de Gene, en La Escandalera, al que mi padre nos llevaba cada domingo a mis hermanos y a mí. Recuerdo todos los días de la semana estar esperando al siguiente número de Flechas y Pelayos y al de Maravillas. Creo que estos dos tebeos, que hoy llamamos cómics, acrecentaron aún más mi avidez por leer. Y con “el tesoro” en las manos, íbamos al Rialto. Allí, el consabido cubilete, magnífico pastel, “que forraba” y, sobre todo, con el añadido extra de merengue que, gracias a las influencias de mi progenitor, coronaba nuestros pasteles.
Muchos de los que estáis aquí sois muy jóvenes y no habéis vivido ciertos momentos que quiero compartir con vosotros. ¿Sabéis que hubo un tiempo en que no existían los semáforos? Los guardias de tráfico, perfectamente uniformados, eran los encargados de regular un tráfico aún incipiente en Vetusta. Yo me saqué el carné de conducir siendo jovencita. Me puse al frente de un R-8 y con él, y ciertas dudas pero mucha firmeza, comencé a recorrer las calles, muchas aún sin asfaltar. Hoy parece inconcebible, ¿verdad? Y es que había pocos coches. Pero teníamos tranvía. ¡Ay, el tranvía! ¡Cómo lo añoro! ¡Si fuera posible volver a movernos en tranvía por Oviedo…! ¿Hay algún político por aquí cerca…?
Mi afición por leer creo que se inició con La gallinita roja, el primer libro que recuerdo sostuve entre mis manos a los tres años. Desde entonces muchos más he acariciado y amado y leído. La lectura fue la mejor herencia que mis padres me han podido dar. Alfredo y Aurelia, el librero liberal y la maestra vocacional, me la inculcaron como una parte esencial de la vida. Y es que leer era el premio por sacar buenas notas, así que la lectura se convirtió para mí en el mejor aliciente pedagógico. Creo que todo eso me hizo ser una persona feliz. Porque, queridos amigos, pensad un momento: ¿Hay algo más hermoso que leer? Rotundamente, NO.
LEER es la medicina con el único prospecto que no tiene contraindicaciones.
LEER nos hace pensar.
LEER nos hace disfrutar.
LEER nos hace soñar.
LEER nos hace amar.
LEER nos da libertad.
LEER nos hace ser más sabios.
LEER nos hace ser más felices.
Por eso, yo intento repartir un trocito de esa felicidad a través de las historias que se encierran en los libros que inundan las estanterías que me rodean. Esos mundos posibles que nos cuentan algunos escritores que buscan hacer nuestra vida mejor. Todo esto lo he ido descubriendo a lo largo de mi vida, que no es corta, pero de la que no me pienso marchar porque me queda mucho por leer.
Creo que, en algunos aspectos, fui una mujer adelantada a los tiempos. París estaba de moda pero era inalcanzable para una niña como yo. Me empeñé en ir y lo conseguí. En la capital francesa, a la que me fui un buen día del año 1960, descubrí que otros mundos eran posibles. Y esta decisión cambió mi vida. Allí vi la primera lavadora automática (mi madre no se creía que un aparato podía lavar él solo la ropa), y también vi por primera vez un centro comercial. Y supe lo que era volver desnutrida por el hambre que me hicieron pasar las monjas de la residencia en la que me hospedaba, pero también obtuve una beca de prácticas en varias librerías de París, Saint Etienne y Montpellier. Disfruté de los libros, de las buenas librerías, de auténticos libreros, y sé que aquella etapa fue fundamental en mi formación.
Con el tiempo me he ido dando cuenta de que mientras lustraba suelos en una casa señorial parisina, en mi cabeza se fue forjando la idea de construir una librería con varios pisos, dedicados a distintas temáticas. Creo que el espíritu de mayo del 68 se
preinstauró en todo mi ser. En Oviedo estudié Magisterio en la Escuela que entonces había en la calle Uría y, posteriormente, completé mi formación en la Facultad de Letras, que se encontraba en la calle San Francisco, en el edificio histórico de la Universidad, junto a las de Química y Derecho.
De todo eso hace ya muchos años, porque yo he vivido muchas épocas de esta ciudad y la he visto crecer, como he visto a distintas generaciones que han ido pasando por mi librería. Mi padre la fundó en 1921, lo que quiere decir que estamos a punto de cumplir cien años de vida... ¡Menuda fiesta vamos a montar! Me emociona pensar en mi padre porque de él aprendí muchas cosas del oficio, y muchas más de la vida. Un hombre luchador y atrevido que tomó decisiones arriesgadas para él y para su propia familia. Un hombre que luchó por sus ideales y por personas en las que creyó. Un hombre… que tuvo siempre a su lado a una gran mujer, mi madre, Aurelia. Ella fue su sostén a lo largo de toda su vida juntos. Ella lo animó en momentos en los que tirar la toalla sería lo más razonable. Ella le ayudó cuando subir un peldaño más era un esfuerzo ímprobo. Y ella, maestra, madre y esposa, hizo posible que mi padre construyera esta librería de la que tan orgullosa me siento. Yo prosigo el camino emprendido por mi padre, Alfredo Quirós, en pro de la cultura y de los libros, y mi sobrino, también Alfredo Quirós, continúa este recorrido, adaptando Cervantes a los tiempos y dándole un toque de modernidad.
