Raíces de Castilla, naturalmente

Raíces de Castilla, naturalmente

Algunos territorios parecen tallados con un cincel para crear bellos y sugerentes escenarios de contrastes. Y muy pocos son los territorios que en poca extensión son capaces de condensar arte, cultura, tradiciones, historia y un patrimonio natural genuino. Y sólo uno es capaz de mantener las raíces de sus bosques ancladas en la tierra en la que germinaron las “raíces” de un reino.  

En el norte de la provincia de Burgos, a caballo entre las comarcas de La Bureba y de las Merindades se extiende un rosario de parajes cambiantes, cuya belleza única es fruto de las fuerzas de la naturaleza que actúan desde hace millones de años y de la caprichosa erosión de los ríos y manantiales que brotan entre la roca caliza. Y para proteger este ensayo plástico está el arbolado, ese manto verde que se funde en el horizonte con las montañas formando una auténtica encrucijada vegetal. La poliédrica silueta que forma la unión de los términos municipales de Frías, Oña y Poza de la Sal, además de ser el escenario de actuación de la Mancomunidad Raíces de Castilla, es también un interesante punto de transición de las llanuras que se extienden a los pies de la “villa salinera” hasta dar paso a los cortados pétreos de la bisagra geológica que forman los Montes Obarenes.  

 

POR LA CUNA DE FÉLIX RODRÍGUEZ DE LA FUENTE

 

Poza de la Sal ofrece un marco natural realmente atractivo. Si sorprendente resulta ya su emplazamiento amurallado en la ladera montañosa coronada por el castillo de los Rojas, no menos interesante y sugerente es el entorno, cuyo merecido protagonismo recae en las salinas.

Este genuino paraje cuya existencia se debe a un fenómeno geológico llamado diapiro tiene su manifestación más pedagógica en el "salero" con forma de anfiteatro que ha sido explotado desde la prehistoria. Pero fueron los romanos quienes lo pusieron en valor creando un complejo extractivo, construyendo infraestructuras de comunicación y un sistema de distribución, lo que significó las bases para el fuerte desarrollo que experimentó en la Edad Media, llegando a ser un potente motor económico de Castilla. En la actualidad es un importante enclave patrimonial y cultural, ideal para conocer en profundidad un legado inmaterial vinculado al medioambiente.

No es de extrañar que en esta atalaya natural, desde la que se observan con detalle los paisajes de transición de la llanura de La Bureba a las montañas, bajo la atenta mirada de las muchas aves rapaces que aquí encuentran hogar, se despertase el amor por la naturaleza en un jovencísimo Félix Rodríguez de la Fuente. Nacido en Poza de la Sal, el que fuera el más importante y mejor divulgador de la riqueza natural de nuestro país y al que generaciones enteras le debemos el haber aprendido a amar y a respetar la naturaleza, pasó su infancia en esta villa, a la que estuvo ligado de manera muy especial.

En justo reconocimiento se ha creado el Espacio Medioambiental de la Infancia de Félix Rodríguez de la Fuente, en el que se ofrece un acercamiento a la carismática figura del naturalista pozano, a los escenarios que marcaron sus primeros años y los valores ecológicos del entorno que despertaron en él lo que más tarde sería su pasión: la vida salvaje.

Desde esta singular población, también conocida como “villa salinera”, es posible realizar varias rutas de bajo y medio grado de dificultad que ponen al alcance del caminante algunos de los más bellos caseríos de la comarca a través de senderos en permanente contacto con la naturaleza. Sin duda alguna, más allá de la relajante contemplación del paisaje, recorrer los caminos que vertebran esta parte de La Bureba es abandonarse a una profunda sensación de paz no exenta de sorpresas provocadas por el avistamiento de corzos, aves y un sinfín de habitantes de estos bosques.

La ruta Raíces de Castilla permite recorrer caminando las sendas, caminos y calzadas que desde hace siglos comunican las localidades de Frías, Oña y Poza de la Sal. Tomando como punto de partida el pozano barrio de los Corrales, el PR-BU 15 se encamina hacia los villa condal de Oña a través de 16 kilómetros que acercan al caminante a la zona baja del Valle de las Caderechas en el que se asientan las localidades de Salas de Bureba, Termiñón y Tamayo. El recorrido es un placentero ejercicio de contemplación de la naturaleza en la que conviven quejigos y encinas con árboles frutales, entre los que destacan los cerezos que en primavera protagonizan todo un espectáculo de color. Y si se camina en silencio la fauna se deja ver con facilidad, sobre todo los corzos, las ardillas o los jabalís, bajo la atenta mirada del águila real.

Otra de las rutas que parten de Poza de la Sal es la PR-BU 67 que, en un recorrido circular de 6 kilómetros, permite admirar en todo su esplendor la formación geológica del diapiro, uno de los más perfectos del mundo y origen de la tradición salinera, el castillo, los restos de los almacenes de La Madalena y de Trascastro, así como de buena parte de la infraestructura del complejo creado para la producción de sal.

