La timidez es el más perjudicial de los miedos. Y si, además, la persona tímida tiene talento, puede suponer su condena a la mediocridad eterna.
CASO 1: LAURA Y JOSÉ.
- ¿Qué miras? - le preguntó, incómoda, la mujer.
- Nada, nada - acertó a responder.
- ¿Querías algo? - replicó.
- Soy un hombre que hará tu vida mejor - pensó José, sin decirlo.
- Nada, nada, perdona - dijo mientras las sienes le estallaban en sudores fríos.
- ¿Necesitas ser feliz? - pensó-. Porque yo estoy aquí para hacerte feliz - pensó-. Y aunque seas ya feliz siempre puedes serlo más, necesites lo que necesites yo lo soy - pensó-. Y si no soy lo que necesitas me convertiré en ello -pensó- Y si no sé cómo hacerlo aprenderé -pensó-. Y lograré ayudarte tanto… que haré de tu vida un paraíso-pensó.
- Pues ala, hasta la vista -dijo Laura, despidiéndose con desidia.
- Adiós - se disculpó azorado-, no he querido molestarte.
- Te haré tan grande que nacerá en ti, inevitablemente, un amor tan poderoso hacia mí como lo que a ti te ofrezco - pensó.
Mientras Laura se alejaba olvidando el encuentro en segundos, José se volvía a casa maldiciendo su mala suerte.
CASO 2: CLIENTE Y JOSÉ
- Buenos días soy José, tengo el mejor producto del mercado - empezó.
- Soy quien puede ayudarle en este tema, y si tiene quien la ayude yo le daré razones por las que mi ayuda será lo mejor para usted - pensó.
- Y a mí qué me importa - dijo el cliente.
- Somos líderes en el mercado, nuestro producto tiene estas virtudes inigualables - prosiguió José.
- ¿Qué necesita? ¿En qué cree que se puede mejorar? Porque buscaré una solución para usted - pensó.
- No me moleste, por favor. Gracias - finalizó el cliente.
- Perdone, le seguiré describiendo mi producto si no le importa - dijo José.
- Su necesidad es mi reto, le ayudaré, y si hoy no tiene tiempo mañana le daré una solución a su necesidad -pensó-. Y le llamaré para darle soluciones, no molestias -pensó.
- No tengo tiempo, adiós -colgó.
Mientras el cliente refunfuñaba al otro lado de la ciudad, José maldecía su mala suerte.
Sólo lo que se dice existe; y lo que se piensa sin decirlo nunca ha existido; y lo que se piensa y se debe decir, pero no se dice, no causa otra cosa más que frustración y mediocridad, como si ni siquiera se hubiera pensado.
RESPÓNDEME: ¿Qué te impide expresarte?
José Ángel Caperán
Psicólogo en Gijón.
Consulta: c/ Magnus Blikstad nº21 entres. D. Gijón
Telf. 984 052 925
2 comentarios
# Juanra Responder
03/08/2014 12:54El tiempo de la timidez pasa cuando llega el tiempo de la experiencia
# Carlos Responder
03/08/2014 12:59Es verdaderamente frustrante que la mala gestión de la timidez ahogue el talento.