En la etapa convulsa en los que vivimos inmersos, en este período difícil, nunca he perdido la ilusión ni las ganas de seguir luchando y trabajando por los libros. Y esa energía me la dais vosotros y muchas personas que me han acompañado y me siguen acompañando en este camino. Por eso, también hace 15 unos años vimos la necesidad de atender a los más jóvenes. Y nació la librería El Búho Lector, pionera en España en libros para niños y adolescentes.
Y llegado este punto quiero aprovechar para dedicar un recuerdo cariñoso a todas esas librerías que formaron parte de nuestra vida y, tristemente, han desaparecido. La librería Ojanguren, Santa Teresa, Santa Clara, Galán, Universal y Gráficas Summa, que estaba enfrente de nuestra librería antigua. A todas ellas y a alguna más que se me pierde en la memoria, un cálido y sincero recuerdo. Y, por supuesto, todo mi cariño y complicidad para las que sobreviven... ¡Larga vida, compañeras!
Una de las cosas buenas que tiene cumplir años es que por el camino vas encontrándote con gente maravillosa, personas interesantes que enriquecen tu vida. Y yo puedo decir que, en este sentido, me siento muy afortunada. Y de esta maravillosa tierra han salido escritores como Ramón de Pérez de Ayala, cuyo libro Tigre Juan ha dado nombre a uno de los premios literarios más prestigiosos de la actualidad que ha puesto a Oviedo en primera línea. O Constantino Cabal, uno de los mayores estudiosos de la cultura y folclore de Asturias. O Dolores Medio, que nos ayudó de la mano de Lena Rivero a conocer una Asturias convulsa. O Clarín, que paseó al Magistral por el Fontán, con su capa al vuelo. Pero también mi querido Ángel González, con quien compartí momentos de infancia, correteando por Cervantes. Y Gregorio Morán, y José Avello, y Juan Cueto y Carmen Ruiz-Tilve, y José Antonio Mases y tantos y tantos a los que admiro y forman parte de las estanterías de mi vida. Y es que Asturias, entre otras muchas virtudes y méritos, ha parido a grandes personalidades de las letras.
Antes me refería a varios de estos ilustres. Hay muchos más pero ni el tiempo ni el espacio me permiten alargar la lista. Las librerías, las bibliotecas y las escuelas se encargarán, estoy segura, de que estos nombres sean inmortales. Sólo, con vuestro permiso, nombraré a cuatro personalidades esenciales en Asturias y en mi vida: el catedrático y lingüista Emilio Alarcos; el filósofo Gustavo
Bueno; el impulsor y primer director del Centro de Bibliotecas de Asturias, Lorenzo Rodríguez Castellanos; y el gran pensador y humanista, Pedro Caravia. Todos ellos fueron grandes amigos de mi padre y yo heredé su amistad. Tristemente, ya no están entre nosotros pero sus obras perdurarán eternamente. Estoy segura.
Y si la vida social y política en el mundo, en general, y en Asturias, en particular, está más que convulsa (ojo, no voy a hablar de política en este día) hay que reconocer que el mundo literario sigue aumentando su prole astur, y lo que es mejor, llegan a esta tierra escritores que nacen ya con un halo de inmortalidad. ¿Nombres? No los voy a dar. Son tantos y tan amigos, que no quiero dejarme ninguno en el tintero. Ellos lo saben bien. Ellos saben que admiro sus obras y que les quiero y que para mí, son mis amigos eternamente. Como lo son todos los clientes de Cervantes, porque los libros crean unos lazos sorprendentemente maravillosos.
Y si hablo en este momento de amigos y cómplices, cómo no citar a los editores y distribuidores, parte esencial de mi oficio, de mi vida. Cervantes se ha construido y engrandecido gracias al esfuerzo de un extraordinario equipo humano. Puedo decir, con orgullo, que de él forman parte trabajadores que llevan ya muchos años con nosotros. Algunos empezaron siendo aún adolescentes y aquí se jubilaron. Matilde, Margarita, Andrés… unos cuantos más y, por supuesto, quienes permanecen todavía, casi una treintena. Muchos vivieron el cambio de ubicación de la librería. Aquélla que se inició un poco más arriba de la actual.
Efectivamente, me doy cuenta de que ha habido muchos cambios a mi alrededor y en mi vida pero, he de decir, que Oviedo siempre ha estado en todos esos momentos en mi corazón. Si París era una fiesta para el escritor Ernest Hemingway, Oviedo lo es para mí. Porque fiesta significa alegría, gentes, compartir, vivir, disfrutar cada momento intensamente, ser feliz y eso, a mí, me lo da Oviedo cada día. Según dice Isabel San Sebastián en su libro La peregrina:
“El camino que he seguido hasta aquí no sólo me ha traído al Finisterrae, sino a ese escondite interior donde mora el sentido oculto de todo lo acontecido hasta ahora. Una vez alcanzada la meta es menester acabar”.
Por ello finalizo, no sin antes desearos que disfrutéis de estas fiestas, que disfrutéis de Oviedo. QUE NUNCA DEJÉIS DE LEER. Que améis a esta ciudad porque os veréis recompensados. Dadle lo que podáis; ella os lo devolverá con creces. Llevad a Oviedo siempre en vuestro corazón y presumid de ello allá donde vayáis. Las ciudades son sus gentes y pocas podrán presumir como Oviedo de albergar a personas tan maravillosas como todos vosotros.
¡Viva la cultura!
¡VIVA LA LECTURA!
¡Viva Oviedo!
¡Feliz San Mateo a todos!
FOTOS: IU, Rubén Rosón y Diego Valiño TWITTER.