Para los amantes de las marchas tranquilas, el Camino de los Molinos (PR-BU 68) es una propuesta magnífica. Partiendo de Poza de la Sal desde el barrio de los Corrales, la senda conduce en dirección norte hasta encontrarse con el arroyo de Los Molinos. Siguiendo cauce arriba entre bosques de ribera y espléndidas extensiones de pinos y encinas se suceden los restos de antiguos molinos que recrean una atmósfera bucólica hasta en encontrar los restos de concento de San Francisco. No es visitable por ser propiedad privada, pero desde la elevación del terreno que hay enfrente es posible ver lo que aún queda en pie y la magnitud del cenobio.

Siguiendo el arroyo y con el trepidar de sus aguas como melodía de fondo, se llega a los restos de otros molinos, punto en el que la ruta cambia de dirección para volver al punto de partida. Otro sugerente itinerario es el que se encamina hacia el lado sur de Poza de la Sal. Esta propuesta, además de ofrecer algunas de las más espectaculares vistas panorámicas de la comarca y de facilitar el conocimiento de la riqueza medioambiental y de la variedad botánica, se adentra en la hermosa y recoleta aldea de Castil de Lences que, a pesar de su discreto tamaño, atesora un importante patrimonio histórico y monumental desde su origen en el siglo IX en el que el estilo románico es el protagonista, como se puede observar en el monasterio de la Asunción o en la iglesia parroquial.

Volviendo sobre nuestros pasos hasta la mitad del recorrido, en medio de un espléndido pinar, se puede tomar la bifurcación de la derecha para visitar la pedanía de Lences. El caserío se asienta en medio de un paraje de alto valor ecológico y cinegético surcado por aguas limpias y cristalinas, sobre las que se mantienen orgullosos sus antiguos puentes.  

 

DESCUBRE EL PARQUE NATURAL MONTES OBARENES-SAN ZADORNIL

 

Pero en todo momento hay algo que llama poderosamente la atención: el horizonte montañoso y boscoso que cierra el campo visual hacia el noreste. Se trata de una de los escenarios naturales más singulares de la provincia burgalesa: el Parque Natural Montes Obarenes-San Zadornil. Dentro de este espacio protegido se encuentran los otros dos municipios que forman la Mancomunidad de Raíces de Castilla: Oña y Frías.

La privilegiada situación geográfica del Parque, con influencia atlántica y mediterránea, le proporciona unas excelentes condiciones medioambientales que permiten la vida de un grandísimo número de especies vegetales. Así conviven las hayas con las encinas, quejigos y alcornoques, los arces y serbales, con los enebros y madroños, los brezos, aulagas y genistas, con los tomillos y espliegos, dando cobijo a 128 especies animales destacando el gato montés, la nutria, musgaño patiblanco y desmán de los Pirineos, junto a otras especies más abundantes como corzo y jabalí, sin olvidar el águila real, el águila perdicera, el aguilucho cenizo, el buitre común, el búho real o la garza imperial

 

A esto se une la naturaleza caliza de la roca sobre la que se sustenta y en la que los ríos Ebro, Oca y Purón han tallado ensoñadores rincones y vertiginosas gargantas, hasta recrear uno de los ecosistemas más bellos, atractivos y mejor conservados de España. Dada la riqueza y biodiversidad del Parque Natural, la mejor manera de acercarse a su conocimiento y como paso previo a la “aventura” de adentrarse en sus rincones, es hacer una visita a la Casa del Parque Montes Obarenes-San Zadornil instalada en la antigua vaquería del monasterio de San Salvador en Oña.

Con un planteamiento puramente didáctico en todos los sentidos, incluidos los relativos a la respetuosa restauración del edificio para mostrar también cómo era en su origen, a lo lardo de las diferentes plantas se muestra de forma innovadora y accesible los valores de Montes Obarenes-San Zadornil  gracias a múltiples recursos, como son las recreaciones, aplicaciones manipulativas, dioramas, pantallas táctiles, montajes audiovisuales, modernas escenografías, etc. Todo aquí está pensado para aportar sensaciones y emociones que aporten valor al medio natural y agudicen más los deseos de conocer y adentrarse en el Parque, empezando por la visita a los jardines del monasterio y a la piscifactoría monacal construida en el s. XVI.

Los Montes Obarenes son el final y más meridional extremo de la Cordillera Cantábrica siendo un espacio de transición, lo que aumenta aún más su valor ecológico. Además, son muy pocos los ecosistemas en los que se concentran tantos recursos históricos, culturales y patrimoniales, pues en la villa condal de Oña y en la ciudad de Frías, la ciudad más pequeña de España, se escribieron muchas páginas de la historia de Castilla.  

 

UN MOSAICO DE ALTERNATIVAS A TUS PIES

 

Desde ambas localidades se abre un universo de posibilidades para conocer de cerca el espacio natural en el que se asientan, ya sea a través del Sendero Raíces de Castilla, un conjunto de cinco sugerentes trayectos que parten de cada una de las tres localidades que forman la mancomunidad y que muestran los principales atractivos turísticos, culturales y naturales o a través de las muchas rutas señalizadas.

Si el punto de partida es Oña, el catálogo de propuestas puede comenzar con un sosegado paseo por el río Oca y admirar el impresionante desfiladero tallado por el cauce fluvial o por los Caminos de Oña, un entramado de rutas que discurren por la sierra de Oña y que antiguamente  fueron caminos ganaderos, carboneros, resineros o madereros, pero todos cargados de un gran simbolismo ligado a la herencia inmaterial del territorio. La infraestructura de propuestas viarias para conocer esta parte del Parque caminando o en bicicleta se completa con otras siete rutas que vertebran el término municipal poniendo al alcance un sinfín de posibilidades de disfrutar y un constante manantial de emociones. Desde la villa condal de Oña se puede hacer una viaje al pasado más remoto en un escenario natural espectacular por “La Mesa de Oña” (PR-BU 65). Este recorrido de algo más de 14 kilómetros que discurre por parajes de altísimo valor ecológico con alguno de los hayedos mejor conservados, permite conocer algunos ejemplos de la arquitectura tradicional como los corrales de ganado o disfrutar de increíbles panorámicas del verde manto vegetal fundiéndose con el horizonte.

La ruta continúa hasta la coqueta pedanía de Penches, en cuyos alrededores preñados de cuevas y de abrigos naturales, se han encontrado algunos de los vestigios más antiguos de la presencia humana, como el bastón de mando tallado o las azagallas magdalenienses de La Blanca. Desde aquí la senda prosigue, sin perder un ápice de belleza, hacia Oña. La ruta de Portillo Amargo (PR-BU 66) es un agradable paseo muy recomendable durante todo el año, pero en primavera por el bellísimo espectáculo de los cerezos en flor y en otoño por la acuarela de colores que pintan las diferentes variedades de árboles que crecen en este arranque del Valle de la Caderechas.

La aldea de Tamayo, rodeada de vegetación, pone el punto humanamente bucólico a esta propuesta senderista. La ruta Raíces de Castilla (PR-BU  15) tiene su continuidad para acometer los 27 kilómetros que separan Oña de Frías. El trazado, con un carácter más montañoso, va tomando altura superando la Mesa de Oña, antes de atravesar las localidades de Barcina de los Montes, Ranera y Tobera. En esta última, a poco más de un kilómetro del final de la ruta, siempre se agradece el frescor de las cascadas que adornan el caserío.

La ciudad de Frías, además de su riquísimo valor histórico y cultural, es también el punto de partida para conocer algunos lugares de singular belleza natural. Es el caso del agradable paseo (PR-BU 64) que separa la ciudad del barrio de Quintanaseca, un recorrido flanqueado por el cauce del río Ebro y su bosque de ribera dibujando la frontera norte del Parque Natural, donde la vida animal y vegetal cobra un especial vigor. La marcha continúa por una pista forestal hasta Cillaperlata, donde cuenta la leyenda que en su iglesia se conserva la talla original de la Virgen de Covadonga y donde se pueden visitar los eremitorios que se conservan junto al río.

Cerca de aquí, en un angosto desfiladero, se conservan las ruinas del antiguo monasterio de San Juan de Hoz de origen visigodo datado entre los siglos VII y VIII. La ruta del Canal de Fontecha (PR-BU 63) es un agradable recorrido entre quejigos, enebros, sabinas, pinos y campos dedicados al cultivo del cereal que completa su valor cultural con puentes, una necrópolis medieval y agradables conjuntos urbanos de marcado carácter. Pero Frías también guarda sorpresas naturales al lado del casco urbano. Es el caso de la pedanía de Tobera, asentada a poco más de un kilómetro de distancia en el lecho de un desfiladero con forma de circo por el que discurre de manera vibrante y enérgico el río Molinar. Poco después de atravesar el ojo del puente romano situado a los pies de la románica ermita de Nuestra Señora de la Hoz, justo antes de comenzar el caserío, el cauce se abandona a una concatenación de desniveles del suelo que dan vida a un espectáculo de cascadas maravilloso.  

En el ecosistema que se despliega a lo largo del territorio de Raíces de Castilla todo parece ordenado con esmero, como si fuera la obra cumbre de un diseñador de jardines, pero a la vez todo emana naturalidad y armonía, una serenidad de formas, olores y colores que sólo pueden ser el fruto de una naturaleza generosa que invita a ser disfrutada con respeto.    

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